“¿Te das cuenta, Benjamín? El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios... Pero hay una cosa que no puede cambiar, Benjamín; no puede cambiar de pasión”. El diálogo, en un contexto de bar, filmado entre Guillermo. Francella y Ricardo Darín para la película El secreto de sus ojos, nos da el pie para esta nota. “Uno puede cambiar muchas cosas en la vida, pero no de equipo de fútbol”, tal como decía el inolvidable escritor uruguayo Eduardo Galeano. Y en la Ciudad de Mendoza, en la Cuarta Sección, en la esquina de Paraguay y Ayacucho, la pasión por Boca Juniors tiene un lugar privilegiado. La casa de José Furlán. Allí, un día cualquiera, un viajero distraído puede encontrarse con un enorme escudo del conjunto de La Ribera y las seis Copas Libertadores que ganó la entidad en la fachada de la vivienda. Incluso el escudo totalmente iluminado, se vuelve una postal obligada del barrio.
“Es un proyecto que todavía no termino. Hay mucho más por hacer”, cuenta este mendocino de 50 años, cuyo nieto Giuliano, también fanático de Boca, fue bautizado ayer. Y ese “mucho más por hacer” involucra colocar una imagen tamaño natural del Martín Palermo, el máximo goleador del club con 236 goles. “Salió en la revista El Gráfico, en la época dorada de Bianchi. Es mi gran ídolo”, avisa este fanático.
El deseo de configurar una especie de “santuario xeneize” inició hace dos años y aún promete más “sorpresas”. “No me asesoró nadie, lo empecé yo y sigo imaginando que cosas agregarle”, dice.
Y mientras la charla va surgiendo, José saca fotos donde se lo ve adolescente en La Bombonera, acompañado de amigos.
-¿Cómo nació toda esta locura por Boca Juniors?
·Por mi abuelo, Alfio Batti, quien llegó desde Italia. Mi abuelo estuvo en la Segunda Guerra Mundial y fue prisionero de los alemanes. Luego, cuando vino a la Argentina, se afincó en el norte de San Luis para trabajar el carbón. Él fue quien me trasladó la pasión absoluta por estos colores.
-¿Qué es Boca para usted?
-¡Es mi vida! Es amor lo que siento. Tengo camisetas firmadas por Maradona, foto con el Manteca Martínez, un recuerdo de cuando la remodelaron...
-¿Que tiene Boca por encima de otros clubes?
-Este es un club que no se compara con ninguno. Todos tenemos pasión por algún club, pero como por Boca, ninguno. Es el mejor club del mundo; una linda locura...
-Que incluso lo llevó a realizar cosas que no haría por nadie ni nada más...
-Hace 20 años (hace un silencio como si estuviera calculando el tiempo) pinté con los colores de Boca el bandoneón de la estatua de Aníbal “Pichuco” Troilo, que está ubicada en Montecaseros y Beltrán. ¡Los hinchas de River se querían morir! Y te cuento otra: cuando estaba en España, en el año 2002, me quedaba hasta las 3 o 4 de la mañana para ver los partidos en vivo del equipo.
-¿Cuál fue la locura más grande que hizo por el club?
-Una vez, en un partido, me subí a una especie de chimenea que tiene la tercera bandeja de La Bombonera. ¡No sabés como se movía eso!
-La gran obsesión es la séptima Libertadores; ¿cómo ve al equipo para la actual competencia?
-Estamos jodidos; si no mantiene los once titulares, estamos jodidos. Nos falta un nueve. Ojalá se dé de una buena vez y podamos celebrarla. No sé qué promesa haría, ¡pero que llegue!
-Hace minutos terminó el partido ante Patronato...
-Lo vi. Creo que tal como le pasó a Bianchi en su último ciclo, este de Russo es malo. ¡Hay que cambiar el técnico y traer al Ruso Zielinski!
Su vida en momentos…
El más feliz. “Cuando mi abuelo me hizo de Boca, sin dudas. Me regaló la camiseta a mí y tres nietos más. Ellos no son tan apasionados como yo, pero siguen siendo hinchas de Boca el día de hoy”.
El más triste. “No lo tengo, porque Boca es el más grande de todos y no me ha dado días tristes. La final de Madrid la vendió Angelici (risas), al igual que la noche del gas pimienta en La Bombonera”.