“Me hablaron de Bolognesi y del Conejo Cortez, con el Arbolito López, el Negro Hermes también. Esto viene de la cuna y no tiene explicación Azul llevamos la sangre y Leproso el corazón...”. El Candombe Leproso, ese himno de Pocho Sosa y Gustavo Maturano, que suele sonar en La Catedral del fútbol mendocino, resume con poesía lo que significaron aquellos gloriosos tiempos de fines de los ‘60 y principios de los ‘70 para Independiente Rivadavia. Y en una de las estrofas, menciona a Luis Armando Cortez, el Gran Capitán Azul, quien el 20 de febrero pasado, a los 85 años, se fue de viaje para seguir destilando calidad en algún potrero del cielo.
“El Club Sportivo Independiente Rivadavia despide con dolor a Luis Armando ‘Conejo’ Cortez, histórico capitán de nuestra institución. La familia azul acompaña a sus familiares y amigos en este triste momento. Quedarás por siempre en el recuerdo... 25/08/38- 20/02/23″, publicó hace unos días el club del Parque en su cuenta de Twitter con la foto que acompaña a esta crónica.
Crack sin tiempo, el “Conejo” fue un volante central adelantado para su época. De estilo atildado y elegante, no necesitaba correr demasiado para recuperar balones en la mitad de la cancha. Su gran sentido de la ubicación y lectura del juego lo convirtieron en un “centrojás” de aquellos.
Después de salir campeón con la reserva de Independiente Rivadavia en la temporada 1959, el mundialista Raimundo “Mumo” Orsi lo hizo debutar en la primera del Azul el 8 de noviembre de ese mismo año.
El entrenador que como jugador levantó la Copa del Mundo en 1934 con el seleccionado italiano fue el artífice de que Cortez tuviera su bautismo de fuego nada menos que en una final de la Liga Mendocina de Fútbol contra Atlético Argentino.
Sucede que la Academia y los Azules habían finalizado en el primer lugar de la tabla con 43 puntos y tuvieron que desempatar en dos finales que se jugaron en la cancha de Gimnasia. Luego de la derrota 2-1 de la Lepra el 31 de octubre de ese 1959, una semana después Orsi sacó al “Pelado” Barbieri y puso al “Conejo”Cortez. El partido finalizó 1-1 y los de San José se consagraron campeones, pero ese día nació la leyenda de un futbolista que no se puso otra camiseta que no fuese la azul hasta su retiro, en la temporada 1971.
Fue campeón en 1960, 1961, 1962, 1965, 1967 y 1970 de la Liga Mendocina. También fue ganador del Torneo Regional 1968 que clasificó a Independiente Rivadavia por primera vez al Torneo Nacional de AFA. Jugó 13 partidos de ese histórico campeonato, incluido el histórico debut frente al mítico Estudiantes de La Plata del legendario Osvaldo Zubeldía, nada menos que el campeón de América y, unos meses después, campeón Intercontinental, venciendo por 1 a 0 nada menos que al Manchester United de Inglaterra y en Old Trafford.
El partido frente al equipo de la “Bruja” Verón y compañía comenzó a las 20.30, fue el único televisado de la fecha. La Lepra dejó una muy buena imagen: apenas perdió 1-0 por un gol en contra de Enzo Acosta.
Antonio Segundo Vergara, uno de los jugadores con mayor presencia en los antiguos Nacionales e ídolo indiscutido de la Lepra, supo ser compañero de Cortez en aquella exitosa década para los del Parque y compartió muchos momentos. “Fue un jugador y persona muy querida, fue el gran capitán y a mí me enseñó mucho. Cuando debuté en Independiente recuerdo que me dijo ‘nene, no te compliques, cuando recibás la pelota, entregámela a mí. Era una persona muy respetuosa, jamás decía una mala palabra. Al contrario, siempre alentaba”, recuerda el popular “Cura”, quien todos los años se encarga de reunir a los exjugadores de aquella época para agasajarlos con un almuerzo.
Juan José Martínez, un reconocido periodista mendocino que supo vestir la camiseta del Azul antes de dedicarse de lleno a esta profesión y que fue contemporáneo a Luis Armando Cortez, lo definió con su habitual perspicacia. “Fue uno de los grandes jugadores que vi jugar en Independiente Rivadavia. Le decían el gran capitán, era muy patón, calzaba 45, ¡pegaba unos pisotones!.”, narra el Maestro, quien cuenta una anécdota que no tiene desperdicio.
“Sinceramente, no sé por qué le decían Conejo. Lo que sí sé es que era oriundo de Las Heras, y tenía la costumbre de dormir una siesta religiosamente antes de cada partido”, aporta ‘Juanjo’. Es que en esa época, los planteles almorzaban a las 12 con una puntualidad inglesa y Cortez se retiraba de inmediato a su habitación para dormir una siesta y luego partir hacia la cancha para jugar a las 16.
El doctor Oscar Casares, una marca registrada del revisionismo histórico del fútbol mendocino y nacional, definió a Luis Cortez a la perfección. A pesar de que él siempre estuvo en la vereda de enfrente de los primos del Parque, ya que es acérrimo simpatizante de Gimnasia y Esgrima. “Era un jugador muy querido por todo el ambiente del fútbol de Mendoza. Era contador público y trabajó mucho tiempo en el Banco de Previsión Social. Era un hombre muy culto. Tiene una hija que es jueza de un juzgado de quiebras. Fue un ejemplo de vida, multifacético y muy querido por todos. Y aunque en el Lobo lo teníamos al Bolita Sosa, hubiese sido muy bueno tenerlo en Gimnasia”, narró con precisión el abogado previsionalista.
El periodista Cristian Minich, revisionista y estadígrafo de la historia de Independiente Rivadavia, registra 7 goles oficiales de Cortez con la camiseta azul, esa que jamás cambió por ninguna otra.