Martín Rechimuzzi: “Las redes no han venido para democratizar la palabra”

Politólogo, humorista y locutor, junto a Pedro Rosemblat, ofrecen un recorrido por la actualidad política argentina.

Martín Rechimuzzi: “Las redes no han venido para democratizar la palabra”
Martín Rechimuzzi: “Las redes no han venido para democratizar la palabra”

Cada día es un tráiler de una película súper taquillera. La realidad argentina es un mercado de gran variedad, en el que no pasa un día donde algo no acontezca: la gente habla y el medio lo reproduce. La gente lo consume y lo vuelve a reproducir. Un círculo vicioso al que parece imposible ponerle pausa o incluso desarmarlo.

La decodificación de mensajes es un trabajo permanente en la convivencia social. Pero esos mensajes son enviados por distintas (o quizá las mismas) vías de comunicación. ¿Es acaso la responsabilidad de los consumidores discernir en su rol de receptores o es la tarea de los emisores la de conjugar sus mensajes con todas las visiones posibles? La ambigüedad también llega a los roles y quizás ahí, encontramos la solución.

Martín Rechimuzzi es licenciado en Ciencias Políticas y hace su militancia desde el humor. Popularmente conocido por encarnar a algunos de los personajes más mediáticos y críticos del poder, junto a Pedro Rosemblat ("El cadete" de Roberto Navarro en "El Destape") producen sus propios mensajes en torno a su postura de opositores.

Multifacético por naturaleza, con personajes que satirizan las figuras más emblemáticas de la política nacional, Randall López quizá sea una de sus versiones con una llegada muy clara. Martín personifica a un periodista que consulta entre la gente perdida de los barrios porteños su opinión acerca de situaciones políticas alteradas: legisladores con nombres de cantantes, acontecimientos mundiales que nunca pasaron, dejan entrever las consecuencias de una sociedad saturada de contenido "informacional", que nubla la posibilidad de una visión analítica de la sociedad.

Este sábado, ambos humoristas se suben al teatro Selectro para presentar "Proyecto Bisman", una mezcolanza de novedades y constructora de opiniones, que se le planta firme a las emisiones en masa.

- ¿Cómo hacés para decir todo tratándolo desde el humor, para que a la gente le llegue y lo entienda?

- Descreo un poco del concepto de gente. Creo que lo llevo sólo a un segmento, más en esta realidad digital donde nos movemos esencialmente.

Creo que hablo con un público puntual que también es al que me interesa hablar a mí. Yo siempre hablo con ese público, siempre desde el humor porque esa es mi mirada, la no totalización, una segunda lectura. En algún punto el humor es un combustible para la refundación de sentido. Siempre para que exista la situación humorística tiene que haber una risa, y la risa la produce el otro.

- Y para el público que no te dirigís, ¿no es una comunicación también el hecho de no hablarles?

- Es una consecuencia, estoy de acuerdo con eso. También me pasa que yo decido que mis construcciones no sean cerradas, no saturadas. Por ejemplo, Handel es una representación pequeña del macrismo, pero no es Macri. Mucha gente votante de Macri me ha hablado diciendo que le encantaba ese personaje. Yo no podía entender, pero me pasa que esas personas me decían: “representa exactamente lo que yo pienso”. Yo no puedo pretender o hacerme cargo de las consecuencias de lo que le llega a cada uno.

- ¿Desde dónde empezás las construcciones de tu discurso?

- Siempre parten de una molestia, de algo que me genera un ruido, desde la cotidianidad. Después, recién ahí decido quién le puede poner el cuerpo y la voz. Los personajes pasan a ser herramientas para contar algo, pero de alguna manera tienen existencia propia y me enseñan algo a mí. Cuando estoy más relajado empiezo a jugar un poco para ver qué es lo que tiene para decir.

- Randall intenta representar mucho el periodismo actual, ¿qué pensás de la labor periodística y su relación con el fenómeno de la pos verdad?

- No inscribo la posverdad como algo nuevo. El discurso religioso es históricamente posverdad hecha institución. Respecto del periodismo, nunca miré con mucho afecto a la profesión periodística, esa es la realidad. Sí creo en esas personas que tienen un discurso y se expresan desde ese discurso tratando de argumentar algo. Ese periodismo que busca esa verdad, como si hubiese “tal cosa”, por lo general termina siendo sofismo. La lógica de la estructura es más fuerte que la pregunta que te pueden hacer a vos. Existe la estructura desde donde se expresa. Además, comulga con un fenómeno corporativo internacional que tiene que ver con la masificación de las redes y mucho más. Tampoco podemos creer que las redes hayan venido a democratizar la palabra pero sí podemos pensar que hay más canales para expresarse.

- ¿En qué punto se encuentran tu trabajo y la esfera política?

- Descreo de pretensiones totalizadoras. Los chistes son de un momento que está puesto sobre el sentido común, que ha estado muy en el eje desde algunos años, cuando empezó el nuevo gobierno con todas sus medidas. Opero un poco ahí: en el sentido común, en la construcción de sentidos y opiniones que después pueden llegar a despertar cierta reflexión. No creo que el que es un votante de Macri y ve un video de Randall López, automáticamente vota un gobierno popular.

- ¿Existe una edición selectiva en los videos con la gente de la calle?

- Cada vez es más difícil salir a la calle porque se ha masificado el personaje. No solo mucha gente lo conoce, sino que mucha otra se queda mirando y condiciona un poco el experimento. Sí hay edición, pero no hay edición de cambiar respuestas de lo que dijeron. Lo que sí queda afuera, por lo general, es lo aburrido; porque el objetivo es la comicidad. Por ahí pasa que tardan mucho en responder o sofistican mucho el discurso entonces no se entiende. Esa es la edición. Nunca pasó que repregunten, o digan que no están de acuerdo con algo, eso nunca sucedió.

- Debe existir un proceso de relacionar lo que les decís con lo que ya tienen incorporado.

- Creo que esto no es un fenómeno de cierto electorado. Yo le doy un uso militante al meterme con cierto núcleo, pero no es que los macristas son esto y los kirchneristas son otra cosa. Esto es un fenómeno transversal, estamos todos atravesados por esto. Sí pienso que lo que opera ahí es la coacción que tienen los medios masivos a la hora de formar un posicionamiento. Sobre eso va el experimento. Yo creo que trato de entrar a un montón de significantes que están flotando en el aire, toco ciertas teclas que están flotando desde los grandes medios. En ese momento tan coercitivo donde estoy con un micrófono, algo no habitual con muchos condicionantes, conectan con eso que vienen escuchando o continúan una producción desde eso que está dando vueltas. Pero no es que se inventa algo ahí, hay una producción desde lo que está en el aire.

- Dicen que en nuestro país el que se aburre es porque quiere, ¿cómo trabajan con Pepe Rosemblat ese traspase de la actualidad argentina al escenario?

- Tenemos una estructura que es el esqueleto del show y después vamos ajustando un poco la actualidad. Para eso nos juntamos todos los lunes y tenemos a personas que respetamos muchísimo que nos ayudan con la producción política y en la construcción del sentido que vamos dando.

Estamos toda la semana trabajando sobre las inscripciones que queremos darle al show. Y al mismo tiempo, al trabajar en un programa diario, estás todo el tiempo tratando de ver qué es lo que sucede. Hay una cotidianidad siempre puesta. Futurock es un nido donde estamos repensándonos en un montón de sentidos: desde el feminismo, desde el kirchnerismo, desde las tensiones que hay con las distintas fuerzas, desde las propias internas. Estamos todo el día con esa producción y eso se plasma en la función.

- El feminismo se metió fuerte en la agenda política y convulsionó a los medios, ¿cómo describirías tu participación como hombre en este movimiento?

- Desde chico fue muy natural estar rodeado de mujeres. En la escuela me imponían jugar al fútbol y yo no quería y me iba con las pibas, me cuidaron mis abuelas, y eso me lo facilitó. No quiere decir que no tenga micromachismos y no esté inserto en este círculo patriarcal, pero en ese sentido me es muy natural. Sí me alegro de todo el vigor que tuvo en este tiempo la militancia por el aborto legal, seguro y gratuito. Es una demanda que debe leerse desde el feminismo y no solo por su componente histórico. Mi rol como varón es de mucha escucha, de aprender y callarse un poco la boca. Y también estudiar cuáles son las imposiciones que nosotros tenemos. Hay muchas situaciones que hablan de nosotros que tienen que ver con la cultura patriarcal y no son tan fáciles de desandar, hay que aprender a convivir con eso y desandar tantas otras.

- Construís desde el discurso, pero también desde el lenguaje. ¿Qué visión tenés del lenguaje inclusivo?

- A mí lo primero que me causa es gracia en nosotros porque somos viejos tratando de incorporar algo que no nos han enseñado. Lo que no se puede hacer es rechazar algo. Esa me parece la posición que no corresponde. Después es medio difícil porque el lenguaje es algo veloz, compulsivo, para estar pensando cuándo decirlo y cuándo no. Lo importante es el momento de rever las totalizaciones donde se encripta un discurso en favor de algunos y los “otros” dicen que también quieren participar de esto, la posición política es de cooperación. Después si te sale, si no te sale, si decís “todos, todes, todis”, eso es anecdótico. Lo importante es el contenido y cómo se arriba a eso.

La ficha

Proyecto Bisman

Día y hora: hoy, a las 21.

Lugar: Teatro Selectro (Capitán de Fragata Moyano 102).

Entradas: $400 a través de www.eventbrite.com.ar

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