Agustín Cicarelli (31 años) tiene la voz disfónica de tanto gritar por la Selección Argentina. El día después del triunfo ante Polonia se ha convertido en una hermosa mañana y él aprovecha para contarle su historia sin fin a Los Andes.
Mendocino y fanático del Tomba, desde hace algunos años vive en Barcelona. Asegura que el autor intelectual de toda esta locura tiene nombre y apellido: Tomislav Lolich, su primo, quien vive en Andorra con su hermano Felipe y su papá Sergio Lolich, quien supo ser arquero de Gimnasia, Guaymallén y Godoy Cruz en las décadas del 80 y 90. Los Lolich son oriundos de Villa del Parque, pero desde hace algunos años se radicaron en Andorra.
“Mi primos y mi tío se compraron una camioneta y la equiparon como caravana, la ploteamos con las imágenes de Maradona y Messi y, como no podía ser de otra manera, la bautizamos ‘La Scaloneta”, dice Agustín a modo de introducción.
Aunque sin demasiada información en cuanto al delicado tema de las fronteras, el miércoles 16 de noviembre decidieron partir con destino a lo desconocido. De un continente (Europa) hacia otro (Asia). Desde Andorra hacia Qatar, una travesía que implicaba ni más ni menos que cruzar varios pasos limítrofes infectados de soldados acostumbrados a lidiar en conflictos bélicos.
“Las ganas y la pasión por ver a la Selección nos llevaron a esto, quizá sin pensar todo lo que nos encontraríamos después en el camino”, agrega Agustín, quien es oriundo del Barrio Batala del Pilar de Godoy Cruz, pero hace cuatro años vive en Barcelona.
Hasta Estambul, Turquía, el viaje se desandó dentro de los caminos “normales”. Sin embargo, cuando salieron de Turquía e ingresaron a territorio de Irak, comenzó el sufrimiento. A tal punto, que según afirman los protagonistas, pensaron seriamente en claudicar en la misión y emprender el regreso a Andorra.
La República de Irak está dividida en dos: la Región autónoma Kurda o Kurdistan e Irak federal. Al llegar a ese país se desayunaron que la visa para ingresar a Kurdistán no servía para ingresar a Irak federal. Por el contrario, la visa de Irak federal es válida para ingresar al territorio de Kurdistán. En consecuencia, Tomislav, Felipe, Agustín y Sergio deberían haber conseguido la visa de Irak federal en Estambul y con dicha situación se encontraron cuando ya estaban en Kurdistán.
“A esa altura del viaje, si nos volvíamos teníamos que hacer veinte horas de manejo hasta Estambul para poder hacer la visa. La realidad es que ya veníamos bastante atrasados, así que decidimos probar suerte”, cuenta Agustín.
¿Qué hicieron? En primer lugar, alojarse en un hotel para pensar un poco, hasta que decidieron tomar un vuelo interno desde Kurdistán hasta Irak federal, cosa que no se puede hacer si una persona ingresa por tierra. “Fuimos rogando de que en el ingreso al avión no se dieran cuenta o pasaran por alto de que habíamos ingresado en vehículo”, aporta Agustín con cierto suspenso.
Como el tío Sergio -ex arquero de Godoy Cruz a principios de la década del 90- no habla para nada el idioma inglés, la estrategia fue que, “como él siempre está con una sonrisa y haciendo bromas, se pusiera a hablar con el guardia para distraerlo y que ni se fijara en los pasaportes. Y así fue, el guardia se terminó riendo más de mi tío que de otra cosa y pudimos abordar el vuelo”.
Una vez en Irak federal, donde pudieron finalmente tramitar y obtener la visa después de unas horas y de abonar 77 dólares, el próximo objetivo era volver en taxi a buscar la camioneta. Si tomaban otro vuelo no sólo podían perder muchas más horas, sino también descubrir la anomalía anterior en migraciones. “Nos tomamos un remis de una empresa monopolio del aeropuerto de Bagdad que nos sacaba del aeropuerto, que está como a una hora del centro de Bagdad. En el trayecto le contamos la historia al chofer del taxi y nos dijo ‘tranquilos, yo los voy a ayudar a que paguen el viaje más barato’. Respiramos aliviados, aunque luego nos dejó en un lugar completamente feo del que salió un hombre grandote en una camioneta gigante, nos cobró, nos subimos con otras personas que también viajaban e íbamos todos callados, nadie decía nada porque no hablaban inglés ni nosotros tampoco árabe”, detalla el primo de los Lolich.
Fue así que compartieron el viaje con desconocidos, apostaron por la confianza en el remisero y cruzaron los dedos para poder llegar otra vez a Erbil, la capital de Kurdistán y donde habían tomado el vuelo.
“Encontramos la camioneta donde la dejamos y había que arrancar otra vez de nuevo”, dice Agustín. Claro que no todo terminó allí. Al contrario, la historia recién comenzaba. Porque lo que no sabían los cuatro mendocinos aventureros es que en el camino los pararían aproximadamente unas treinta veces para solicitarles los papeles de la camioneta, los pasaportes y para indagar sobre el itinerario del osado viaje. “En las treinta paradas pasó lo mismo. Al principio, los soldados pensaban que éramos terroristas, pero después cuando se daban cuenta de que veníamos a Qatar a ver el Mundial y que somos argentinos como Maradona y Messi, ya directamente se terminaban sacando fotos con nosotros. Así estuvimos aproximadamente veinte horas para salir de Irak, porque cada “stop” era media hora para dar vuelta la camioneta, mostrar papeles y demás”, describe Agustín.
En el diario de viaje de los Lolich-Cicarelli existe una anécdota que no tiene desperdicio. “Cuando íbamos saliendo de Irak, teníamos una leve información de que la frontera con Jordania cerraba a las 5 de la tarde, pero como íbamos súper atrasados decidimos mandarnos igual. Al llegar, nos encontramos con que efectivamente estaba cerrada y justo nos agarró un militar que nos impidió pasar. Entonces, vimos que había una estación de servicio más adelante y le preguntamos si nos podíamos tirar a dormir ahí y nos dijo “no, no, no. No pueden pasar esta frontera si no ‘danger, danger, pum, pum’ pum’”, nos hacía gestos de disparos con la ametralladora. Nosotros obviamente no sabíamos qué pensar, estábamos con un poco de miedo, pero cuando le contamos la historia, al igual que la mayoría, se coparon, le preguntaron al capitán y nos invitaron a dormir con ellos. Estuvimos durmiendo en el búnker militar toda la noche y la verdad que diez puntos, estaban súper interesados en conocernos y en compartir un poco de lo suyo con nosotros. Así que estuvimos hablando con el traductor de Google más o menos hasta las 4 de la mañana”, relata el mendocino.
Ya en territorio de Jordania, que era la única frontera que tenían para pasar, Cicarelli asegura que les cobraron 500 euros (entre camioneta y visas) para entrar. Estuvimos cuatro horas por Jordania y la verdad que gracias a Dios pasamos rápido por ese lugar porque es bastante inhóspito”, aporta Agustín.
Con el Mundial ya comenzado, el debut de la Scaloneta se aproximaba y ellos no podían llegar a destino. La próxima frontera fue la de Arabia Saudita, donde ya podríamos haber hecho las visas free con la Hayya card, pero como decía, por la desinformación y el apuro que traíamos, nosotros trabajamos todo el día en Andorra y en Barcelona y no tuvimos mucho tiempo de sacar entradas a través de la página de la FIFA. Hicimos las visas normales y pasamos, por suerte lo hicimos rapidísimos y el combustible estaba re barato, a 16 céntimos de euros el litro, así que llegamos a la frontera con Qatar, donde hubo otro problema”, anticipa con otra gran dosis de sorpresa.
Resulta que como venían muy demorados y teniendo en cuenta que habían sacado días de alojamiento desde el 21 al 24 de noviembre (y después otros tres días más porque para pasar la camioneta les pedían al menos cinco días) llegaron a la frontera y les dijeron que debían abonar 5 mil cataríes (alrededor de 1300 euros) y sacar nuevos alojamientos porque los que tenían ya se habían vencido y no podían sacar el permiso desde la página de la Hayya card.
Ahí fue cuando se contactaron con un alma solidaria: Mabkhout, un conocido influencer de Qatar que, según afirman, les dio una mano muy grande. “En un principio no pudo hacer demasiado y entonces decidimos ingresar con un bus que Qatar pone desde Arabia Saudita hasta Doha, ingresamos con ese bus para ver si podíamos llegar a ver el partido frente a México y conseguimos una entrada que utilizó mi tío Sergio porque era su primer Mundial y estaba super emocionado”, narra Agustín.
Eso sí, la historia no terminaba allí. Es que luego del partido frente a México, debieron salir otra vez para Arabia Saudita al rescate de la camioneta. No era para menos. “La Scaloneta” era parte del viaje y del show que habían montado. “Cuando llegamos a la frontera nos encontramos otra vez con el mismo conflicto, no nos podían dejar pasar porque la aplicación de la Hayya no nos permitía hacer el permiso. Y además se había sumado otro conflicto, que era que habíamos ingresado a pie y no podíamos salir y volver a entrar con el vehículo”, cuenta Agustín, quien es oriundo del barrio Batalla del Pilar de Godoy Cruz.
Entonces, no les quedó otra que quedarse en la frontera esperando unas horas e insistir con el llamado al centro de Hayya para ver si les aportaban una solución. Pero no había caso. El “I’m sorry” era la frase recurrente del otro lado del teléfono. En medio de todos esos llamados, continuaban en contacto con Mabkhout, quien se convertiría en una especie de ángel protector.
“De un momento a otro apareció un policía y nos dijo que lo siguiéramos. Subimos a una camioneta, nos hizo seguir a otra camioneta de la policía y nos hizo pasar todos los controles. Cuando llegamos a hacer el permiso de la Hayya, no lo teníamos aprobado. Pero, aparte, no teníamos el hotel y nos querían cobrar una fortuna. Entonces Mabkhout nos dijo que nos iba a pagar el hotel y, lo reservamos, pagamos los 5 mil cataríes para poder ingresar el vehículo y así y todo no se podía por eso de que habíamos ingresado previamente sin la camioneta, así que estuvimos otras dos horas esperando a ver qué pasaba. Nos llenamos de angustia y tensión porque era un continuo conflicto”, describe con lujo de detalles Agustín.
El periplo no podía terminar así. Pasaron unas horas y apareció un policía que era ingeniero en sistemas, se metió a la computadora, corrigió la aplicación y ahí pudieron hacer el permiso de la Hayya. ¿Problema solucionado? Increíblemente, todavía no. “En la revisión del vehículo nos pidieron el carnet de pasaje de la camioneta, que era algo que en las exigencias de la Hayya card no figuraban. Resulta que a pesar de que nosotros veníamos a Qatar por el Mundial, nos explicaron que las leyes son diferentes a las de la Hayya. Después de un rato, apareció Mabkhout levantando el teléfono, nos logró sacar una alternativa que es ir a firmar cada quince días para constatar que todavía estamos aquí y, básicamente, llevar la camioneta”, agrega.
Después de ocho días de viaje, ocho mil kilómetros, ocho fronteras y miles de conflictos, finalmente pudieron pasar con “la Scaloneta” a Qatar. “Estábamos súper felices y no lo podíamos creer después de todo lo que habíamos vivido, siempre en comunicación telefónica con Mabkhout, quien nos invitó a su casa a cenar. Cuando llegamos, nos estaban esperando, habían organizado una fiesta y uno de los policías que nos había hecho pasar en la frontera estaba con Mabkhout en la fiesta. Ahí ya nos relajamos y empezamos a disfrutar el Mundial”, cuenta Agustín.
Lolich, un histórico arquero del Tomba
Sergio Lolich (60 años) figura en los registro de la Liga Mendocina de Fútbol. Luego de hacer todas las divisiones formativas y de llegar a jugar en la Primera de Gimnasia y Esgrima, fue transferido a Guaymallén, donde estuvo tres temporadas antes de recalar en Godoy Cruz, donde fue suplente del “Tano” De Luca en el Godoy Cruz campeón 1989 y después del “Buby” Manchado en el que se consagró en 1990. Hace dos años vive en Andorra y trabaja en un taller de carpintería.
“Ha sido un viaje tremendo, aunque lo más maravilloso ha sido hacerlo con mis hijos. Ellos fueron los que me empujaron, porque si bien yo soy muy futbolero jamás me hubiese imginado hacer esta locura. Fue un viaje muy largo y se complicó en Irak con la parte de la aduana y las visas. No tuve miedo, pero sí mucha desazón porque mis hijos estuvieron preparando esa camioneta durante mucho tiempo para poder viajar”, cuenta Sergio.
Tomislav (32) y Felipe (36) compraron la “Transit” hace dos años. Con la cercanía del Mundial, se tomaron un mes para equiparla y preparala. Unos amigos de la carpintería en la que trabaja papá Sergio, en Andorra, le prestaron el taller para preparar la camioneta.
“Ver a la Selección en un partido de un Mundial fue muy emocionante, y más en un partido que necesitábamos ganar para seguir con vida. El segundo gol lo grité tanto que casi me muero, me quedé afónico. Creo que junto al gol de Cani a Brasil en el Mundial ‘90 es uno de los que más he gritado”, le cuenta Sergio a Los Andes con la voz entrecortada de tanta emoción.
Actualmente, los cuatro mendocinos (Sergio, Felipe, Tomislav y Agustín), se alojan en un departamento en el distrito de Al Mansoura, cerca de Doha. Para el decisivo duelo ante Polonia consiguieron un par de entradas, que esta vez utilizaron el propio Agustín y su primo Felipe. El primer sueño ya está cumplido. Ahora solo resta que los cuatro juntos puedan disfrutar de un partido de la Selección Argentina en el Mundial de Qatar. Sin dudas, sería un premio más que merecido para tanto esfuerzo.