¡Somos campeones del mundo, carajo! Mientras escribo esta nota, el teclado de mi laptop se inunda de lágrimas de felicidad. Valió la pena tanto esfuerzo, tanto sufrimiento, tanto corazón en la mano, tanto grito desgarrador. ¡La puta que vale la pena estar vivos! Y mucho más si sos argentino. A partir de hoy, sos argentino y campeón del mundo. Como Messi, como Maradona (que dibuja una sonrisa cómplice desde el cielo), como esos miles de argentinos que no se quieren ir de Lusail, como esos 44 millones que festejan desde Ushuaia hasta la Quiaca. Como el Dibu Martínez, el Fideo, Enzo, Julián, Otamendi, De Paul, Cuti, el Huevo, Lautaro, Tagliafico, Molina, Paredes, Dybala, Lisandro, Mac Allister, Armani, Rulli, “Papu” Pezzella, Montiel, Foyth, Guido, Palacios, Angelito Correa y Almada, quienes desde ayer saben cuánto pesa la copa del mundo.
El partido fue un vaivén constante. Pasamos del sueño prematuro a los fantasmas de otras finales. De la ilusión con el gol de derecha de Messi en el alargue, a la pesadilla del hattrick de Mbappe. Sin embargo, Argentina fue un justo campeón, un equipo que dio constantes muestras de estar preparado física, futbolística y mentalmente para superar las constantes adversidades que se le fueron presentando a lo largo de la Copa del Mundo, y de la final en particular. Un partido épico, increíble, difícil de analizar. Aunque lo vamos a intentar…
Como la canción de Callejeros, el primer tiempo de Argentina fue tan perfecto que asusta. Inteligente como a lo largo de todo su ciclo como entrenador de la Selección, y particularmente en esta Copa del Mundo, Scaloni tomó nota del partido de Jules Koundé contra Marruecos e inteligentemente puso desde el arranque a Ángel Di María en ese sector, el izquierdo. Pie a pie contra el defensor del Barcelona, que no es un lateral clásico y podía sentir un duelo de ese tipo por su tendencia a cerrarse demasiado. Claro que la apuesta por Angelito también significaba un refuerzo para el retroceso, armando un triángulo con Mac Allister y Tagliafico (se ganó un lugar en la final por su gran actuación ante Croacia). Justamente las jugadas de los dos goles de la Albiceleste vinieron por ese lugar, por el de Koundé.
Con Messi recostado levemente hacia la derecha en un 4-3-3 que asfixió a Francia en todos los sectores de la cancha, Argentina tuvo un muy buen arranque. Fue un equipo valiente, preciso, concentrado y ordenado que sorprendió estratégicamente a Deschamps. Los buenos primeros minutos de Mac Allister (simple y eficaz para leer el juego) y De Paul (excelente en la presión) repercutieron positivamente en la propuesta de someter al adversario a un dominio a partir de la posesión de la pelota.
Incluso ya a los dos minutos de juego ya hubo una gran conexión Messi-De Paul-Álvarez (estaba en offside) y el Araña remató a las manos de Lloris.
La convicción y determinación de Argentina para jugar la final seguía siendo una constante porque Enzo Fernández era eslabón del primer pase en construcción, porque Mac Allister se asociaba bien con Di María por la izquierda, porque De Paul jugaba su mejor partido en el Mundial, porque Álvarez era siempre una amenaza latente y también la herramienta para tapar la salida clara de Tchouameni. Y porque cada vez que Messi agarra la pelota, pasan cosas: el tiempo parece detenerse y con la sensibilidad de su zurda va dibujando barriletes de colores que iluminan más que el boulevard de Lusail.
La propuesta de Argentina no tuvo altibajos ni baches. Jugó un primer tiempo realmente tan brillante que cuesta encontrar una actuación similar a la del equipo de Scaloni en una final de un Mundial. Es que Francia, la campeona del mundo, la de la defensa más sólida del torneo, la de las transiciones, la de Mbappe y Griezmann quedó reducida a la mínima expresión porque Argentina la pasó por arriba. Literal y rotundamente.
El GOLAZO de Di María fue el resumen más acabo de la practicidad con la que juega este equipo argentino que tiene como bandera el pase con sentido táctico, directo y letal. Fue una jugada colectiva magnífica, en la que participaron Messi, Julián Álvarez y Mac Allister, todo a un toque (y para adelante, atacando el espacio) para que la jugada terminara por el lado opuesto con un Di María libre de marcas que resolvió con un toque excelso ante la salida desesperada de Lloris: 2-0. El partido de Enzo Fernández, Mac Allister y De Paul fue un tutorial sobre cómo debe complementarse un mediocampo en todas las facetas del juego.
El partido estaba totalmente controlado. Es más, Argentina estaba más cerca del tercero que Francia del empate. De hecho, Lloris había salvado un remate abajo de Julián y a Messi lo taparon justo cuando le había quedado para la derecha dentro del área. Pero el fútbol es un deporte hermoso y cruel a la vez. Perdido por perdido, Francia se la jugó y le salió bien. Deschamps, que había sacado a Giroud y Dembelé en el final del primer tiempo, tomó la decisión de partir al equipo definitivamente. Apostó al golpe por golpe y terminó de sacar rédito con las presencias de Camavinga y Coman. Mbappe hizo el resto.
Primero, con la ejecución certera de un penal de Otamendi a Muani. Y apenas segundos después, con una volea esquinada junto al palo izquierdo. Fue un minuto fatídico. La Selección había perdido mucho con la prematura salida de Di María. Al igual que ante México y Países Bajos, la Scaloneta estaba ante otra enorme prueba de carácter. Lo pudo haber ganado con el zurdazo de Messi que rechazó Lloris) así como también lo pudo haber perdido en los minutos finales de los 90. Con De Paul extenuado, el equipo pedía variantes. Y el primer cambio para el alargue fue la presencia de Montiel por Molina. Acto seguido, Lautaro Martínez y Leandro Paredes por Julián y De Paul para darle más oxígeno al mediocampo y habituales ejecutores de penales.
Argentina tuvo en tres oportunidades el 3-2 sobre el final del PTS, pero Upamecano cruzó justo el remate de Lautaro Martínez con destino de red y, en la misma jugada, Varane salvó con la cabeza el remate de Montiel que se metía en el ángulo. En la siguiente jugada, Acuña asistió a Martínez, quien controló de pecho y definió de zurda ante la salida de Lloris, pero la pelota se fue apenas ancha. La Albiceleste volvía a lucir mejor.
Bastó que se asociaran Messi con Lautaro´(habilitado), el remate lo salvó Lloris y Messi la empujó de derecha, con suspenso, porque un defensor la sacó de adentro: 3-2 para el infarto. Había que resistir los últimos minutos. Pero Francia, más partida en ataque que nunca, volvió a la carga y mostró otra vez sus dotes de campeón vigente. El brazo de Montiel se interpuso a un remate de Mbappe con destino de arco y el árbitro polaco Marciniak no dudó en sancionar el penal. Mbappe, infalible otra vez desde los doce pasos, no perdonó. Los minutos finales fueron de cuento de Fontanarrosa. Pasamos de la tapada increíble del Dibu a Muani (con el pie izquierdo), al cabezazo fallido de Lautaro Martínez que hubiese sido el 4-3. Y en la última, la salvada increíble de Dybala cuando Mbappe había dejado a dos rivales en el camino y ya había armado el derechazo letal.
Otra vez a sufrir en los penales. Al fin y al cabo, el fútbol es ese deporte que juegan 11 contra 11 y siempre sufre Argentina.
En la tanda, Mbappe no falló, Messi tampoco, el Dibu tapó el disparo de Coman, Dybala convirtió el suyo, a Tchuameni se le achicó el arco, Pardes aseguró, Muani también y Montiel convirtió el penal con el que Argentina y Messi tocaron el cielo con las manos. ¡Pare de sufrir! A llorar de emoción, a abrazarse, a festejar, a seguir soñando despiertos y a embriagarse de felicidad. Porque desde hoy, este domingo 18 de diciembre de 2022, el mundo es un poquito más justo.