Un equipo que pretende ser protagonista debe reunir varias cosas, entre ellas: jerarquía, experiencia, buenos planteos de su entrenador, y sobre todo, ganas. Muchas de esas cualidades las tiene este Boca que por momentos pasa del aburrimiento al bostezo y viceversa. Son contados con los dedos de una mano los encuentros donde el equipo mostró un nivel superior al del rival de turno. Y encima se viene la serie con Palmeiras por Copa Libertadores.
Pero este equipo de Jorge Almirón va de mal en peor. Quizás el exDT de Godoy Cruz tenga el mayor porcentaje de responsabilidad porque es él quien arma lo once de un partido al otro. Aunque también, los “hombres” que pone, salvo excepciones, dejan mucho por desear. Parecen estar sin ganas y, por historia, quien no pone eso que empieza con “h” no puede -ni debe- ponerse la camiseta de Boca. O tal vez, como pasó muchas veces, ninguno se imaginó que la camiseta era tan pesada. Hace pocas horas, Esteban Rolón, dijo: “No es lo mismo jugar en Boca que en otro equipo. Tiene otros condimentos, lo que es La Bombonera, el club. La semana se vive diferente y los partidos también”. Y vaya si es que no tiene razón. Llegó como figura y se fue a préstamo a Belgrano de Córdoba. Como ese, miles de casos.
Pero el foco acá está en otro lado, en las decisiones técnicas-tácticas de Almirón. Boca pasó a ser el “deportivo ganar siempre” a uno más del montón, y mire que sobran equipos en la Primera División de AFA. Es que no se entiende, o no logro entender, cómo un club como el Xeneize puede afrontar un partido con un doble “cuatro” y un doble “tres”. Solamente puede pasar en Boca, en las ideas que tiene Almirón, que pasa de sorprender -a veces- a planteos que nadie logra comprender. Weigandt-Advíncula y Fabra-Barco, juegan casi de lo mismo, la diferencia, quizás, solamente la encontremos en las edades de cada uno. Después, todos saben lo que hacen en defensa y lo que pueden aportar en ataque. Por tanto, sin jugar al engaño, hay que cambiar porque queda poco tiempo para el principal objetivo. Boca debe jugar a lo Boca, como lo marca su gloriosa historia. Sin la necesidad de inventar posiciones y dejando que aquellos que pueden marcar ciertas ventajas, tengan el respaldo de hacerlo.
Otra cosa. Después de muchos intentos, Edinson Cavani les dio el “sí” a los dirigentes, pero para qué. ¿Para hacerlo jugar de enganche? ¿Para que deambule por el terreno de juego? ¿Para tener que retroceder hasta el mediocampo para ver si toca una pelota? Así, imposible. Pobre el “Matador” que llegó ilusionado con mostrar toda su jerarquía y por el momento pasa desapercibido porque no le llega juego. Reitero, no es su culpa. Lo mismo para Darío Benedetto -quien para colmo está peleado de su plenitud- y para Miguel Merentiel. Ninguno de los tres es mago para hacerse con chances concretas, si que pueden contribuir en la construcción de las mismas.
Acá pasa todo por el DT. Porque si uno se guía por los resultados, están acompañando más de lo que el equipo ofrece. Pero lo preocupante continúa siendo la forma en que el equipo juega. No se sabe a qué. Tiene mucho tiempo la pelota y no se sabe para qué. Con jugadores que pasan a 20 metros del que la tiene. Sin rompimiento de líneas, con un Medina que muchas veces se termina contagiando del resto. Con futbolistas que entran y no aportan soluciones y con un arquero como Sergio Romero que siempre salva, pero no todos los partidos se definen por penales. Y que en fútbol se dependa más de las manos que de los pies es todo un síntoma.
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