Alianza Godoy Cruz tiene su dinastía

Futsal. Mónica, Estefanía y Milagros son abuela, madre e hija unidas por idéntica pasión y en el mismo club. Una historia digna de conocerse.

Alianza Godoy Cruz tiene su dinastía
Mónica Barón, Estefanía Yuma Barón y Milagros Calderón Yuma, abuela, madre e hija que hacen historia en Alianza.

Si hay algo que tiene el futsal es esa pasión que se transmite, que te conquista y trasciende cualquier barrera. Es un deporte que une a la familia y eso se ve reflejado semana a semana en cualquier club de la provincia. Pero su juventud hace que no sea común que haya tres generaciones que puedan estar compartiendo activamente ese amor. Esto es lo que pasa en Alianza Godoy Cruz donde abuela, hija y nieta disfrutan día a día de todo lo que rodea a la naranja.

Esa es la historia de Mónica Barón, Estefanía Yuma Barón y Milagros Calderón Yuma. Una historia que nació hace 20 años, cuando Mónica llegó a la institución acompañada de Marcela Quinteros para darle vida al sueño de formar un club de fútbol femenino. “Eran épocas de fútbol 11, no se pensaba todavía en el futsal”, relató Mónica sobre los inicios de la entidad. “Fuimos pioneras en la provincia junto a Las Pumas”, continuó Mónica con el orgullo de haber dado ese paso y la emoción de estar al lado de Estefanía y Milagros, quién la mira con la carita que todos ponemos cuando estamos cerca de un ídolo.

“Yo juego con la camiseta números dos porque es la que usaba ella”, dice la más chiquita del tridente, quien tiene 11 años y el fin de semana pasado debutó oficialmente en los torneos de la Federación de Fútbol de Salón de Mendoza (Fefusa). Estefanía posteriormente ríe y cuenta que “Mili es una apasionada, no sabés lo que llora cuando no viene a entrenar”. Pasión a flor de piel para estas mujeres identificadas con los colores de una institución que continúa creciendo.

Otra particularidad en esta historia. Todas juegan en el fondo, otra herencia que dejó la abuela, quien se confiesa que era de esas jugadoras que raspaban en el rectángulo de juego. Mónica en la actualidad es ayudante de campo del equipo de Primera División, pero jugó hasta hace unos tres años y sigue teniendo el temperamento de siempre. Estefanía, por su lado, es una de las figuras del equipo que brilla en la Primera A femenina. Una jugadora que mete, juega y le pega muy bien a la pelota, algo que viene de demostrar con un golazo desde media cancha contra Jockey Club A (fue derrota 3-2).

Lo llamativo es que, a diferencia de su hija, a ella no le gustaba el fútbol cuando era chica. ¿Cómo? Sí como leyó. “No quería saber nada con jugar cuando era pequeña y pensé que nunca iba a jugar, pero un día que no pude ir a un partido porque trabajaba en los troles, la hicieron jugar y desde ahí nunca más salió. Tenía 10 años”, comenta Mónica y Estefanía asiente casi con vergüenza. “Ahora hace 19 años que juego”, dice entre sonrisas y agrega: “No me veo fuera de una cancha, al extremo que me acuerdo que faltaban dos partidos para que terminara el campeonato y me enteré que estaba embarazada. Jugué igual esos dos partidos, así que Milagros debutó en una cancha estando en la panza de la mamá”.

Tres generaciones. Tres apasionadas. Tres historias que se entrelazan y que hacen que Alianza escriba una página más de su gran presente, fructífero pasado y venturoso futuro. Gentileza: Prensa Fefusa.

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