“Felicitaciones. Un equipo de autor en su primera experiencia. Felicitaciones de verdad”, soltó un Marcelo Bielsa genuino cuando Lionel Scaloni lo fue a saludar antes de comenzar el clásico rioplatense en la mítica Bombonera. Después, ya en el verde césped, con la influencia decisiva de la ejecución de los intérpretes, el maestro superó al alumno.
Uruguay le dio una lección táctica-estratégica al seleccionado campeón del mundo. Porque, salvo en esos primeros minutos de protagonismo albiceleste, la realidad es que Argentina jamás pudo encontrarle la vuelta al enmarañado tramado quirúrgico de la Celeste en el mediocampo para tapar líneas de pase y reagruparse rápido por detrás de la línea de la pelota.
Es cierto que Bielsa se ganó el mote de “Loco” por la demostración quizá desmedida de sus emociones, pero está claro que no come vidrio, dejo de lado algunos fundamentalismos tácticos para convertirse en un entrenador más íntegro, capaz de poner su sabiduría para cargarse -en el lapso de un mes- a Brasil y a Argentina con sendos triunfos por dos goles de diferencia y sin recibir tantos en su arco.
El 4-2-3-1, con Ugarte y Olivera rozando el límite del juego fuerte para sacar del partido al capitán Messi y a su lugarteniente, De Paul, descolocaron a la Selección Argentina después del tumulto que se armó en el minuto 19.
El gran mérito de Uruguay fue apelar al catenaccio en defensa y abrirse como un abanico a la hora de atacar. Con De la Cruz, Maxi Araujo y Pellistri retrocediendo para formar un 4-5-1 en faz defensiva que ocupaba todo el ancho del campo con “Pajarito” Valverde, Ugarte y Olivera siempre dispuestos a saltar de a dos a la presión contra el receptor de turno, generaron que Leo tuviera que retroceder demasiado, cómo en esas épocas en las que era el “10″ contra el mundo.
Así, frente a un rival intenso y activo para erosionar el funcionamiento del equipo argentino, la Scaloneta padeció la ausencia de ese juego de asociación interior aceitado que suele romper con pases filtrados al cajón, por bandas, para terminar con un cambio de orientación que ponga de frente al gol a Messi (cómo ante Perú), Julián o Nico Gonzalez por el lado opuesto, por dónde normalmente siempre hay menos piernas.
Argentina padeció demasiado de las imprecisiones de Enzo y Alexis en el mediocampo. De hecho, en una decisión poco habitual en esta era, Scaloni hizo una modificación en el entretiempo: Lautaro Martínez por MacAllister, aunque la verdad es que podría haber salido cualquier jugador del mediocampo.
El enroque posicional de Nicolás González (pasó de izquierda a derecha) propició que Julián se corriera unos metros hacia la izquierda, como aquel volante por izquierda que solía poner Gallardo en el River de la Copa Libertadores 2020. Pero la presencia del jugador de la Fiorentina se sostuvo apenas ocho minutos, algo que realmente no se entendió porque Fideo bien podría haber ingresado en el entretiempo.
Al rato, Exequiel Palacios fue parte de un plan B que tampoco funcionó a pesar de que Argentina tuvo su momento de protagonismo, con un par de desbordes picantes de Di María, y un tiro libre de Messi que devolvió el travesaño.
A esa altura, Scaloni ya había cambiado medio equipo. El DT también probó con “Huevo” Acuña y Lo Celso, pero el plan C tampoco funcionó. La historia no cambió demasiado porque Uruguay se mantuvo firme en su Marsterclass. Argentina siguió siendo víctima de su inconexión, que derivó en el pase largo sin sentido como síntoma de la confusión.
Por el contrario, Uruguay jamás perdió la línea ni el foco. Aguantó cuando tuvo que hacerlo y continuó apelando a su juego directo, con transiciones rápidas para encontrar a Darwin Núñez con tiempo y espacio para explotar los espacios que la Selección dejaba a espaldas de su eje y en el intérvalo lateral-central en ambas bandas, lo que llenó de dudas a Molina y Tagliafico a la hora de hacer el 2-1 por los extremos. De hecho, el propio Scaloni lo reconoció en conferencia: “Nahuel (Molina) quedaba un poco lejos de Fideo porque Uruguay dejaba siempre un jugador por ese sector y eso a veces te hace dudar sobre si ir o quedarte. En ese sentido tampoco estuvimos finos. Y eso fue mérito de Uruguay”, dijo el mentor de la Scaloneta post derrota en la Bombonera.
Una derrota así, la primera desde el debut en Qatar terminó con la luna de miel del campeón del mundo. Esta lección futbolística indica que el equipo debe volver a las fuentes, aggiornarse y recuperar el funcionamiento individual que potenció al colectivo y llevó a la Selección a lo más alto del mundo. Argentina se tomó un permitido, y está bien. Ningún equipo es imbatible ni tiene la capacidad de ganar siempre, menos aún cuando tiene rendimientos tan por debajo del nivel habitual como los que padeció ante Uruguay.
En algunos casos, como Enzo y Julián, por ejemplo, vienen bajos de hace un tiempo, pero el jueves a la noche se sumaron Molina, Otamendi, De Paul, Mac Allister y Nico Gonzalez, quienes rozaron el aplazado.
Sin dramatizar, habrá que reajustar algunas piezas de la máquinita para que el funcionamiento vuelva a ser el de ese equipo que hace un año tocó el cielo con las manos en Luisail. Porque hasta hace poco más de 24 horas, este equipo de Scaloni no tenía fisuras y mucho menos Talón de Aquiles alguno.
Todos sabemos lo que pasó la última vez que esté equipo recibió un sacudón inesperado: encadenó juego con fuego sagrado hasta ser campeón del mundo. El próximo martes por la noche, en el Maracaná, justo ahí, donde empezó a escribirse el primer capítulo de la zaga más dorada de la Selección Argentina, el equipo tiene otra exigente prueba para demostrarlo. Una ineludible cita con la historia para volver a ser ese “equipo de autor” del que habló el “Loco” cuerdo de Bielsa.