Balas de goma y gases lacrimógenos, botellas y piedras volando por los aires, vallas derribadas, corridas, heridos y decenas de detenidos tiñeron en la tarde de este jueves lo que había empezado como una ordenada, pacífica y festiva despedida de los restos mortales del astro argentino del fútbol Diego Armando Maradona en la Casa Rosada.
Enseguida que el descontrol pasó a protagonizar una jornada dolorosa para millones de fanáticos del fútbol, la interpretación política sobre las responsabilidades ante la represión y el caos se hicieron presente. Fue el ministro el Interior, Eduardo “Wado” de Pedro el primero en echar culpas sobre la gestión porteña de opositor Horacio Rodríguez Larreta.
“Le exigimos a Rodríguez Larreta y a Diego Santilli que frenen ya esta locura que lleva adelante la Policía de la Ciudad. Este homenaje popular no puede terminar en represión y corridas a quienes vienen a despedir a Maradona”, escribió De Pedro en su cuenta de la red social Twitter.
La coordinación del velatorio en Casa Rosada se encontraba a cargo de Presidencia de la Nación, según informó el Gobierno. Y para mantener la seguridad en la zona, se encontraban trabajando 1.200 efectivos entre Policía de la Ciudad, Policía Federal Argentina, Gendarmería Nacional y Policía de Seguridad Aeroportuaria (quienes, además, contaban con scanners) para controlar y asistir a las personas en las inmediaciones de la zona de mayor concentración popular. A ellos se suman 80 agentes de tránsito de la Ciudad.
Asimismo, personal de Protección Civil del Ministerio de Seguridad de la Nación dispuso cuatro postas sanitarias en la Plaza de Mayo y un equipo de comunicaciones. El Ministerio de Defensa de la Nación, por su parte, colocó siete postas sanitarias para brindar asistencia a quienes las necesitaran.
Todo comenzó cuando a las 13 las Policías de la Ciudad y Federal pidieron a los fanáticos que desconcentren la fila porque, por una cuestión horaria, ya no iban a llegar a despedir a su ídolo. Fue a 500 metros del acceso a la Rosada, en Avenida de Mayo y Avenida 9 de Julio. Pero la cola se extendía mucho más, llegando casi a Constitución, a unas 18 cuadras de donde estaba el cuerpo del ídolo que llevó a la Selección Argentina de fútbol a ganar la Copa del Mundo en 1986.
Lo que había sido una vigilia tranquila y festiva en el Obelisco durante la noche y un peregrinar ordenado en la mañana se convirtió de pronto en un desborde total. Hubo corridas, empujones, gritos. La Policía tiró balas de gomas y gases lacrimógenos. Y, pasadas las 14:30, hasta el presidente Alberto Fernández salió de la casa por Balcarce 24 para pedir calma, pero nadie le hizo caso alguno.
Liderados por barrabravas de Gimnasia, el último equipo del que Maradona fue director técnico, los hinchas treparon las rejas perimetrales de la Casa Rosada e ingresaron hasta el patio de las Palmeras. A pocos metros estaba parte de la familia Maradona, el Presidente y la vicepresidenta Cristina Fernández, quien llegó a las 14:30 y tras saludar a Villafañe tuvo que recluirse por el descontrol en la oficina del ministro del Interior, Eduardo de Pedro.
A las 15.30, mientras afuera había corridas y más de cien fanáticos permanecían en el interior de la Casa de Gobierno, la familia pidió cambiar el ataúd al Salón de los Pueblos Originarios. La transmisión oficial de televisión se cortó. Para entonces, el ingreso formal de hinchas había terminado. Cuando el termómetro al sol marcaba 30 grados, los bomberos regaron a la gente que se agolpaba contra el cordón de la fuerza de Infantería y la Gendarmería.
Ante la estampida popular, Fernández, la vicepresidenta y De Pedro dialogaron con Villafañe y las hijas del fallecido. Les pidieron que aceptaran extender el horario del velatorio que inicialmente era hasta las 16.30. Se amplió hasta las 19. Pero esto no calmó los ánimos y los incidentes continuaron, con más detenidos y heridos.
Había gente con bronca por haber esperado tantas horas y no tener el acceso al salón del sepelio asegurado. Había barrabravas corriendo por las calles y personas pasadas en el consumo del alcohol. El centro porteño se convirtió en una zona de varios puntos de batalla campal.
“Sabían que se iba a pudrir todo. Sabían que se iba a generar este quilombo si el velatorio era tan corto. De ninguna manera la idea fue venir a pudrirla, sólo queríamos despedir al Diego”, dijo un hincha de Boca Juniors, el equipo del que Maradona fue jugador, fanático e ídolo en declaraciones a los medios de comunicación.