Khalida Popal (34 años) representó al seleccionado de Afganistán hasta mediados de los en 1996, cuando huyó del régimen existente entonces. Actualmente reside en Dinamarca y lidera ONG ‘Girl Power Organization’ la cual fundó con el objetivo de empoderar a las mujeres y niñas de Europa y Medio Oriente a través del fútbol femenino.
En una entrevista realizada por Mundo Deportivo, la jugadora habló de la situación socio política y cultural que está viviendo su país y donde las mujeres son minimizadas y neutralizadas absolutamente. De allí que sintió la necesidad de pedir ayuda internacional para las féminas de su país, ya que ninguna mujer podrá practicar deportes con este régimen.
“Las jugadoras ahora son un enemigo para el régimen talibán. No van a poder jugar a fútbol porque vuelve a estar perseguido, como sucedía antes, cuando me vi obligada a huir del país. Ya no hay derechos para las mujeres ni las niñas”, denunció.
Khalida creó la selección nacional femenina y desde hace apenas dos años que se realiza la Liga femenina en Afganistán, la cual actualmente cuenta con más de 5.000 jugadoras. Sin embargo, tras este cambio rotundo en el gobierno afgano, con dura cultural talibana, las futbolistas están prácticamente condenadas: “Estoy muy triste y desolada, sin esperanzas”, expresó.
Y agregó: “Estamos en peligro. Se está atentando contra los derechos humanos y pienso que la comunidad internacional debería intervenir. Necesitamos ayuda, necesitamos que nos protejan”.
En Afganistán está prohibido que las mujeres practiquen deporte, estudien, salgan solas de casa, ni mucho menos insinuar o mostrar una parte de su cuerpo en público. Restricciones sostenidas en la extrema ley ideología islámica.
De allí, que por temor a que las jugadoras corran peligro, Khalida las alertó pidiéndoles que se escondan o huyan del país, para evitar que las delaten o denuncien. Pidió que salven sus vidas porque “los talibanes están por todos lados. Están dando vueltas creando e imponiendo miedo”, avisó.
¿Quién es Khalida Popal?
Khalida es una ex jugadora de fútbol formó reistencia a las leyes machistas del régimen islámicos desde que le dijeron que el fútbol sólo era para hombres. Sufrió la prohibición en aquellos tiempos entre el 2001 a 2015, cuando era el tiempo de los talibanes y de George W. Bush.
Y ella, con 14 años, comenzó a correr tras una pelota, después de la escuela, pese a las restricciones. Desde escupitajos a pelotas reventadas, recibió como aviso. Sin embargo, esos días la marcaron para trazar su camino. Y aunque pese a que su familia con la intención de protegerla, le prohibió continuar con esa obsesión, en 2007 creó la primera selección femenina de Afganistán y aprovechó los entrenamientos y las aulas de clase para decirles a las mujeres que no debían casarse si no querían, a pesar de sus familias, y también que debían seguir usando el velo para que las dejaran jugar, pero que el próximo logro debía ser destaparse el rostro.
Integró el seleccionado de su país, y superando los 20 partidos, se rompió los ligamentos. “Los médicos me dijeron que no podía volver a tener contacto con el balón en el momento que me sentía vieja para jugar —cuenta—. Me sentí frustrada. Fuera del campo había insultos y gente apresada por reclamar sus derechos. Adentro descargaba la energía necesaria para evadirme”.
Luego, tras las agresiones a su hermano y a su entrenador y de ser amenazada de muerte, en el 2011 viajó a la India, sin poder despedirse de su familia, equipos ni amigas. Luego partió hacia Dinamarca para encontrar la claridad.
“En una noche tuve que asimilar que salía de mi país para seguir viviendo. Quería despedirme de mi familia, pero no pude. Maldije ese día”.