Antecedentes no faltan para explicar la inseguridad constante que se vive en los diferentes clubes mendocinos a causa de las barrabravas. Aprietes, violencia y amenazas son cuestiones que se han normalizado tanto en Godoy Cruz como en Independiente Rivadavia y Gimnasia y Esgrima, solo por citar a algunos exponentes de Mendoza en el marco de un problema que tiene alcance nacional e internacional.
El último hecho violento en las canchas locales sucedió hace algunas horas, después de que Gimnasia perdiera 3-0 contra Quilmes de local. Los jugadores del Lobo sufrieron ataques por parte de los barras que ingresaron a los vestuarios. Y no terminó ahí, sino que culminó con la renuncia por parte de su presidente, Fernando Porreta. El Cuerpo Técnico comandado por Diego Pozo, se vio en el deber de hacerlo también -en el caso de que el presidente finalmente haga efectiva su renuncia- “por respeto a Fernando”.
El titular del Mensana, le confirmó a Los Andes instantes después de haber terminado el cruce frente a Quilmes: “no tengo ganas de seguir”, por el cruce con algunos barras que estaban en el estadio. Todo esto lo comunicó en una carta hacia la Comisión Directiva.
Lamentablemente vemos esta situación repetirse una y otra vez en diferentes instituciones futbolísticas. Estos actos despreciables, opacan el folclore y la esencia deportiva y que se tengan que vivir estos hechos repetitivamente en el fútbol mendocino no le hace ningún bien a nadie.
Antecedentes recientes
Otro caso fue el de Independiente Rivadavia, que también pasó por estos hechos vandálicos a finales del mes de junio. Estas personas, autodeterminadas “hinchas de la Lepra”, habían interceptado el colectivo donde viajaba el plantel y agredieron a dirigentes. Según trascendidos, el enojo de los violentos se habría derivado de la negativa de dejarlos ingresar al estadio de Atlético Rafaela para ver el partido y de la peor manera se lo transmitieron a la dirigencia.
En ese entonces los agredidos fueron el vicepresidente Pablo López y el encargado del fútbol, Ariel Macia. No satisfechos con eso, también habrían intentado robarle a los jugadores. En consecuencia, la cúpula dirigencial, el DT Gabriel Gómez, su equipo de trabajo y algunos jugadores pensaron en irse del club del Parque, aunque el entrenador finalmente se quedó.
Otro acto reprochable por parte de las barras del fútbol, sucedió a finales del año 2020: fue durante un entrenamiento en el complejo de Coquimbito de Godoy Cruz, con el adiestrador Diego Martínez -quien también fue increpado-. En el marco de la disputa por la Fase Complementación, después de perder por goleada frente a Newell´s y sin conocer la victoria, el domingo siguiente visitaba a Racing en un partido que sería clave para Martínez.
Estos violentos asistieron al entrenamiento durante la mañana con el fin de intimidar a los jugadores y al cuerpo técnico, en busca de buenos resultados, más compromiso y responsabilidad fuera de la cancha; también le habrían recomendado al entrenador que si no lograba ganar, que renunciara. Justamente eso fue lo que consiguieron, Martínez y su Cuerpo Técnico dejaron la institución, -después de haber perdido por goleada ante Racing- cinco días más tarde. Martínez lo comunicaría en un mensaje en sus redes sociales, poniéndole fin a su etapa en Godoy Cruz.
El poder de los violentos en el fútbol, ¿un problema sin solución?