Tantas veces se habló de la vida de película de Martín Palermo a lo largo de su carrera futbolística que los capítulos aparecen uno tras otro a lo largo de cada año. Y hace ya 21 años, el 13 de noviembre de 1999, se produjo uno de esos hechos que alimentaron la historia del Loco. Boca visitaba a Colón en el Cementerio de los Elefantes por la fecha 14 del Torneo Apertura. El equipo de Bianchi no quería perderle pisada a River en la lucha por el título, pero más allá del triunfo final por 2 a 1, toda la atención y la memoria de aquel encuentro quedó grabada alrededor del delantero.
Iban 15 minutos del primer tiempo cuando Palermo estiró su pierna derecha para bloquear el rechazo de un defensor. Logró tapar el remate, pero cuando apoyó la pierna en el piso se le dobló y quedó tendido. El gesto de dolor era elocuente y el partido estuvo parado unos minutos mientras los médicos lo atendían al Loco. Si bien hubo señas para pedir el cambio y rostros de preocupación, el delantero se levantó, pisó fuerte varias veces con su pierna derecha y volvió al campo de juego.
Apenas unos minutos después, a los 24, Juan Román Riquelme lo dejó mano a mano con el arquero y Palermo no perdonó. Definió de zurda y lo fue a festejar rengueando, incómodo por el dolor que lo afectaba en la rodilla derecha. Pero, claro, había motivos para querer gritarlo: además de poner en ventaja a Boca, el Loco había convertido su gol número 100 en el fútbol argentino. Con ese mechón amarillo que lucía en ese entonces, el 9 lo festejó abrazado al capitán Diego Cagna y también con mucho afecto con el 10 que le había servido el pase.
Después de esa locura, Palermo no pudo seguir mucho más en la cancha. A los 28 minutos debió ser reemplazado por Christian Giménez. No aguantaba el dolor y además sentía la inestabilidad de la rodilla. Y, claro, más tarde se confirmó el diagnóstico que agigantó el mito de ese gol 100. Porque el delantero siguió jugando un rato a pesar de que había sufrido una rotura de ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha por la que tuvo que ser operado y se quedó fuera de las canchas un largo tiempo.
Fue un golpe duro para Palermo en aquel momento, cuando con 26 años los dirigentes de Boca le habían negado la transferencia a la Lazio de Italia justo unos meses antes de esa lesión. Fue una negociación, inconclusa, que generó un conflicto entre el Loco y la CD. Pero tendría revancha. En su regreso, seis meses más tarde, escribiría otro capítulo inolvidable de su novela con esos minutos que Bianchi lo puso frente a River, por la Copa Libertadores 2000, que le alcanzaron para convertir el tercer gol para eliminar al equipo de Gallego en los cuartos de final.