Más de 9.000 chicos agresores en 2014

Si bien representa el 9% de la matrícula de nivel medio, la problemática del acoso sigue siendo motivo de preocupación. Se considera falta moderada, de acuerdo al sistema de puntaje implementado hace dos años, que reemplazó a las amonestaciones.

Más de 9.000 chicos agresores en 2014
Más de 9.000 chicos agresores en 2014

Un adolescente golpea con el puño en la espalda a otro mientras éste busca prestar atención a la clase de matemática. Tres amigas escriben insultos y bromas en el muro de Facebook de una  alumna que sacó un 10 en la última prueba de Lengua. Un grupo canta a coro una canción que  pone en vergüenza a un compañero en el patio de la escuela y luego le envían mensajes de Whatsapp con frases descalificantes.

Tan variadas como complejas, las situaciones que se viven en el interior de los colegios mendocinos dejan en claro que agredirse entre compañeros  -utilizando o no las nuevas tecnologías- es una práctica cotidiana y de hecho, naturalizada.

Según el registro que la Dirección General de Escuelas (DGE) elaboró en 2014 para conocer la modalidad de las faltas cometidas por los alumnos de las escuelas secundarias de la provincia, durante ese año hubo 9.450 adolescentes a los que se les quitaron puntos (de acuerdo al nuevo régimen de convivencia el total es de 25) por haber cometido alguna agresión contra alguno de sus pares.

Si bien las autoridades del área educativa destacan que la cantidad de estudiantes sancionados es baja (9%) en relación con el total de la matrícula de nivel medio (105 mil), la realidad muestra que la violencia sigue ocupando espacio en el escenario escolar. De hecho es motivo de abordaje frecuente por parte de directivos, docentes y integrantes de los servicios de orientación institucional.

Ahora, a diferencia de años atrás, la aplicación de las acciones reparadoras ante el daño cometido aparece de una manera más aceitada en varios establecimientos. Incluso -sostienen en la DGE- las autoridades de las escuelas conocen las pautas que establece la guía de procedimientos para actuar frente a estos casos.

"Por eso muchas veces los problemas se resuelven dentro de la misma institución y no se llegan a denunciar casos graves", explicó María Rosa Sfeir, titular de la Dirección de Orientación y Apoyo Interdisciplinario a las Trayectorias Escolares (DOAPC).

La quita de las amonestaciones que comenzó a regir en 2013 en las escuelas secundarias de nuestra provincia implicó un proceso de adecuación al nuevo sistema por puntaje. Éste consiste en que los adolescentes inician el año lectivo con un total de 25 puntos y según la gravedad de la indisciplina cometida esa cantidad va bajando.

Las faltas están diferenciadas en cuatro categorías: leves, moderadas, graves y extremadamente graves. De ellas, la segunda implica todo tipo de agresiones producidas entre compañeros; allí también se incluye el acoso o bullying (en inglés).

El psicopedagogo Alejandro Castro Santander ha trabajado largamente la problemática de la violencia escolar. Aseguró que en distintas investigaciones realizadas a nivel local, nacional e internacional ha quedado demostrado que al acoso que antes se producía cara a cara se sumó el cyber bullying, es decir, el hostigamiento hacia un adolescente por parte de uno a más compañeros que se valen de las nuevas tecnologías para generarle molestias o incomodidad e incluso, lastimarlo psicológicamente.

Esta modalidad de violencia indirecta continúa en ascenso. Por eso, Castro Santander recomendó que para lograr trabajar en materia de prevención es importante que ante cualquier señal o situación de violencia esporádica que detecte la comunidad educativa es necesario trabajar en la concientización, a través de charlas, talleres y actividades relacionadas con la temática, que involucren la participación activa de los alumnos.

El alerta debe surgir cuando se vulneran las normas de convivencia e incluso antes. "En las charlas, por ejemplo, los alumnos terminan convencidos de que deben arreglar el problema. Pero también es clave que exista un acompañamiento por parte de las instituciones", recalcó el especialista y recomendó que una herramienta efectiva para evitar los conflictos escolares consiste en la "aplicación de modelos multi nivel dentro del aula".

Para ello, precisó, es importante que los docentes estén capacitados para reconocer los indicadores y denunciar ante el directivo si hay sospechas de que un estudiante está siendo víctima de acoso por parte de sus compañeros.

Diálogo y concientización

Desde el punto de vista de Claudio Peña, director de la escuela José Vicente Zapata, el hecho de hablar de los problemas en el curso y propiciar espacios en los cuales los estudiantes puedan reconocerse mutuamente, son recursos fundamentales para un abordaje positivo de la violencia entre compañeros.

En su colegio, comentó, los casos de agresiones entre varones disminuyeron gracias al incentivo de actividades deportivas como el fútbol. "Se generaron lazos de amistad fuertes entre ellos", destacó Peña y aclaró que sí se han incrementado las peleas entre alumnas, "sobre todo a través de las redes sociales".

El procedimiento que se activa en esta institución cada vez que se detecta un caso de agresión está ajustado al protocolo oficial vigente. Lo primero que se hace es hablar con los alumnos y citar a los padres, mientras que se envía un informe al servicio de orientación del colegio para dar intervención a los equipos interdisciplinarios.

Luego, se determina qué actividad reparadora deberá cumplir el o los estudiantes que cometieron la falta. En todos los casos, Peña detalla que esta metodología ha resultado eficaz debido a que los adolescentes llegan a comprender en profundidad el daño que han cometido y, de hecho, proponen acciones solidarias, de concientización o información sobre la temática. "De este modo, ellos además trabajan su autoestima y la fortalecen", explicó.

La presión psicológica a la que está sometido el adolescente víctima de acoso no pasa desapercibida en la formación de su personalidad. Así, la humillación pública vía internet puede tener consecuencias físicas y psicológicas que se manifiestan a corto y largo plazo.

Ocurre que es justamente durante esta etapa de la vida cuando el chico se encuentra en plena formación de su personalidad y necesita identificarse con su grupo de pares. En este sentido, algunas señales son bajo rendimiento escolar, fobias, rechazo a asistir a clase, depresión, ansiedad y trastornos psico-somáticos.

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