Independiente Rivadavia sigue con “el virus” de los barrabravas. Un grupo que pretende sacar rédito y beneficios propios a sus intereses, que nada tienen que ver con lo deportivo.
Este domingo la delegación que venía de Santa Fe, tras caer por 2-1 ante Atlético Rafaela, fue interceptado por nueve delincuentes que dicen ser hincha de la Lepra.
¿Hinchas? No, porque el hincha es el incondicional, en las buenas y en las malas, y siempre alentando por su equipo.
Aquí la situación difiere, y mucho. Fue un reducido grupo violento que atacó y ‘apretó’ al plantel, por no haber podido entrar a la cancha en Rafaela –según informes-. Y, aparentemente, agravado por la seguidilla de partidos sin ganar, no contemplando que aún mantienen el puesto de privilegio en la zona B de la Primera Nacional.
Entonces, ¿por dónde pasa estas amenazas? Y la respuesta siempre es la misma: por poder, por impunidad, por dejar en claro que haberlos dejado afuera tiene sus consecuencias. Con la excusa de que ganar es lo que importa, de vida o muerte. Literal.
Acá no entra el “espíritu deportivo”, eso es para el amateurismo o las infantiles. En el profesionalismo, las fichas tienen a otros protagonistas, y los hinchas pretenden ser quienes las manejan.
Al llegar al Bautista Gargantini, con custodia policial desde el Arco de Desaguaderos, el temor del equipo por sus vidas, dejó entrever la gravedad del hecho. Una amenaza por la cual la Justicia debería tomar cartas en el asunto de manera urgente.
Independiente, como institución, intenta hacer cambios no sólo desde lo deportivo, sino desde lo social. Pero con respecto al círculo de los barrabravas, le es imposible de controlar. Eso quedó claro.
Hoy la Comisión Directiva está reunida con el técnico Gabriel Gómez para convencerlo de que cambie su opinión en cuanto a su renuncia. Lo mismo con su presidente, Carlos Castro. Con el fin, de que esta tendencia no llegue a los jugadores.
Ahora bien. Los antecedentes dicen que estos grupos que siguen impunes, continuarán. ¿Y Justicia? Inexistente. Cuánto tiempo pasó acaso, de aquel hecho en el Bautista Gargantini, donde hubo corridas, disparos, quemas de banderas, dos heridos y autos destrozados en las afueras del club. No mucho, fue en febrero del 2020. ¿Y cuál habría sido el detonante de aquel incidente? El control de la barra, después del asesinato de Omar “Camel” Jofré.
La mafia persiste, sin dudas, en la barra de la Lepra. Y el episodio de este fin de semana, no debería ser tolerado.
Ojalá, que una vez por todas, se tomen decisiones institucionales ante estos hechos de terrorismo. Aunque estas facciones parecieran ser más fuertes que la seguridad y la Justicia misma.