"El mapa no es el territorio", dicen. Y es cierto; pero a veces un mapa se vuelve esencial, porque nos conduce a los sitios que, sin él, nunca encontraríamos.
Martín Weber (51) se impuso una tarea desaforada y monumental: construir para quien quisiese usar esa guía un "Mapa de sueños latinoamericanos". Gestó un prodigio: hizo del mapa su territorio: una cartografía hecha de formidables fotografías en blanco y negro sobre los deseos, las frustraciones, lo que no fue -o tal vez será- que agitan a algunos hombres y mujeres habitantes de la geografía latinoamericana.
Los personajes de las fotos de Martín son de esos que podríamos etiquetar como "gente común". Pero sucede que nadie lo es y, aunque no se trata de presidentes ni estrellas de cine, las personas que nos miran desde las páginas del libro de Weber (divinamente editado por Ediciones Larivière) tienen sueños y anhelos que para ellos son extraordinarios; como quizás sean los nuestros.
Así, este "Mapa...", desplegado como una intención de intertexto, análisis y panorama, no es solo obra artística como libro, como cada foto que lo compone, sino también una especie de ensayo sobre el sujeto y sus circunstancias, el sujeto atravesado por las tensiones políticas, sociales y culturales que le han tocado en suerte.
Para conocer más sobre este gigantesco proyecto artístico que le tomó a Martín de 1992 a 2013, charlamos con él sobre sus particularidades.
- "Nuestro destino se puede cambiar si nos permitimos imaginar uno distinto al que nos fue dado", escribís en el prólogo de "Mapas...". ¿Por qué esa idea, qué te pasaba cuando arrancaste con las fotos?
- Se combinan muchas cosas. En el libro hay una parte autobiográfica porque yo no estaba en Argentina en esa época (N.d R.: Martín vivió varios años en Nueva York), y a lo que viví se fueron sumando otras cuestiones. Estuve en los últimos años de dictadura y revolución de Nicaragua, por ejemplo, y nosotros no teníamos esas discusiones que tienen estos países. La idea fue la de hacer por los menos registros visuales de esa situación. Nuestra referencia de esos conflictos venía de los europeos o norteamericanos. Además, yo venía haciendo trabajos para encontrar afuera rastros de situación, o sensaciones de mi niñez y juventud.
En general no me comunicaba con las personas y me interesó esa idea que aprendí mientras estudiaba a Brecht, de pensar en cómo aprendemos a nombrar el mundo exterior en la escuela: con pizarrón y tiza. La otra idea que me daba vueltas era la de las fotos con epígrafes: cómo incorporar adentro de la imagen ese texto escrito. Había leído mucho de Brecth y esta propuesta de guardar distancia para entender el contexto en que esa situación se encuentra tenía que ver con eso. Junté todas estas ideas que te describo y surgió esto de preguntar, a quienes fotografiaba, por su sueño o deseo.
-¿Y el instante fotográfico, también encontraba en el proyecto una reflexión?
- Era también una forma de cuestionar la idea de que la fotografía convertía todo en pasado. Fue buscar una imagen que albergue el presente, pasado y la proyección a futuro. Esto también tiene que ver con la película que estoy haciendo (N.d.R: que planea terminar este año para que comience su camino en los festivales internacionales).
-¿Sobre qué es?
- Voy a volver sobre algunas de estas historias que están fotografiadas en el libro para reconstruir la historia de ese personaje, a partir de su familia, de sus amigos. Así es como empiezo a contar otra historia que también tiene que ver con las fotos.
-¿Cómo empezó a crecer el proyecto del libro?
- Fue al elegir los fondos de los retratos y las ciudades, en relación a la historia reciente de cada país.
- Antes de empezar, ¿sabías que iba a quedar configurado este mapa?, ¿cómo fue el proceso?
- Por razones de producción y presupuesto, tuve que armar los viajes a los países de una manera ajustada; porque tenía mes y medio con cada país para dar esta pincelada y cubrir las variedades e historias de cada uno. Hubo mucha investigación previa y viajé mucho para hacer el registro. En ese registro dibujaba los sueños también, porque no iba revelando a medida que fotografiaba. Fue casi una edición en cámara: iba editando a medida que trabajaba.
-¿Cuál es la foto que más te impactó al hacerla?
-Hay de todo, lo que es sorprendente. Sentí que eran como cápsulas de tiempo lo que habíamos generado, y volver a abrirlas, fue como encontrar mensajes en una botella. Lo gratificante de este proyecto es que en él hay secretos compartidos, pensamientos íntimos. Fue trabajar la fotografía no solo de lo que se ve, sino de lo invisible.
La tapa que ilustra el libro de Weber es el retrato de un adolescente colombiano, con su cuerpo lleno de marcas de “guerra”. Él sostiene entre sus manos la pizarra que dice: “mi sueño es morirme”. Y se cumplió: fue abatido en una balacera.
- El tema de la identidad latinoamericana es un asunto irresuelto en el continente, ¿sentís que encontraste algunas respuestas con tu libro?
- Yo no soy la misma persona que empecé el proyecto. Por otras circunstancias, cambié, y al mismo tiempo todo el viaje fue renavegar muchas emociones, intereses, relaciones, expectativas, fracasos, sorpresas. Y dejo el libro abierto. Para construir nuestra identidad hay que escuchar las historias que no son nuestras, colocarnos en el lugar del otro.
“Mapa de sueños latinoamericanos” encierra las imágenes de personas que viven, o vivieron, en 53 pueblitos y ciudades de Argentina, Cuba, México, Perú, Nicaragua, Guatemala, Brasil y Colombia. “Las fotografías y los textos reflejan la historia de cada país. Revelan el impacto que tuvieron en las vidas privadas ciertas políticas de abuso nacional o regional. Este trabajo aspira a amplificar las voces de los menos representados y a darle dimensión a cada historia personal”, escribe Weber en el prólogo. Y sí: es, a la vez que magníficos retratos, un relato de quiénes somos, narrado por nosotros mismos.
La ficha
"Mapa de sueños latinoamericanos"
Autor: Martín Weber
Editorial: Ediciones Larivière.
En 3 líneas
- Martín Weber es argentino y vive hoy entre Buenos Aires y Los Angeles. Estudió en la UBA y en el International Center of Photography de NY
- Recibió las becas Guggenheim (1998), Prince Claus (2004) y No Strings (2005).
- En 1999 recibió el primer premio de la Fundación Klemm y en 2008 el Silver Eye Award. Realizó residencias en Suecia, Syracuse y Nueva York.