Las críticas pos empate ante Chile obligaban a cambiar, a mejorar una imagen inicial desordenada y deslucida. Y al parecer el mensaje llegó. La Selección Argentina mostró orden, actitud y equilibrio para lograr su primera victoria en la Copa América frente a un elenco siempre difícil y candidato como lo es Uruguay.
Comencemos por las modificaciones de arranque que propuso el DT Lionel Scaloni: el joven Nahuel Molina (por Montiel) cumplió con creces el trabajo solicitado en el lateral derecho, Guido Rodríguez fue uno de los mejores de la cancha a puro esfuerzo, quite, despliegue y juego en la zona central. Y Marcos Acuña le puso un candado a la banda izquierda y hasta se mandó al ataque con el ímpetu que lo caracteriza.
La albiceleste corrigió errores y no sufrió en el retroceso como sí le había ocurrido en otros encuentros. Sin la pelota, el equipo supo cubrir espacios y replegarse para salir luego con pelota dominada. El 4-3-3 utilizado para atacar mutó automáticamente en un 4-4-2 cuando la Celeste quiso profundizar. Tan bueno fue el trabajo argentino en la noche de Brasilia que el conjunto del “Maestro” Tabárez no pateó al arco. Fueron tan solo aproximaciones, todas.
El gol oportuno -que llegó a los 12′ gracias a una muy buena jugada por izquierda de Lionel Messi que terminó con el cabezazo de Guido Rodríguez- marcaría el 1-0 justo y merecido para un once que ya a esa altura era muy superior a su rival.
Durante todo el juego, el gran dominador táctico y estratégico fue Argentina, para sorpresa de muchos. Las marcas funcionaron, las transiciones también y los protagonismos se tradujeron en ese combinado nacional que todos queremos ver. ¿Puede mejorar aún más? Seguro que sí.
A destacar la labor de los zagueros centrales. Cristian Romero y Nicolás Otamendi tuvieron que soportar el peso ofensivo de Edinson Cavani y Luis Suárez, dos “tanques” de temer que nada pudieron hacer a lo largo de los 97 minutos. De hecho, los de aquel lado del Río de la Plata no podrán identificar una figura ya que el examen fue desaprobado de manera absolutamente colectiva.
Bien, Argentina. Puso lo que tenía que poner, ganó un compromiso complicado y se quedó con tres puntos claves a la hora de pensar en la clasificación. Será fundamental mantener ese orden conseguido y no negociar nunca la actitud si se quiere sostener el anhelo máximo. Si lo de esta noche en el Mané Garrincha se repite, ¿por qué no soñar?
Lo menos
El desempeño de Lautaro Martínez. El centrodelantero no atraviesa su mejor momento y, peleado con el gol, desperdició un rebote clarísimo en el amanecer del partido tras un remate de Messi. Errático, deberá mejorar el “Toro” porque Joaquín Correa (su reemplazo) y Sergio Agüero piden pista.
Lo más
La performance de Acuña, Rodríguez, De Paul, Molina, González y Messi. Más de la mitad del equipo ofreció actuaciones sobresalientes. El 10, el capitán, jugó de enlace y estuvo imparable. Solo lo cortaron con falta. Gran labor de Leo Messi.
Ángel Di María ingresó unos minutos y, con su velocidad, generó dos ocasiones. Bien.
La figura
Difícil distinción por los argumentos anteriormente expuestos. Pero nos vamos a quedar con Rodrigo De Paul. Corrió, metió, recuperó, jugó, relevó a sus compañeros, manejó los tiempos cuando el partido lo pedía y mejoró notablemente en comparación con sus últimas tres presentaciones. Actuación consagratoria.
Lo que viene
El próximo lunes, Argentina se medirá ante el Paraguay de Eduardo Berizzo. Un nuevo triunfo servirá para asegurar el boleto hacia cuartos de final.