La suerte es una flecha lanzada que hace blanco en el que menos la espera. Gonzalo Yovino (26 años) y Sthefani Díaz (25), una pareja de lasherinos, disfrutaron a pleno del mes de la Copa del Mundo en Qatar, vivieron una historia que parece extraída de la sinópsis de un libro de ficción o de cualquier serie taquillera de Netflix. En un abrir y cerrar de ojos pasaron de la desazón de no tener entradas para presenciar el partido más importantes de la Selección Argentina en los últimos años, a la repentina felicidad de verse sentados en las butacas del estadio Lusail alentando, sufriendo y festejando por la apoteósica consagración de la Scaloneta en lo que fue, sin lugar a dudas, la mejor final de la historia de los mundiales.
Después de sortear algunos inconvenientes en el trayecto de su primer viaje internacional rumbo a Doha, y de contar con la ayuda de familiares y amigos para que ellos pudiesen concretar el sueño de ver a Lionel Messi en acción durante su último Mundial, Gonza y Sthefani arribaron a Medio Oriente el mismo día que Argentina protagonizó el decepcionante debut frente a Arabia Saudita, que lo venció 2-1.
Evidentemente, para ellos la historia no había comenzado de la mejor manera. “Tuvimos problemas con uno de los trayectos del pasaje y llegamos sobre la hora del partido. Nos desencontramos adentro del estadio porque nos quedamos sin batería en los celulares y, encima, perdió Argentina. Saqué unas fotos de m…, pero el sábado voy a sacar mejores momentos y sobre todo cuando la selección gane. Porque vamos a salir adelante Argentina carajo! ¿Cuándo nos fue fácil? ¡Vamos Argentina, carajo!”, contó en ese momento Sthefani en un feed de su Instagram.
Dicho y hecho. Historia conocida. Pasaron los días, Argentina superó la fase de grupos y ellos estuvieron puntuales en cada una de las citas. Con esfuerzo y muchas horas dedicadas a chequear la página de la FIFA para adquirir boletos a precios oficiales, tuvieron la fortuna y el enorme privilegio de asistir a cada uno de los encuentros de la Selección hasta el partido de semifinales frente a Croacia. Después de ese momento, los oriundos del Barrio Mathieu (Panquehua), al igual que miles de argentinos, sufrieron los efectos de lo que sucede habitualmente en este tipo de certámenes: la reventa de tickets empezó a jugar fuerte y precios tan exorbitantes como inalcanzables para la gran mayoría.
“Desde el primer día después de ganar la semifinal, empezamos a buscar entradas. Nos quedaban tan sólo 1700 dólares en la tarjeta para comprar un par de entradas categoría 3 o bien, un ticket categoría 1 que iba a ser para mi novia. Yo iba a ver cómo podía ingeniármelas para entrar”, le detalla Gonzalo a Los Andes.
“Es un día raro, no dejo de sentirme feliz pero pienso en que aún no tengo entrada para ver a la selección y es un poco raro y triste. Un sabor amargo, pero no puedo estar mal agradecida, todo lo que hemos logrado hasta hoy no es poco y soy feliz … mañana se alentará donde sea que nos toque. Y si Dios quiere que sea dentro de la cancha!”, posteó Sthefiani el sábado previo a la final del Mundial cuando en compañía de su novio fueron a conocer “La Gran Mezquita” de Doha y se encontraron con “Lali” Espósito y Marley.
Pasaban los días, la final se acercaba y ellos seguían en la tensa espera
A través de los grupos y de los mensajes con amigos más cercanos que conocieron en el famoso “Barwa” (el hospedaje más popular de los argentinos en Qatar), Gonza y Sthefani anduvieron de un lado para el otro tratando de conseguir lo que no todos pudieron. Del Ticketing Centre del DECC iba a los banderazos de Souq Waqif, y de allí al hotel al hotel donde estaba el búnker de la AFA. No hubo solución. A esa altura, el valor de cada ticket en la cruel reventa ascendían hasta casi 5 mil dólares. “El sabor agridulce era que habíamos estado durante todo el Mundial y que no íbamos a poder estar en la final porque no nos alcanzaba el dinero”, relatan a dúo.
Entre tantas situaciones mínimas para seguir alimentando la esperanza de poder presenciar la final del mundo, escucharon un rumor que indicaba que en algunos hoteles se estaban vendiendo entradas físicas, entonces optamos ir detrás de ese indicio. “durmiendo en los hoteles que nos decían los rumores. Cuando escuchábamos que la venta supuestamente era en otro hotel, nos tomábamos un Uber para llegar más rápido. Comíamos y dormíamos en la puerta de los hoteles. Estuvimos tres días así. Fue una locura”, detalló Yovino.
Finalmente, luego de tanto sacrificio infructuoso, el sol del histórico domingo 18 de diciembre de 202 decía presente. Ella decidió volverse al “Barwa” para preparar los bolsos porque al día siguiente, a las 6 AM, volarían con destino a Egipto. Después de eso, con toda la fe del mundo, decidimos ir al estadio igual y sabiendo que los tickets de reventa no bajaban de 2 mil dólares y no les alcanzaba ni siquiera para una entrada.
Al llegar al estadio Lusail, hablaron con Carla, una mujer argentina que conocieron en Doha y se hicieron amigos. “La idea era que ella nos prestara su cuenta para ver si podíamos ingresar con su entrada una vez que ella estuviese adentro del estadio”, explica Gonzalo. En ese momento, Gonzalo y Sthefi se separaron y ella logró entrar con la cuenta de su amiga totalmente gratis, ya que a Carla no le habían escaneado el código porque era una entrada para discapacitado que ella había comprado sin saber, y pensando que era una entrada normal.
Misión cumplida. Sthefani ya estaba adentro del estadio. Faltaba que ingresara Gonzalo. Y en los siguientes minutos tuvo lugar el “milagro”. Una pareja de argentinos se acercó y le preguntaron si era argentino, a lo que él respondió con un rotundo “por supuesto”. “Bueno, agradecele a Dios porque hoy entrás gratis”, sentenció la mujer antes de hacerle entrega del obsequio más preciado de su vida: el ticket físico para observar la final. No lo podía creer.
¿Cómo fue su reacción? “Mi corazón explotó -cuenta Gonzalo-. Les agradecí, lloré como nunca, hice videos junto a ellos y corrí hacia el ingreso al estadio. Justo en la segunda puerta antes de entrar al estadio me encontré con mi novia, la acompañe corriendo hasta su puerta y pudimos entrar”, agrega Gonzalo. “No dejé de darle gracias a Dios y al universo como realmente lo hago a diario. Fue algo de no creer, pero pasó y pude entrar a ver el partido en el que Messi y la Selección Argentina levantaron la Copa del Mundo. Gracias, Pelusa”, posteó posteriormente en su Instagram.
Sthefani y Gonzalo son emprendedores. Se dedican a los negocios digitales. Desde hace un par de años practican y enseñan el arbitraje de criptomonedas. “Vengo de una familia humilde, de un barrio pequeño, de una realidad donde estos sueños son “demasiado”, pero desde que tomé la decisión de dedicarme a esto, en febrero del 2021, y cambiar los trabajos tradicionales por los negocios digitales sabía que muchas cosas podían cambiar. Pero nunca imaginé que iba a ser tan rápido e iba a llegar tan lejos”, expresó Sthefani desde las Pirámides de Egipto, donde continuaron los días posteriores al Mundial.
“¡Las personas no estamos todas hechas para lo mismo, pero si estamos hechas para triunfar si así lo queremos! Hay que tener coraje para triunfar en la vida, pues es muy larga y hay que bancarse las malas cuando están ahí. A veces no tenemos poder sobre lo que sucede pero sí sobre nuestra respuesta a eso que sucede! El poder más grande que tenemos es nuestra capacidad de elegir”, publicó ella recientemente como pie de una imagen en la que se la ve súper feliz junto a su novio desde la terraza del hotel y las Pirámides de Guiza de fondo.
Gonzalo y Sthefani, dos mendocinos de la pequeña y humilde localidad lasherina de Panquehua que eligieron salir de la zona de confort y hoy disfrutan de haber cumplido el viaje de sus vidas. Por actitud frente a la vida, ellos ya habían sido campeones mucho antes de la final.
Un ángel para tu soledad
La pregunta que todos nos hacíamos es cómo había conseguido esa entrada de más la chica que se la obsequió a Gonzalo y los motivos por los cuales tuvo el enorme gesto de regalársela a otro argentino. Mucho más, sabiendo que lo llamativo de la historia es que no era el único ticket que tenía la mujer. “Me dijo que tenía 5 localidades y que se las había regalado de la misma manera otro chico”, había comentado escuetamente el protagonista de esta aventura.
Los Andes se comunicó con Cinthya (30), el ángel que cayó del cielo para ayudar a los mendocinos. Ella es argentina, vive en la Zona Sur (Quilmes) del Gran Buenos Aires y estaba en la misma situación que los mendocinos. No tenía entradas para la final.
¿Cómo llegó a obtener cinco tickets? En un pequeño parate durante su trabajo, lo cuenta la propia Cinthya en primera persona con la escasa voz que le queda tras los festejos del domingo: “Con mi novio, Ezequiel, teníamos el viaje programado, pero no habíamos podido conseguir entradas ni para semifinales ni para final. Intentamos sacar a través de la página de la FIFA hasta último momento y no podíamos. En los grupos de reventa las entradas estaban carísimas y no las podíamos pagar. Aparte, ya no teníamos más efectivo y necesitábamos abonar con tarjeta. Estábamos desesperados por comprar a precio oficial”, comenzó narrando la joven.
En eso, una amiga que estaba viendo la televisión la contactó a su celular para avisarle que había visto en la tele que un chico argentino estaba regalando entradas. “Conseguí el número y le empecé a escribir para que me pudiera cumplir el sueño y me las vendiera. Pasaron tres días y no me contestó. Hasta que el día del partido fuimos con mi novio a la cancha para ver si podíamos entrar. Estuvimos todo el día tratando de sacar una entrada a través de la página y una hora antes del partido me contestó que tenía dos entradas para darme. Al final tenía cinco y me dijo: yo no voy, así que te las doy. Estaba por empezar el partido, pasamos los controles y con mi novio decidimos regalar las tres entradas a argentinos que no tuvieran tickets. Al primer grupo de chicos que les preguntamos nos dimos cuenta de que dos de los tres eran argentinos excepto uno de ellos, así que decidimos buscar un argentino y apareció Gonzalo, el chico de Mendoza y entró con nosotros. No lo podía creer. Se emocionó mucho y entramos los cinco juntos”, relató Cinthya, quien explicó los motivos por los que no vendió las entradas. “Yo creo que todo lo que vos das la vida te lo devuelve de alguna manera. A mí me la regalaron para cumplir un sueño, no me parecía lucrar con algo que no me había costado nada”, concluyó. Eso sí, no sin antes agradecerle a Gera, el joven argentino que le regaló los tickets, aunque ella prefiere mantenerlo en reserva “para no molestarlo”. “Sólo sé que es de Buenos Aires. Lo que sí, le dije que desde el domingo tiene una nueva amiga”.
En definitiva, Gera fue el ángel de la guarda de cinco argentinos que pudieron cumplir el sueño de ver a la Selección Argentina campeona del mundo y a Messi levantar la Copa del Mundo. Sin dudas, otro guiño cómplice del señor destino.