Desde el club Sociedad Italiana 5 de Octubre, llegó una tarde a Avenida Lencinas, portando un bolso que no era suyo, tan solo con el objetivo de entrar gratis para ver Gimnasia y Esgrima vs. Gutiérrez Sport Club. Corría el año 1953, el purrete contaba apenas 16 años y un historial de caños y destellos mágicos que lo acompañaba desde su Las Heras natal. Aquel 14 de abril, con su zurda como lapicera, comenzaba a escribir una leyenda asociada al pueblo blanquinegro. Porque más allá de haber pasado por Chacarita Juniors, Atlético Argentino e Independiente Rivadavia, entre otros, Víctor Antonio Legrotaglie es Gimnasia y Esgrima. Y viceversa.
Desfachatado y atrevido
Flaco y patón (“para que la pelota agarre un buen chanfle”, contó alguna vez), el Víctor nació un 29 de mayo de 1937 y creció acumulando talento en las barriadas lasherinas. O tal vez ya lo traía desde la cuna. Vaya uno a saber. Y volviendo el tiempo a aquella tarde de abril en el estadio blanquinegro; Alfredo “Mona” García, entrenador mensana y quien ya conocía el talento de Legrotaglie, lo mandó a llamar cuando sobre los 20′ del segundo tiempo se quedó con uno menos por lesión. “¿Quiere entrar?”, dicen que le dijo. Una sonrisa ofició como respuesta. El resto ya es historia conocida: dos goles y múltiples gambetas para desatar un romance con los hinchas mensanas que trascendió las hojas del calendario.
Ya desde aquellos partidos barriales aprendió a sobrevivir pese a su delgadez extrema. Dicen que Independiente Rivadavia y Huracán Las Heras eligieron no ficharlo y fue el Lobo quien le abrió las puertas de par en par.
Portador de una zurda exquisita, insolente tirador de caños y ferviente defensor de la estética del juego, Legrotaglie fue escribiendo una carrera que contó con capítulos memorables y lo trasladó sin escalas al Olimpo de las figuras más importantes del deporte mendocino.
“Yo nunca me quise ir de acá, ganaba mucha guita y tenía todo, incluso a mi novia de los 11 años. No podía despegarme. De Gimnasia no me iba ni aunque me ofrecieran lo que quisiera”, contó alguna vez sobre porqué rechazó las ofertas que le hicieron llegar Real Madrid, Inter de Milán y el Cosmos de Pelé y Beckenbauer.
Pero sin embargo, de todas las anécdotas que surgieron detrás de su andar bohemio e irreverente, quedará para siempre en la memoria aquella tarde en que Gimnasia le pegó un baile inolvidable al San Lorenzo de Los Matadores en el propio Viejo Gasómetro de Avenida La Plata, con un 5-2 final que llevó al árbitro, a raíz de las patadas que daban los hombres azulgranas, a parar el partido para decirle al propio Legrotaglie que no se hacía responsable si San Lorenzo comenzaba a pegar.
En aquel equipo del Ciclón figuraban nombres de jerarquía que comenzaban a tener participación en el seleccionado nacional: Rezza, Telch, Fischer, García Ameijenda y Ayala, entre otros.
Fue la segunda participación del Lobo en los viejos Nacionales, donde el juego vistoso del Gimnasia de “Los Compadres” enarboló la bandera del fútbol mendocino a principios de la década del 70, sosteniendo un largo invicto como local que alcanzó los dos años y medio.
El Polaco Torres, Juan de Dios González, el Negro Guayama, el Documento Ibáñez y el Cachorro Aceituno, entre otros, y guiados por el Maestro Legrotaglie, hicieron un culto del fútbol atrevido. El “toque Lobo, toque” aún sigue resonando en el Parque General San Martín.
Y aunque en 1959 decidió partir a Chacarita Juniors (“Fue lo máximo. Los hinchas me han llevado en andas. Pero extrañaba mucho y regresé”), siempre volvió. Esa sería su constante: irse para seguir extrañando.
Vistió la camiseta de Independiente Rivadavia una temporada, tuvo un paso por Alianza de San_Juan y luego retornó al Lobo, donde puso punto final a su carrera, en 1974. La despedida fue un año más tarde, aunque no no jugó, en el Bautista Gargantini, ante River Plate, por el Nacional de 1975. Fue llevado en andas y acariciado por una ovación que bajó de los cuatro costados, con el eco de la gloria acompañando el cierre a una historia, escrita en blanco y negro, de amor entrañable entre él y la redonda.