Godoy Cruz volvió a jugar mal y perdió el invicto en Mendoza ante un Boca remendado, con once soldados averiados y lleno de pibes. El equipo de la dupla sufre una amnesia futbolística alarmante y necesita un antídoto rápido para recuperar el nivel. Especialmente para lo que viene...
¿Cómo es posible que un equipo que hace poco menos de un mes sacó chapa de serio aspirante al título haya cosechado tan solo uno de los últimos doce puntos en juego? Y lo que es peor, jugando mal y siendo superado por sus rivales en la mayoría de los últimos cinco partidos.
Porque salvo algunos importantes pasajes del empate (1-1) frente a Tigre, el equipo de la dupla dejó más dudas que certezas durante casi todo lo que va de este mes de septiembre. Incluso en la victoria (1-0 ante Arsenal) y por penales frente a Belgrano para seguir avanzando en la Copa, ya nada volvió a ser igual que antes.
Desde el punto de vista psicológico, se podría aseverar que el equipo no estuvo mentalmente preparado para hacerse cargo de ese inesperado rótulo. Sin embargo, el análisis hay que buscarlo en las carencias futbolísticas que viene evidenciando el equipo casi en simultáneo a que Ezequiel Bullaude pisó suelo neerlandés.
Por supuesto que la ausencia del “Flaco” no es la exclusiva razón de que Godoy Cruz no tenga fluidez en el juego, que pase lento y mal la pelota, que sus movimientos sean previsibles, sin cambio de ritmo, sin sociedades ni ideas ni desequilibrio individual, con menos tiros al arco que de costumbre y con una fragilidad asombrosa en el plano defensivo.
Justamente la identidad que Godoy Cruz supo construir con mucho trabajo de su cuerpo técnico, que ya existía y estaba bien ganada, debería ser un reflejo en el cual mirarse. No haberla tenido sí sería un problema grave y de pronóstico reservado. El único inconveniente en este caso es que el equipo no dispone del tiempo necesario para “limpiarse espiritualmente” y recuperar su ADN de juego. No, la cosa será a los bifes.
Y es que ya el martes hay otro “mata-mata” fundamental contra Banfield por los cuartos de final de la Copa Argentina en el estadio Juan Gilberto Funes de la ciudad de La Punta, San Luis. Avanzar a las semifinales sería poco menos que una inyección anímica revitalizadora para lo que viene en el campeonato. Eso sí, quedar eliminado ante el Taladro significaría otro duro golpe al mentón. Y también a la ilusión de un equipo que hasta hace poco se animaba a pelear en todos los frentes con estilo y determinación.
Pero más que ganar, el Expreso necesita encarrilar sus ideas, para que sumar de a tres pase a ser una consecuencia directa del modelo y no producto de algún rapto de sociedades esporádicas o arrestos individuales, que tampoco aparecieron el viernes pasado frente a Boca.
En ese sentido, el tremendo nivel de Martín Ojeda tampoco está salvando a Godoy Cruz cuando el conjunto no mezcla bien. Es cierto que MO11 se contagia del equipo, pero también puede suceder a la inversa. De hecho, durante el año pasado y parte de este, sus goles, asistencias y arranques destrabaron el juego espeso del equipo y sumaron confianza al resto.
La dupla patea el tablero, mueve el banco, busca variantes de sistema y no duerme pensando en cómo hacer para que el equipo vuelva a ser el de las primeras fechas del campeonato. Ellos, que nunca se subieron al carro del triunfalismo, saben más que nadie que Godoy Cruz dio varios pasos hacia atrás en estos últimos cinco o seis partidos.
Que haya sido o no para tomar carrera dependerá de la muñeca que tengan a partir de ahora.