Hizo muchas cosas en su vida. Fue labrador, ferroviario, jornalero y empleado de empresas importantes. Sus padres trabajaron la viña en Junín y le enseñaron desde muy chico a ganarse la vida entre los surcos. Cuando entraba en la adolescencia, su familia se alarmó porque era demasiado alto. Recién dejaba la escuela primaria. En verdad era muy delgado y morocho. Sus piernas parecían dos zancos de metal. Para ir al pueblo utilizaba una vieja bicicleta de la casa. Las cubiertas eran anchas y el cuadro un esqueleto de gruesos caños. Así anduvo unos cuantos años. No había pensado con firmeza en el ciclismo. Un día algunos amigos entusiasmaron sus 18 años y se presentó en una prueba de resistencia en San Martín. Fue el 22 de abril de 1956. A las 11.40 de ese día ganaba la primera competencia importante en su excepcional trayectoria. Su figura larga comenzó entonces a ser habitual los domingos y se insinuó como una promesa para el deporte de Mendoza.
Cinco meses más tarde, en setiembre, se lo designó representante de la provincia en el Campeonato Argentino de Persecución. Durante los entrenamientos en Trenque Lauquen fue un desconocido. Extrañaba su modo de pedalear. Con certeza no era un purista del ciclismo. Lo criticaron por su estilo y muchos quedaron asombrados por la fuerza de sus piernas. Llegó a la final. Enfrente tenía al cordobés Héctor Salas, 3 veces campeón nacional. Ernesto Contreras trajo el título. Luego no lo perdería por 7 años consecutivos. En todo ese tiempo le dio a la Argentina un cuarto puesto mundial en Zurich y otras posiciones de relevancia por equipos. En Buenos Aires la crítica lo mencionó como uno de los ciclistas más grandes del país. Su nombre fue comparado con los de Cosme y Remigio Saavedra, Jorge Bátiz, Anselmo Zarlenga, Cavallieri, Contini y otros destacados.
En 1963 perdió su liderazgo nacional en persecución. Regresó a Mendoza derrotado y se dedicó casi exclusivamente a su trabajo. En ese entonces se desempeñaba como obrero ferroviario en Palmira. La mayoría creyó que había llegado el momento de su retiro. Tenía 25 años. Había triunfado desde muy joven. Sin embargo un día retornó a las rutas. Dejó la especialidad que le dio los mayores éxitos y enfrentó a los ruteros más sobresalientes. Fue un regreso lento. La situación económica por la que atravesaba nunca fue desahogada. Le quedaba poco tiempo para entrenarse. Hizo un esfuerzo y otra vez su nombre recorrió las competencias de Mendoza.
El año pasado, con la intervención en el I Cruce de Los Andes, marcó su vuelta definitiva al ciclismo. Cumplió una performance sobresaliente al conseguir el segundo puesto detrás de Delmo Delmastro. Éste diría más tarde: “Contreras es uno de los hombres más grandes que tiene el ciclismo argentino”. Nuevamente su figura charolada se tornaba famosa. Sus piernas siguieron pedaleando domingo tras domingo. Ganó numerosas carreras hasta el II Cruce de Los Andes. Esta carrera, la más importante de América, fue el galardón excepcional de su vida. Ganó como un campeón. Le dio a Mendoza una gran victoria y demostró que todavía tiene la vigencia de hace 10 años.
A partir del día de su gran triunfo, Ernesto Contreras se ha convertido en un ídolo. Nunca tanta gente aplaudió tanto a un deportista. Nunca nadie acumuló tanta emoción como por este hombre de mirada rala y rostro humilde. Ernesto Contreras podrá continuar en un camino de éxito o no. Quizás no haya cumplido su ciclo todavía. Pero él siente que ya ha dado todo. Y lo ha dicho de esta manera: “Pueda ser que con estos pesos que me han dado pueda comprarme una casita. Llevo mucho tiempo corriendo. Quiero seguir haciéndolo, pero creo que he conseguido lo más importante”.
Ahora muchos lo recuerdan en sus comienzos, en las carreras en el Parque General San Martín, cuando su físico invitaba a creer que era un fenómeno y una duda. Siempre fue igual. El gesto suave, la mirada al suelo y su silencio. No ha cambiado. Ernesto Contreras ha logrado lo más preciado a lo que puede aspirar un ciclista: la vigencia por una calidad de campeón. Su hazaña, esta última, ha conmovido a Mendoza. Esa imagen ha marcado un pedazo de la historia en el pedal argentino. Ernesto Contreras, “El Cóndor de América”, grabó para siempre su nombre entre los más grandes del ciclismo.
Junín inaugura un paseo en su homenaje
El próximo lunes, a las 12, la Municipalidad de Junín dejará inaugurado el Paseo de calle Belgrano, en Ciudad, que llevará el nombre Cóndor de América, en homenaje a Ernesto Contreras, nacido en el distrito de Medrano, en ese departamento mendocino.
La iniciativa surgió a partir de un pedido del ejecutivo comunal, que encontró eco en el Honorable Concejo Deliberante y el acto inaugural contará con la presencia de familiares del querido “Negro” y personalidades del ambiente ciclístico de aquellos años, testigos de la jerarquía inolvidable de Contreras a lo largo de 22 años de trayectoria.
Éste será el primer homenaje que recibe el “Cóndor de América” tras su muerte, ocurrida el pasado domingo 25 de octubre, tras sufrir un infarto silencioso y luego de dar positivo para Covid-19.
Sin embargo, quien es reconocido como uno de los tres deportistas más destacados de la provincia, también tuvo homenajes en vida. Uno de ellos fue en agosto de 2017, cuando el Municipio de Godoy Cruz le puso su nombre a la ciclovía que atraviesa todo el departamento. “En mi época no había ni caminos. Celebro las ciclovías. Todo llega y lo bueno de esto es que es planificado y con seguridad”, contó aquella vez, con una amplia sonrisa, Ernesto.
También el Velódromo provincial lleva su nombre, aunque en los últimos días se generó una polémica por la ausencia del cartel de ingreso que así lo indicaba. Incluso desde la familia confirmaron el malestar por lo ocurrido. Sin embargo, el gobierno provincial confirmó que el cartel será restituido en los próximos días.