El fútbol tiene mil historias de resiliencia y una tiene como protagonista a un joven de 21 años que trabaja como delivery y que podría tener una oportunidad de volver a jugar al fútbol nada menos que en Godoy Cruz.
La historia tiene como protagonista a Juan Pablo Román, un cadete que se hizo famoso por llevarle tres docenas de churros a Lionel Messi y su familia a su casa en un country de las afueras de Rosario.
Al parecer, el conocer al capitán de la Selección Argentina le trajo suerte, ya que a las pocas horas se le dio la chance de poder volver a jugar al fútbol, nada menos que en Godoy Cruz.
La historia
En las últimas horas Mendoza estuvo en el epicentro nacional, ya que el Tomba enfrenta a Boca por la Liga Profesional y eso atrae medios de todo el país entre ellos llegó Andy Kusnetzoff y Sofía Martínez para hacer su programa “Perros de la Calle” de Urbana Play.
En el programa del conductor de PH se cuentan historias que emocionan a oyentes y televidentes y la de Juan Pablo no fue la excepción, ya que contó que era futbolista: “jugaba de chico. Jugué de chiquito en Irlanda y acá jugué en Newell’s, era hincha. Después por mi familia me hice de Central. En Defensores de Funes hice mi carrera futbolista y en 2017 se me dio la oportunidad de ir a jugar a España y cuando me estaba por ir tuve un accidente de auto. Me daban para cinco años en el hospital y salí a los 15 días”.
Al conocer esa historia Kusnetzoff aprovechó que estaban en el mismo hotel que el plantel de Godoy Cruz y tuvo una charla con Nicolás Olmedo, uno de los ayudantes de campo de Daniel Oldrá y le pidió una oportunidad para Juan Pablo.
“Es un chico que tiene edad de contrato profesional. Debería venir y hacer una prueba en la Reserva de Javier Patalano”, respondió Olmedo, pero después intentó bajarle un poco los humos, aunque dejó la puerta abierta: “Yo lo puedo hablar, no sé si lo puedo conseguir”.
Finalmente, llamaron nuevamente Román e hicieron posible una charla con el ayudante de campo tombino: “Esta la posibilidad de que te prepares y vemos qué sigue después”. Un silencio invadió el ambiente: “Yo no puedo creer lo que me estás diciendo”, se sinceró al tiempo que lloraba de emoción.