Ayer gozaba y lo festejábamos todos. Hoy sufre, y también lo padecemos todos. El fútbol es así de impredecible. En tan solo un parpadear, se puede pasar de la inmensa alegría de un ascenso a la Primera Nacional, a un triste presente. Porque entre la fiesta interminable de ese 31 de enero -que todavía permanece fresco en la memoria de los hinchas- a este momento preocupante, apenas pasaron cinco meses. En un abrir y cerrar de ojos, lo que era un camino de rosas, repentinamente se llenó de espinas.
Y ya no se trata solamente de estar “pagando el derecho de piso” por haber incursionado en una nueva categoría. Va mucho más allá de eso. El Deportivo Maipú está viviendo una innecesaria etapa de transición dentro de un incipiente camino sobre lo desconocido. Entonces, esa estructura que parecía armada sufrió tantas alteraciones que se ha debilitado a su mínima expresión. Y mientras sufre el proceso en carne propia, los adversarios se aprovechan.
Belgrano es un fiel testigo de tal aseveración. Porque el Celeste no necesitó una de piratas para torcer el rumbo de una historia que había comenzado desfavorable. Al recuperado equipo de Guillermo Farré le bastó con ser prolijo, ordenado y sacar petróleo de cada horror defensivo de un equipo que hace rato perdió esa identidad que había demostrado en el último Federal A y en los albores de este sueño que, definitivamente, se está convirtiendo en una gran pesadilla.
Con el libreto diseñado para la ocasión (3-4-1-2), Maipú desarrolló unos muy buenos primeros veinte minutos. La línea de tres centrales en el fondo estaba sólida, los laterales (Bonacorso y Díaz) garantizaban amplitud y profundidad por los costados, había corte y confección en la dupla Antonio-Tonetto, Ortega se movía eficazmente como enlace y los dos puntas amagaban con complementarse: el Rayo Veliez como extremo y Castelli como centroatacante.
Pese a algunas imprecisiones en la salida vía Moreyra o Corulo, Maipú se hacía rengo para ubicar casi siempre a Ezequiel Bonacorso con tiempo y espacio para lanzar el centro a la carrera. Y fue justamente luego de una acción por ese andarivel que llegó la apertura del marcador.
A espaldas de Romero y Asprea, Luciano Ortega le imprimió la pausa necesaria a la pared con Bonacorso y el “Corcho” mandó un centro envenenado desde la derecha que alcanzó a peinar Novaretti, aunque por el segundo palo apareció como una tromba Diego Tonetto para controlar con el abdomen y meter un zurdazo furioso que infló la red del arco defendido por Losada. Golazo y 1-0.
Con la inyección anímica de la ventaja, otro Cruzado asomaba en el horizonte de una tarde casi otoñal. Belgrano y su goleador Vegetti se fastidiaban porque los minutos pasaban y el Pirata no pisaba el área maipucina y Maipú parecía tener controlada la situación. Sin embargo, el equipo de Theiler se fue desinflando. La intensidad ya no era la misma y Belgrano empezó a tener posesiones más largas con Miño como abanderado.
La primera distracción llegó tras un lateral: Miño asistió a Vegetti en la puerta del área grande, el “9”fusiló a Mauro Rodríguez y el arquero de Maipú ganó el duelo con una tremenda atajada en dos tiempos. El aviso no alcanzó. Porque tres minutos después, ¡luego de otro lateral!, Miño recibió sobre la izquierda, apiló a tres jugadores, sacó a pasear a otro y mandó un centro al segundo palo que superó a toda la defensa y Barinaga remató de volea, con zurda para poner el 1-1.
El baldazo de agua fría pasó a ser un baño de realidad cuando en el inicio del complemento Belgrano se paró 20 metros más adelante. Maipú retrocedió, Theiler sacó a Ortega (uno de los mejorcitos) Farré acertó con Zapelli, quien mandó a guardar la primera que tocó. Pese a terminar con un 3-4-3, Maipú no llegó nunca más. Y el Pirata se fue silbando bajito...