El director técnico argentino Marcelo Bielsa se acreditó el derecho a dirigir la próxima temporada en la Premier League inglesa, al consumarse el ascenso del Leeds United, líder del torneo de segunda división, con la derrota del escolta West Bromwich Albion ante Huddersfield (2-1) en la 45ta. y penúltima fecha.
Esta “Premier Leeds” se corresponde con una siembra noble y fecunda: merecida por el propio camino recorrido en el Championship y de corte vindicatorio de la deuda eterna que le endilgan al rosarino sus detractores.
La conquista incluso estará acompañada por la chapa de campeón de la categoría en caso que Brentford -tercero- resigne algún punto mañana en su visita a Stoke City o bien el domingo si el propio Leed suma al menos un empate en campo del Derby County.
Convencido, formado, dedicado, pedagogo y carismático a su pesar, Bielsa goza del logro recién llegado a su puerta a tres décadas de su debut como entrenador de Newell’s y a pocos días del cumpleaños 65, que será el martes próximo.
Un Bielsa biológicamente otoñal y pasionalmente lozano, en la medida que se alude a un animal futbolero de los que sólo persiguen horizontes capaces de potenciar lo propio sin dejar de honrar las expectativas de sus contratantes.
Un Bielsa, que no es el portador de las mejores respuestas a las peores preguntas, pero tampoco, ni de lejos, un mero producto de la sobreactuación del laboratorio y el método.Aceptadas las legítimas objeciones a una manera de concebir el fútbol y a los alcances de sus derivas -eso que a grandes trazos se entiende como “los resultados”-, es inaceptable, injusto por donde se mire, subsumir su carrera en la estrepitosa caída del Mundial 2002.
Han pasado 18 años del Waterloo de Migayi, habían pasado 12 años desde sus primeros pasos en el fútbol profesional y desde septiembre comenzará a escribir páginas en un universo, el de la liga mayor de la tierra de los inventores del juego de la pelota número 5, que lo recibirá con respeto y valoración.
Con el mismísimo Pep Guardiola a la cabeza, que en enero último, cuando Manchester City cedió a préstamo a Ian Poveda, dijo que para el juvenil sería “increíble” hacer su experiencia con uno de los mejores entrenadores del mundo.
En esa Premier League, y el dato salto a la vista, de magras estadísticas en materia de técnicos argentinos: apenas si los cordobeses Osvaldo Ardiles y Mauricio Pellegrino y el santafecino Mauricio Pochettino en Tottenham Hotspur y al que Bielsa, tan luego, orientó desde las divisiones menores de Newell’s, promovió e impulsó hacia los mejores años de su trayectoria de defensor central internacional.
Devenido Gran DT, en la cresta de la ola en los Spurs, Pochettino se deshizo en palabras de elogio para con Bielsa, al punto de ponerlo a la misma altura de próceres como Carlos Salvador Bilardo y César Luis Menotti: “Marcelo es como mi padre, un segundo padre. Es un gran director técnico y es mi deseo que haga un trabajo fantástico y cambie la realidad del Leeds. Lo quiero y siempre lo voy a querer”.
Y vaya si Bielsa ha cambiado la realidad de un elefante dormido que tras su cresta de la ola en no menos de cuatro décadas del Siglo XX había sufrido una caída libre que incluso puso en riesgo su existencia misma; al Leeds que puso de pie y llevó a la Premier tras 16 temporadas al mando de una materia prima de lo más terrenal.
Para conocimiento de legos, despistados y malintencionados, el plantel del Leeds United que hoy celebra el ascenso no consta entre los de mayor jerarquía ni el sostenido por un alto presupuesto destinado a los refuerzos. Lo cual, por añadidura, invita a reconocer que Leeds es un equipo de autor por la reconocible impronta de su guía, más fundamentalista en el Championship anterior, el que terminó en clave de autodestrucción, acaso más pragmático hoy, pero siempre inspirado en los pilares de la franqueza en pos de la tenencia de la pelota y el ataque denodado, en la intensidad y en definitiva en esa regla de oro que da en llamar “ejercer el protagonismo”.
Luego, la aseveración de Pochettino, la que lo destaca en el mismo rango que Bilardo y Menotti, es igual de indemostrable que de fortalecida por un elemento de meridiana claridad: en términos de cultivo de trabajo propiamente dicho y de prestigio acumulado en el exterior, lo de Bielsa se inscribe a la altura de los mejores técnicos argentinos de todos los tiempos.
“Loco”, llaman a Bielsa, pero no todos los locos son Bielsa: el 90% de los jugadores que ha dirigido estiman su huella y lo aprecian, un estadio lleva su nombre, le han dispensado 18 libros y hasta ha sido admirado en Game of Thrones: en una entrevista para la televisión, el actor británico Nikolaj Coster-Waldau, el que se puso en la piel de Jaime Lannister, habló de un “tipo al que hay prestar atención, llamado Bielsa, que llega y mágicamente transforma el mundo en algo grandioso. Y luego todos diremos: ¡confiamos en Bielsa!”.
Coster-Waldau es sólo uno de los miles y miles de seguidores del Leeds United que a estas horas levantan una copa acompañada por otras copas y en otras geografías, puesto que si no se ha subrayado hasta aquí, por raro que parezca, en todo caso igual de raro que de palpable, este señor con fama de desangelado, al que el Dios Fútbol mucho le ha quitado y hoy le da, dispone del infrecuente privilegio de ser un técnico con hinchada propia.