Siempre es bueno volver a casa. Sensación parecida al de un regreso del exilio que, tras décadas en la lejanía, se vuelve a sentir el cobijo, abrazo, y de que eso que ves, es tuyo. Un sentimiento profundo de pertenencia. Esa que algunos pudieron sentir cuando se abre la puerta y sorprendés a tus viejos diciendo “has regresado”.
Volver a ser local es reencontrarse con el cariño de barrio, de los viejos amigos de la infancia y con los recuerdos más añejos y únicos. Cuántas charlas surgidas en la mesa, en el almacén de la esquina, en la fila del Banco, en la previa y las que habrá después. Que Godoy Cruz vuelva a jugar en su casa despierta muchas expectativas y no sólo de sus hinchas. Toda una provincia estaba esperando que este Expreso de Primera vuelva a estacionarse en el Feliciano Gambarte.
Este día de reestreno llegó. Las emociones son diversas, la ilusión es fuerte, a tal magnitud que hasta los extraños se contagian e incluso, quienes son simpatizantes de otros clubes.
Quienes fuimos testigos de ver al Tomba en su estadio ante su gente alborotada, la misma que acompañó en su camino trazado, también lo hicimos luego de su desplazamiento al Malvinas. Y la sensación, por más espectáculo que se haya armado a su alrededor, fue de retroceso.
Vimos pasar 16 años siendo el único club sin poder jugar en su estadio. El club de las grandes hazañas en los últimos tiempos, embajador del fútbol mendocino, tenía que volver al corazón de Godoy Cruz, al Feliciano Gambarte.
Por eso desde este domingo habrá un antes y un después. El Tomba vuelve a casa. Vuelve a sentirse dueño en el verde césped resembrado y bajo la sombra del mítico tanque, esa mole de cemento, guardián, visiblemente desde la Costanera. El centinela que supo esperar paciente a que se abrieran por fin las puertas de su casa para un nuevo partido oficial. Ya no estará solo. Con el sol dando la espalda a la Cordillera, pintada en el cielo como fondo de tal obra artística memorable e imposible de ignorar, se agigantará imponente.
Él será referente y testigo, mientras todos empujemos por ese equipo que, futbolísticamente creció sin poder verse contenido entre sus paredes. Que estuvo cerca de un campeonato y explotó en la Libertadores. Y que hoy necesita más que nunca de este premio motivador, de valor e identidad.
Godoy Cruz, un grande del interior, recuperó su estadio. A fuerza de acompañamiento, recursos, voluntades y un mismo propósito, que lo hizo posible en el año del Centenario. La Bodega, escenario de leyendas e hitos arraigados en lo más profundo de cada godoicruceño de ley, vuelve a palpitar.
Y lo sentiremos en cada rincón del Feliciano Gambarte. Resurgirán gritos y cánticos de aliento como fantasmas en los muros, porque, aunque el público no podrá hacerse presente, el estadio vibrará por la fuerza de la multitud expectante a la distancia, en las calles de los alrededores, en hogares… en el alma, en el cielo.
Porque esa pasión se hará sentir. Y porque ese amor que se hereda, no muere jamás.
El estadio de Godoy Cruz, está vivo. Y hoy todos seremos testigos de eso.