En la zona donde en los últimos años ha tenido predominio absoluto el cultivo de soja sobre otros, como trigo y maíz, se aprecia un evidente deterioro del suelo.
La sojización del agro fue la consecuencia de las medidas económicas implementadas desde 2002 hasta 2015. La aplicación de retenciones a las exportaciones de granos, más el arsenal regulatorio que llegó hasta la prohibición de exportar trigo y maíz, terminaron inclinando a los productores hacia el cultivo de soja.
Esta decisión tenía dos ventajas en el absurdo esquema de política económica: una, se podía exportar sin restricciones (aunque con altas retenciones), en razón de que el consumo interno es muy bajo en relación al volumen producido. Otra, el costo de producción es bastante menor a los otros cultivos, especialmente maíz.
Como la producción de trigo se fue reduciendo año a año, hasta tener la menor cosecha en un siglo, el resultado fue que en muchas zonas se impuso el monocultivo de soja. Unido a ello, las altas retenciones reducían los márgenes de beneficio y en consecuencia también el uso de fertilizantes. El efecto fue un empobrecimiento de los suelos, a los cuales se les extraía más de lo que se reponía.
Debe agregarse que el predominio del cultivo sobre tierras arrendadas (60% sobre 40% propias) con contratos de corto plazo, desestimuló el uso adecuado de nutrientes.
Sin embargo, a partir de cambio de política por el actual gobierno nacional, se ha producido una notable mejora en la rotación de los cultivos. Y el uso de fertilizantes en esta campaña asombra hasta los propios proveedores.
Reponer la calidad de suelos es un tema de largo plazo ya que si las políticas actuales persisten, su resultado será positivo en beneficio de la sustentabilidad y la competitividad.
El núcleo fuerte de estos Congresos como al que nos referimos ayer, viene siendo la aplicación del conocimiento y de la ciencia, a los procesos productivos y a cambios en la organización del trabajo.
Resume este aspecto el concepto de inteligencia colaborativa ya que la producción agropecuaria es cada vez un trabajo en equipo, con programas de gestión y dispositivos cibernéticos. Sustentología para la competitividad, esto es bioeconomía, que nos indica que no se puede producir destruyendo.
Justamente en el panel de competitividad un especialista del Conicet planteó que Argentina puede gestar un proyecto de país viable a partir de la industrialización de lo biológico, de apuntar a construir eslabones de una biofábrica global, que capture energía y la transforme en biomasa que a la vez se convierta en alimentos sofisticados y de calidad. De granero del mundo a biofábrica.
En ganadería el acento está puesto en la mejora genética y en los sistemas de alimentación. Las perspectivas del mercado de exportación son notables: después de haber caído las exportaciones a sólo 200 mil t al final de gobierno anterior, este año se duplicará ese volumen.
Este año, además, por primera vez en más de una década se ha cumplido con la exportación de cuota Hilton a la UE. Como en toda producción de alimentos, la sustentabilidad manda: bienestar animal, relaciones laborales responsables y manejos racionales, son exigencias del mercado mundial.
Simultáneamente a la realización del Congreso se conocieron dos novedades de mucho interés para nuestra provincia. Una es la aprobación de un nuevo evento biotecnológico: se trata de la papa libre del virus PVY, desarrollada por el Conicet. El virus mencionado produce grandes pérdidas en la producción de papas.
La otra es el anuncio del Ministerio de Agroindustria de que se obligará a todos los productores de frutas y hortalizas del país a implementar buenas prácticas agrícolas (BPA), ya que diversos organismos técnicos han realizados estudios que demuestran que las prácticas en la producción de frutas y hortalizas son deficientes.
