“¡Diego vive!, ¡Diego es para siempre!”. Un alarido rompe la silenciosa espera de decenas de hinchas del legendario futbolista argentino, Diego Maradona, frente al hospital donde fue operado con éxito de un hematoma en la cabeza.
Soportando viento y frío frente a las luces de neón de la Clínica Olivos, en el suburbio norte de Buenos Aires, los incondicionales seguidores de Maradona recibieron hacia la medianoche del martes la noticia de que su ídolo, de 60 años, se recupera satisfactoriamente de la cirugía a la que fue sometido de urgencia por un hematoma subdural.
“íQué alegría!, estábamos seguros que iba a salir de esto y ansiosos de que regrese a la cancha”, confió Gonzalo Arriera, un chofer de autobuses de 47 años, que dice tener un vínculo “espiritual” con el campeón mundial en México-1986.
Un lienzo gigante instalado a las puertas del hospital muestra al jugador besando la Copa del Mundo. A su lado, varias pancartas con mensajes de aliento que dicen “Mucha fuerza Diego, te queremos” o “Diego, solo te pido una gambeta más”.
Arriera recuerda que en su infancia “la vida era ver a Diego jugar” y expone sin tapujos su idolatría por el ’10′: “Nunca discuto con nadie si es el mejor o no. Es el mejor y ya”.
Resueltos a no moverse hasta ver salir a su ícono del hospital, lo cual podría tardar 48 horas, muchos fanáticos pidieron pizzas y compartieron mate caliente.
El indomable virtuoso del balón disputó 676 partidos y anotó 345 goles en sus 21 años de carrera, pero también sobrevivió a dos infartos, varias cirugías y una internación psiquiátrica tras una vida de excesos con drogas duras y alcohol.
Ahora DT del Club Gimnasia y Esgrima La Plata, Maradona vive bajo tranquilizantes y ansiolíticos.
“Sabemos que vienen momentos difíciles para él y confiamos mucho en que siga las indicaciones médicas”, dijo fuera de la clínica Pedro Miño, un jubilado de 71 años y miembro de la filial norte de Gimnasia y Esgrima.
Fervoroso practicante de la improbable Iglesia Maradoniana -que reúne miles de admiradores en el mundo-, Walter Rotundo desea que su campeón “pueda vivir la vejez que merece”.
Este hombre de 38 años asegura que su vida cambió gracias a Maradona, a quien rindió tributo nada menos que con sus dos hijas mellizas, a las que llamó Mara y Dona.
“Como cualquier religión donde los fieles intentan hacer lo que su Dios predica, nosotros intentamos hacer lo que Diego haría: tener una generosidad gigante, ser buena persona, tener amor por la camiseta, caer y levantarnos”, explicó con la mirada encendida, detrás de un tapabocas con la imagen del jugador y bajo una gorra que dice “Maradona”.
Cintya Vera, ama de casa de 40 años, viajó durante más de dos horas en transporte público para llegar a la clínica cuando se enteró de lo que sufría su ídolo.
Incondicional de Maradona, lleva sobre su brazo, un tatuaje del futbolista con la camiseta de la selección argentina, en el cuello, su nombre, en la mano, le dedica la palabra “DIOS”, en la pantorrilla, de nuevo el jugador besando la Copa del Mundo.
“De chiquita mi papá me enseñó los partidos de él y ahí me quedé fanática. A él en cada tatuaje le digo ‘gracias’. Ha guiado mi vida, siempre he dicho que el único Dios que existe es él”, refirió la mujer.
Como ella, muchos argentinos sienten que Maradona les es muy cercano, y que su historia se entreteje con la de su familia. Por eso, no dudaron en acompañarle con rezos y oraciones mientras estaba en el quirófano.
Habitante de un barrio pobre igual que lo fue Maradona, Nicolás Sanjurjo aguardaba en la penumbra el alta hospitalaria del jugador.
“El legado de Diego es pelearla, no doblarse ante el mal, saber que si uno le mete garra se puede, sin hacerle mal a nadie”, afirmó este obrero de 23 años, que considera a Maradona “parte de la familia”.
“Nunca lo vamos a dejar de amar, esto es para toda la vida”, aseguró con voz entrecortada.