Lisandro López se fue de Racing. Y lo hizo en medio de una estruendosa ovación y una emoción que terminó en lágrimas cuando dejó la cancha ante Godoy Cruz, lesionado, a los 17 minutos del primer tiempo. Así, se cerró la gran historia de Licha como futbolista de la Academia.
A los 38 años, el ídolo racinguista había anunciado que ante el Tomba se despediría del club por motivos personales y ese adiós fue emocionante. Primero, porque Víctor Blanco, el presidente del club y su suegro, le entregó una plaqueta a centímetros de donde estaban Mechi y Guadalupe, la esposa y la pequeña hija del delantero.
Antes de meterse a la cancha, se abrazó con Blanco y besó a su mujer y pequeña hija. Y enseguida nomás, convirtió el 1-0 pero fue anulado por offside. Unos minutos después, a los seis, sintió una molestia en el aductor de la pierna izquierda y aguantó como pudo.
Lo hizo hasta pasados los 15 minutos, su número, y recién dejó la cancha por última vez a los 17 (en su lugar ingresó Javier Correa).
Ahí, emocionado, se saludó con sus compañeros, le entregó la cinta de capitán a su amigo Iván Pillud y escuchó una ovación, una más, inolvidable. Y lloró de la emoción.