Un tipo sin misterios que abrió el pecho y sacó el alma a un puñado de periodistas, deportistas y dirigentes en una charla organizada por el Círculo de Periodistas Deportivos de Mendoza. Una jornada donde no necesitó dar explicaciones de cómo juega o jugará el Tomba, donde la derrota, la victoria y lo táctico no fueron el centro del encuentro, pero si su historia de vida, en la que lógicamente el centro neurálgico estuvo en la figura de Diego Armando Maradona, a quien acompañó como asistente en Gimnasia y Esgrima de La Plata.
Méndez se emocionó durante las casi dos horas que estuvo al frente del salón, primero cuando contó sobre su vida y Diego, desde aquel momento cuando lo conoció e incluso cuando le hizo una falta enfrentándolo. No se guardó nada. Habló de su alejamiento de Godoy Cruz, desde donde pasó a Belgrano de Córdoba y del cual tuvo que irse por la enfermedad de su mejor amigo, quien falleció hace unos años. Y por supuesto del ‘Morro’ García, un dolor que le cuesta superar. “Era un chico excepcional, un goleador implacable. Tengo el recuerdo de Santiago y me duele todos los días lo que sucedió. Aún no le veo explicación. Siempre vamos a vivir con ese dolor. Uno no espera estos golpes, pienso en su hija que no tiene más el papá y me duele un montón. Lo extraño mucho al Morro”, contó.
El DT de Godoy Cruz, de alguna manera, hizo una catarsis pública, no porque se lo haya propuesto sino que surgió naturalmente, por lo que terminó conmoviendo sin llegar al golpe bajo, a ese público que disfrutó de “El Gallego Méndez desde sus raíces”, como decía el título de su presentación.
“Diego me siguió en una libertadores, ahí fue donde (Radamel) Falcao me lesionó la rodilla. Estaba bien y sabía que era la última Libertadores, tenía una rodilla muy deteriorada, con 4 operaciones, y me retiré a los 32 años en Banfield”, contó Sebastián. Y siguió: “Me preparé para disputar mi última contienda, como cualquier deportista; la del final de mi carrera. Nos jugamos la vida, llegamos a semifinales (con San Lorenzo), enfrentamos a River y bueno, estuve 4 meses sin jugar por la lesión. Después volví, me fui a Banfield y ahí termina la historia. Los últimos seis meses no entrené, sólo jugué y disfruté los partidos de lo que más amé; que era jugar al fútbol, lo cual es absolutamente todo para mí. No me interesan los títulos, no creo que marquen al futbolista, hay jugadores que no han ganado títulos y han sido fenomenales. Tuve la suerte de estar en equipos donde se lograron grandes cosas y fui muy afortunado. Y después de un partido de la Libertadores (2010) Diego dijo: ‘Había una cosa de la que se arrepentía, que era no haber podido jugar en un equipo con el Gallego Méndez, el mejor defensor que vi jugar al fútbol’”.
Su relato continuó sobre el Diez: “Y lo que son las vueltas de la vida, después conocí a Diego y trabajé con él, todo lo que yo pensaba incluso por haberlo enfrentado, era lo contrapuesto. Fue maravilloso, una persona excepcional, el mejor jugador, un gran amigo. Tuve la oportunidad y la bendición de poder trabajar y conocer el otro lado del Maradona; el Diego, el Pelusa como quieran llamarlo…”
-¿Vos cómo le decías?
-Diego, y a veces, abuelo (risas). En las mañanas cuando venía, tenía algo muy particular, que se lo vi a poca gente, parecía que llegaba como con 10 focos encima, como si tuviese el aura o algo así. Era difícil no mirarlo. En el medio tuvimos una pandemia, pero trabajamos 18 meses de los cuales me dejó mil historias y anécdotas, 100 vidas que vivió él y el mejor de los recuerdos de haber trabajado, para mí gusto, con el mejor jugador de todos los tiempos en esta tierra”.
ASISTENTE DE “D10S”
Como al mundo entero, la noticia del deceso de Diego sacudió en lo más profundo a sus colaboradores. Maradona ya no estaba en lo terrenal, dejando un vacío irreparable en el tiempo. “Dejé de ser su ayudante cuando caí que ya no estaba. Tardé en darme cuenta. Ese día estaba llegando a mi casa y sonó el teléfono, fue todo confusión, no entendía nada y lloré tres o cuatro horas. Es hasta la actualidad que lo extraño. Es al día de hoy que lo único que deseo cuando miro para arriba, donde también está el Morro (García) y un amigo que se fue, que deseo que estén bien donde están”.
“Les cuento como dato, tengo cálculos renales y estaba con una sonda, recién operado, y me llaman por teléfono y me dicen si quería trabajar con Diego: ‘dame 15 minutos me acabo de levantar para ir al baño y les dije que sí’. Lo llamé a Adrián González y le dije: ‘nos acaban de llamar a trabajar con Diego, pensalo’, y le corté. A la mañana siguiente estábamos subidos a la locura. Gimnasia es un club popular o, si se quiere, es el de la gente de menos recursos en La Plata. Son los Triperos porque venían en camiones de achuras a la cancha. Y justo el hombre más popular al club más popular, la alianza era perfecta “.
Su recuerdo y emoción no terminó allí. “Fueron injustos con él, con si Diego entrenaba o no. En un año y medio di tres notas para decir que se trabajaba muy bien. Me había dado mucha bronca. Decir que no trabajaba o que le armábamos en el equipo me pareció un golpe demasiado bajo y una falta de respeto. Él llegaba y preguntaba si cobrábamos, si estábamos al día todos. Charlábamos de los chicos, del divorcio, de lo que sea y con el tiempo lo vas queriendo cada vez más. Había sufrido 45 años una exposición terrible, no podía hacer lo que hace cualquiera, de ir al supermercado sin sufrir nada. Viví esas cosas en aeropuertos con Diego, no podía pasar por una aduana normal. Entendí que su vida había sido muy difícil, por haber hecho tantas cosas entre esas, el mejor gol de los mundiales. Cuando hablaba de la Selección, lo hacía con orgullo y me encantaría que las próximas generaciones, y no estoy hablando de nacionalismo ni pupulismo, rescaten eso para mostrar las mejores cosas. Cuando fue técnico de la Selección todos tuvieron aumentos de sueldos, desde la cocinera hasta el de la vigilancia. Ver el amor que le devolvía a la gente que trabaja en el predio de AFA, lo hacía un distinto. Le gustaban las milanesas, como a todos, era simple, afectivo y paternalista”.
HIJO DE UN PANADERO
“Empecé rompiendo todo en casa, como empiezan todos los chicos. Arranqué en el baby fútbol, donde hay muchos clubes y equipos de barrio en Buenos Aires, tenía 4 o 5 años. Primero empezó mi hermano pero dejó de jugar y mi papá, que era panadero de profesión -aún lo es porque está vivo-, me llevaba a entrenar desde mi casa hasta La Matanza. Que es como ir todos los días en bondi desde Maipú a Las Heras”. “Con el tiempo me fui dando cuenta que estaba la posibilidad de ayudar y no estaba mal. No es que no me faltaba para morfar. Mis viejos me dieron todo, principalmente, contención, amor, cariño, un hogar y eso fue suficiente, por eso no estaba mal ayudar a mis viejos. Arranqué despacito, jugando, haciendo banco, hasta que empecé a jugar más. En el ’95 y ’96 salimos campeones y jugué 13 fechas de un torneo de 19”, destacó.
VÉLEZ Y LA CARTITA
“A los 10 años fui a probarme a Vélez, con una cartita -que aún tengo- y que decía: ‘les mandamos este jugador que es clase ’77 para una prueba’. No era de recomendación sino que había muchos clubes de barrio que trabajaban con Vélez y de donde sacaban jugadores. Quedé y vivía a 7 cuadras del club. Empecé a vivir el club como jugador porque te daban el carnet, no había plata para ser socio, eran momentos y días duros porque vengo de una familia de laburantes. Pero ese carnet me permitía ir al club todos los días y como era vecino, me dejaban entrar a la pileta y hacer los veranos ahí. Fueron pasando los años, jugué en octava, novena y cuando era Sub 17, me llaman para debutar en Primera. Demasiado joven por circunstancias importantes en lo deportivo, porque realmente Vélez estaba disputando la Libertadores -la cual ganó- y por eso debuto, sino no hubiese podido hacerlo nunca con esos jugadores. Para que tengan una idea, estaban: Chilavert, Cardozo, Almandoz, Trotta, Pepe Basualdo, Zandona, Sotomayor, Pompei, el ´Negro’ Gómez, Bassedas, Asad y Flores, entre tantos otros”. Y añadió: “Vélez venía de ganar y ganar, y Carlos Bianchi decide jugársela por la Copa Libertadores. Entonces debuté un 24 de julio de 1994, de local, contra Deportivo Español (1-1). Me acuerdo del partido, la hora, de todo”.
Y recordó: “Hasta que llegó (Marcelo) Bielsa y revolucionó el mundo Vélez. Venía de México y con otra forma de trabajar, con ideas totalmente opuestas a lo que veníamos jugando y inclusive en la forma de entrenar. Después tuve al ‘Maestro’ Tabares. La verdad que tuve mucha suerte en el fútbol con muy buenos entrenadores. El ‘Patón’ Bauza, Miguel Ángel Russo, Eduardo Solari, Julio César Falcioni, quien a la larga fue mi último entrenador, y por supuesto Bianchi”.
Su trayectoria como jugador siguió en Celta de Vigo. “Fue en el año con (Fernando) De La Rúa dejando la presidencia, en tiempos donde el país tuvo cinco presidentes en una semana. Había nacido Santiago, mi hijo mayor, y era el momento de buscar otra salida. Mis padres son gallegos. Mi papá nació en Galicia y mi mamá en La Coruña, es decir, que fui a los inicios. Mi abuela, que estaba viva, vivía a 180 kilómetros de Vigo. Mis viejos no son profesionales. Mi papá vivió la posguerra y la pasó mal, y a los 18 años decidió venirse a la Argentina a probar suerte. Mi mamá vino antes con su familia en barco. La familia de mi mamá eran 9 hermanos y mi papá, 13. Vivían y comían como gallegos. Todo eso esperando que prosperara el país que no era el de ellos, pero sí el nuestro”.
El momento del regreso. “Viví cinco años en España y volví al fútbol argentino para jugar en San Lorenzo. Después nació mi segunda hija y la tercera, pero ya me había retirado. Es difícil jugar en a Liga Española. Tampoco fui uno de los mejores jugadores y no estuve en los mejores clubes, pero estoy supercontento con la carrera que hice”.
SU LLEGADA A MENDOZA
“La primera vez que vine a Mendoza fue en el ’95, con Vélez, y mi primer entrenamiento fue en el Gambarte, en la pileta. Lo veo y me acuerdo. El otro día fui a ver como estaba la cancha y la verdad han pasado muchos años. Pero mirando hacia atrás, estoy contento con l carrera, hice todo lo posible para jugar, todo lo mejor para recuperarme de cada lesión, fui lo más honesto posible en los clubes en los que jugué. El fútbol fue todo para mí y mi salvación, porque me sacó de la calle. Mis viejos laburaban mucho, por eso creo que son tan importantes los clubes de barrio, el sentido de pertenencia y siempre me van a escuchar decir esto. Yo creo fervientemente en eso. Es que a mí Vélez me salvó de estar en la calle, en ese momento era peligroso. El fútbol me enseño muchas cosas y me sigue enseñando y cuando uno cree que lo ha visto todo, te llaman y te preguntan si querés trabajar con Maradona”.
“La gente en Mendoza es muy respetuosa, me siento cómodo, como en mi casa. Esta provincia es uno de los mejores lugares para vivir. Además del desafío de volver a Godoy Cruz, la decisión pasó por el cariño de la gente. Tengo la mejor oficina del mundo viendo la montaña (en el predio de Coquimbito). Todos los días me levanto a las 6.30 para ir a trabajar y disfrutar de los jugadores que tienen ganas de salir adelante y estoy seguro que lo vamos hacer”.