Sólo al llegar allí, se entiende a quienes defienden el lugar como si se tratase de un ‘santuario’ (y nada tiene que ver con la gruta improvisada en roca, donde los gauchos dejan sus pañuelos desde hace siglos).
A los 4.380 metros sobre el nivel del mar, después de horas de cruzar ríos, valles y pronunciadas quebradas, con la respiración agitada por la última pendiente y haciendo frente al gélido viento que viene silbando desde Chile y toma carrera para enhebrarse por ese hueco de la cordillera; no se puede hacer otra cosa que contemplar y agradecer.
Es ese silencio ante lo sagrado el que profesan los jinetes, motoqueros y el puñado de visitantes que llegan hasta el paso Portillo Argentino. Enmudece la majestuosidad de las montañas y la belleza indescriptible del valle del río Tunuyán que salta a la vista al cruzar las paredes del mirador. Pero, lo que anula aún más las palabras es saberse en una ventana hacia otro tiempo.
Ese suelo -ahora cubierto de nieve-, donde tres amigos de Luján se han detenido a retomar fuerzas y devorar el paisaje, sostuvo el paso de San Martín y su Ejército Libertador. Esa senda angosta es la que por siglos desgastaron los arrieros con la esperanza de ubicar sus animales en Chile. Allí, Darwin también quedó perplejo ante tamaña vista y los Jesuitas debieron sentarse a descansar en las mismas piedras... al menos en las que existían antes de que pasara por allí -semanas atrás- la topadora de Vialidad Provincial.
Después de las denuncias por los daños ocasionados contra este hito patrimonial y la negación rotunda del Gobierno de la Provincia, Los Andes viajó hasta esta reserva natural y cultural para hablar con quienes la recorren y visitan. Paradójicamente, la polémica hizo crecer el interés o la curiosidad por este sitio inhóspito de Tunuyán. Desde Gendarmería, aseguran que en las últimas semanas casi se ha duplicado la cantidad de visitantes.
En la ventana
“Es un daño terrible”, se lamentó don Domingo al llegar al lugar. El baqueano y su mula carguera conocen el camino de memoria y ya desde lejos notaron algo distinto. “Antes pasaban dos paisanos a caballo por el paso. Mire ahora, está más ancho”, señaló el gaucho. La bronca se volvió preocupación cuando la procesión de jinetes y caballos que lideraba encaró para bajar al valle del Tunuyán. Sucede que la máquina arrojó el material de arrastre sobre el costado oeste del Portillo, dificultando el descenso por esa senda histórica.
Todavía están frescas las huellas de la Caterpillar D 8, que -con un trabajo digno de un orfebre- alguien subió hasta el lugar. El terreno muestra que la máquina no se detuvo en la boca del túnel (ahora cubierta por piedras), donde terminaba la traza para vehículos. Escaló los 400 metros, de pronunciadísima pendiente, y se ‘abrió’ lugar dentro del Paso histórico.
Según aseguró a este medio días atrás el titular de Recursos Naturales, Daniel Gómez, su dirección sólo había avalado el mantenimiento de la actual traza de la ruta provincial 94, hasta ese punto. Incluso, realizó comparaciones con la reserva Laguna del Diamante, donde -dijo- no pueden abrir un camino ya marcado y más seguro, hasta no tener el estudio de impacto ambiental y audiencias públicas.
De todos modos, el Gobierno buscó apaciguar las aguas y anunció para esta semana la resolución oficial sobre el asunto. Por otro lado, Fiscalía de Estado deberá hacer lo propio tras investigar las denuncias hechas por los vecinos autoconvocados de Tunuyán.
Testimonios in situ
“No puedo creer las excusas que dio el Gobierno”, gritó visiblemente ofuscado el tunuyanino Juan Carlos Pechemiel montado a su caballo.
“Dos días antes que saliera el tema en los medios, yo estuve aquí y vi los destrozos. Que nos digan la verdad. ¿Cómo se explica que el Gobierno invierta millones en romper esta huella histórica por la que no pasa nadie y en mi barrio llevamos años reclamando por los pozos enormes que tiene la ruta de ingreso?”, espetó.
Para Carlos Simón Micieli, “esto huele a minería”. El joven se declara como amante respetuoso de los paisajes de montaña, los que recorre en su moto en duro. Ha ‘caminado’ buena parte de la cordillera sanjuanina y mendocina y asegura que en la vecina provincia ya no se encuentran las aguadas, ríos y reservorios de agua que hay en la nuestra. “Mantener un D 8 trabajando a esta altura es muy costoso. Habría que ver quién está financiando todo esto”, inquirió.
La misma pregunta se hacen algunos baqueanos y andinistas, testimonios llenos de impotencia que hoy ofrece este pintoresco camino de montaña. “Vinimos a comprobar si era cierto lo que decían los medios. Defender este lugar es hacer patria”, dijo el godoicruceño Diego Lucero, después de subir hasta el Portillo.