Messi es como el vino mendocino: mientras más añejo, mucho mejor

Tiene 35 años, pero sigue jugando como un pibe de 21. Ante Australia abrió y cerró el partido con su enorme jerarquía y un corazón enorme. En su partido número mil, volvió a demostrar porqué sigue siendo el mejor jugador del mundo. De su mano (y de su zurda prodigiosa) la ilusión está más intacta que nunca. Que venga Holanda.

Messi es como el vino mendocino: mientras más añejo, mucho mejor
Lionel Messi jugó un partidazo y está haciendo un gran Mundial.

De cero a cien, de menos a más, dando pasos firmes, seguros y convincentes y con el incalculable plus de tener el as de espadas de este lado de la cancha, ese gurrumín de la zurda que dibuja arco iris en el cielo cada vez que toca la pelota. El Messi de ayer, el de hoy, el de mañana y el de siempre. La ilusión de Argentina está intacta por obra y gracia de un futbolista que no necesita salir campeón del mundo para quedar en los anales de la historia del fútbol mundial. Pero que, sin dudas, lo merece como nadie. Por lo que juega, por lo que genera y por la lección de jerarquía y amor propio que brindó ayer. Una vez más...

A los 35 años, y en su partido número 1000 de su carrera, Messi brindó una exhibición de fútbol, especialmente en el segundo tiempo. Abrió y cerró el partido, casi como si fuera un homenaje al inolvidable partido que jugó Maradona contra Nigeria en 1994, la tarde en la que a Diego se lo llevó la enfermera y no volvió a jugar nunca más con la camiseta de la Selección Argentina.

Con Julián Álvarez a la derecha (en el lugar de Di María) y “Papu” Gómez volcado sobre la izquierda, Argentina salió a jugar con la clara intención de hacer circular la pelota y mover el bloque bajo defensivo de Australia hasta que aparecieran los espacios.

La formación de la selección argentina en el triunfo 2 a 1 ante Australia. (Prensa Fifa).
La formación de la selección argentina en el triunfo 2 a 1 ante Australia. (Prensa Fifa).

Del otro lado, el plan de juego de los Canguros estaba más que claro: achicar espacios hacia adelante para ser un equipo corto, casi emulando la fórmula con la que Arabia Saudita había complicado a la Albiceleste.

Argentina tenía el juego de posición como herramienta de la posesión de la pelota. Eso sí, careció de la precisión necesaria para romper líneas y ubicar jugadores en posiciones intermedias correctamente perfilados. En consecuencia, en los primeros minutos se abusó del pase para atrás.

Está más que claro que “Papu” Gómez no tiene la profundidad ni mucho menos el uno contra uno que tiene Di María por la banda izquierda. Por el contrario, el del Sevilla tiene una gran tendencia a cerrarse. El problema fue que ni Acuña ni Mac Allister se mostraron como alternativas de sorpresa por esa banda izquierda.

Messi comenzó más de centrodelantero y con Mac Allister más centralizado, casi detrás de él. Enzo Fernández, el único capaz de romper líneas con un pase filtrado, estaba muy atrás. Y para colmo, en el primer intento de arriesgar con un pase vertical, lo ubicó bien a Julián Álvarez, pero el del City no pudo controlar y el balón se perdió por el fondo.

Argentina quería atraer al rival para encontrar al hombre libre, pero Australia no se salía de su libreto.

Pasando los veinte minutos, Argentina decidió cederle la pelota a Australia, que peligrosamente supo encontrar jugadores libres en posiciones intermedias y generó un tiro de esquina y un par de centros que no trajeron peligro para “Dibu” Martínez. En algunos pasajes del primer tiempo, Argentina no presionó con determinación ni simultaneidad. De esa manera, Mooy quedó excesivamente libre y complicó con algún que otro pelotazo.

Justo cuando Messi no encontraba su posición para lastimar porque recibía lejos del arco y muy rodeado de camisetas amarillas, la Selección resolvió la ecuación a la salida de una pelota parada. Falta sobre “Papu” Gómez por la derecha, tiro libre buscando el arco que rechazó el arquero, Messi tomó el rebote y ubicó fuera de la medialuna a Mac Allister, quien ensayó un pase filtrado, Otamendi tocó atrás para Messi y el latigazo de zurda pegado al palo fue inapelable.

Luego de algunos minutos de incertidumbre, de pases para atrás en los que Australia presionó a “Dibu”, Julián Álvarez (en colaboración con De Paul) demostró porqué es el “9″ titular de la Selección. Presión y toque rápido para no dar chances. Scaloni intentó darle oxígeno al equipo con los cambios, pero una fatalidad (remate de afuera y rebote en Enzo) puso en partido a Australia.

Lisandro Martínez se puso el traje de Mascherano contra Holanda en 2014 (contra Robben) y le tapó el descuento a Behich. Si Argentina sufrió fue porque Lautaro Martínez no estuvo fino en la definición y porque el arquero le tapó dos veces el 3-1. Los últimos minutos sirvieron para ver al mejor Messi de esta Copa del Mundo: corrió, gambeteó y aguantó la pelota como un pibe de 21, y estuvo a centímetros de igualar a “Bati” en la tabla de goleadores de la Selección en Mundiales. Hubiese sido un golazo, justo y merecido para una actuación inolvidable.

Tan inolvidable como la estupenda tapada de “Dibu” Martínez frente al moreno Kuol. Fue la última del partido, la que desató la fiesta argentina. Y mientras escribo estas líneas desde el pupitre 230 del estadio Amhad Bin Ali, la gente sigue cantando por la Selección. No se quieren ir. Esta noche nadie duerme en Qatar. Y el responsable de tanta manija es un tal Lionel Andrés Messi, quien al igual que el vino mendocino, mientras más pasa el tiempo, sabe mucho mejor.

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