Juancito Carrasco dejó el corazón arriba del ring del Arena Aconcagua, pero lejos estuvo de alcanzar su sueño de quedarse con la eliminatoria mundialista y cayó, por nocaut técnico en último round frente al ruso, Zaur Abdullaev que lo superó ampliamente y, se ganó el derecho a pelear por el título mundial ligero de la FIB.
Un final, doblemente triste tuvo la gran velada en el majestuoso estadio cubierto del parque, primero; verlo abatido a Juancito frente a la superioridad de su rival, esto debido a la condicionada preparación que tuvo, porque le colocaron una tobillera electrónica y arresto domiciliaro, que sufrió el último mes y medio.
Y segundo, la bochornosa actitud del público mendocino que comenzó arrojar botellas al ring, luego de que Pablo Chacón tiró la toalla en el 12° round y, para evitar un castigo innecesario de su pupilo. Cuando el árbitro Mario González detuvo la pelea, el público estalló en un descontrol y arrojó hasta comida al ring.
Más allá de la superioridad de Abdullaev -a partir del séptimo round-, el combate fue una verdadera batalla, un peleón en el que Carrasco expuso mucho amor propio y, sabiendo de sus condiciones, buscó en los primeros cuatro round un golpe para definir el pleito. Llegó con algunas manos claras, pero se notó la falta de efectividad y potencia. Sacudió a su rival con algún cross de derecha a la cabeza y al rostro, pero Abdullaver asimiló muy bien cada cruce y bloqueó los embates del Titán, que con el correr de los round dejaron de tener precisión.
Sobre el final del cuarto episodio, luego de una serie de cruces, el ruso llegó con un cruzado pleno de derecha al ojo izquierdo del mendocino y, en el quinto el ojo empezó a inflamársele. De allí en más Juancito perdió el control de la pelea y comenzó a sufrir el martilleo del jab en punta de Abdullaev, quien anticipó cada intento del pupilo de Chacón.
Carrasco armado de coraje dejó todo sobre el ring, pero no hacía daño y, en el golpe por golpe, Abdullaev expuso salió mejor parado que el Titán.
A partir del octavo asalto el europeo salió a buscar la definición y, si bien en algunos pasajes Juancito Carrasco levantó al público e ilusionó con algunas combinaciones, siempre le faltó continuidad y era Abdullaev fue quien cerró los round y colocó los mejores golpes.
Fue cuestión de tiempo. El ruso trabajó la pelea con aplomo, no se salió nunca de su libreto y, notó la falta de precisión del mendocino. A partir de allí, todo lo que le largó llegó a la humanidad de Juancito.
Una gran velada que estuvo lejos de tener un final feliz. A Juancito Carrasco no se le puede reprochar absolutamente nada. Lo dio todo.
En el camarín, mientras sumergía su rostro en el hielo para desinflamarlo del castigo, expresaba “Enseguida vienen los del penal a ponerme otra vez la tobillera”. Una frase y una imagen que profundizaba aún más la desdicha de una noche, en la que lejos estuvo lejos de alcanzar su sueño.
