Es una mañana primaveral en Mendoza. Lentamente, el Gambarte se va poblando de las "naves" que trasladan a los jugadores de Godoy Cruz. Dos minutos antes de las 9, por el callejón de calle Mitre asoma una 4x4 gris con vidrios polarizados que conduce el Pato Abbondanzieri. Su copiloto es Martín Palermo, el ídolo al que dos fanáticos esperan para grabar un saludo. Fiel a su costumbre, accede sin rodeos. Y tras el saludo a los periodistas, a la hora señalada, se arma la esperada charla íntima con el Titán del gol y de la vida.
-Martín, quienes te conocen en la intimidad aseguran que sos tímido. ¿Cómo fuiste conviviendo con la fama a medida que te ibas haciendo conocido?
-Obviamente que cuesta. Sigo sintiendo eso de entrar a un lugar y sentirme observado. Todavía me da algo de vergüenza.
-A pesar de eso hiciste locuras dentro y fuera de la cancha, como el día que te bajaste los pantalones contra Newell's o cuando te vestiste de mujer para la tapa de una revista.
-Dentro de la cancha era así, espontáneo. Lo que me pasaba por la cabeza, como los festejos, lo hacía. Cuando me vestí de mujer lo hice por inexperiencia, sin saber que iba a generar tanta repercusión. Pero de esas cosas uno aprende. Nadie te va preparando para la exposición, el periodismo y todo lo que te proponen. El salto a Boca me dio todo eso.
-¿Pero seguís siendo tímido?
-Sí, el que me conoce sabe como soy. Quizá en la intimidad soy más abierto, más jodón. Lo mismo me pasa con los jugadores. Ni me quiero poner como un jugador más, ni tampoco ponerles el límite riguroso por ser el entrenador. Creo que tengo una forma de ser muy abierta y cada uno en su función.
-¿La psicóloga tuvo que ver en tu carrera en esto?
-Sí, fue una ayuda importante a lo largo de mi periodo como jugador, en diferentes momentos y etapas de mi carrera.
-¿La recomendarías?
-Creo que sí, en lo personal, no tanto en lo grupal. En mi vida pasé muchos momentos difíciles y ella fue una contención. En las sesiones me podía largar y hablar de temas que quizá ni con mis amigos o mi familia lo podía hacer.
-¿Qué es lo que más te gusta de vivir en Mendoza?
-La tranquilidad y el respeto de la gente.
-¿No te hacen sentir el acoso como en Buenos Aires?
-Acá también la gente se te acerca, pero no soy de salir mucho. El miércoles fui por primera vez al cine desde que estoy en Mendoza.
-¿Te pidieron muchas fotos?
-Y, los que me atendieron, los que entraban al cine...
-¿Cómo sos en la intimidad de tu casa?
-Veo mucho fútbol. Llegó de entrenar, almuerzo y estoy tranquilo. Si hay algún partido, lo veo.
-¿Siempre con algún vino?
-Tomo vino, cuando hay algún asado o cuando salgo. En casa es difícil. Me gusta el malbec y acá hay de sobra (risas). También están los vecinos que vienen a pedir una foto o un autógrafo y caen con una botella de regalo.
-¿Por qué no sos de salir?
-Por lo mismo que dije antes, al ser tímido me da cosa que estén pendiente de mí. Aunque es lindo salir y sentir el cariño y reconocimiento de la gente. No son cosas fáciles de lograr, especialmente de los hinchas que no son de Boca.
- ¿Y cómo lo vive tu pareja?
-Bien, ya se acostumbró. Obviamente que la exposición le costó, pero lo entiende. La persona que comparte el día a día tiene que saber con quién está, y que no sea un problema. Debe ser parte de todo lo que uno vive.
No te declares jamás vencido,
aunque mil veces en la lucha caigas,
que caer no es ceder si has conseguido,
levantarte de nuevo en otras tantas.
¡Adelante, Estudiantes, Adelante!
Cualquier parecido de este fragmento del himno del Pincha con la vida de Martín Palermo no es pura semejanza.
-¿Qué cosas positivas pudiste descubrir de los momentos malos que te tocó vivir?
-La fortaleza. Creo que mi mayor potencial fue la cabeza. Si uno tiene limitaciones en ciertas cosas, cuanto más fuerte sos de la cabeza, mejor. Si te ponés como meta superarte en el día a día lo terminás consiguiendo.
-¿Cuál de las tres lesiones que padeciste te afectó más y por qué?
-La que más costó fue la de España, en Villarreal. En esos momentos uno necesita tener más contención, estar cerca de la familia. Mi primera lesión en Boca fue diferente por el trato del grupo, de Bianchi y los kinesiólogos. Hacía poco que estaba en España y todo eso lo necesitaba.
-¿Qué balance hacés de tu etapa en Europa?
-No fue positiva en resultados, pero fue linda en cuanto a crecimiento, en vivir cosas que no fueron tan buenas como en Boca. Eso me hizo superarme y crecer. Mi idea era empezar de abajo, pero no pude dar el salto.
-¿Sos de volver a ver tus goles?
-Sí, me gusta volver a verlos. A veces pasan resúmenes en algunos programas de tele. En casa también tengo muchos videos y recopilación de partidos. Me gusta ver todos, desde los que hice con Estudiantes cuando recién empezaba, los que hice en Villarreal y Boca hasta los de la Selección.
-¿Y cuál disfrutás más?
-Todos. Siempre me sorprendo. O veo algo que no le prestaste atención en su momento y lo volvés a ver con mayor detenimiento y decís '¡Mirá como definí!
-¿Y el que mayor valor tuvo?
-Hubo dos en la Selección que fueron muy importantes: el gol a Perú, por lo que significó para la clasificación a Sudáfrica y, ya en el Mundial, el de Grecia. Tienen un sabor especial porque fueron con la camiseta de la Argentina.
-Cuando repasás tu carrera, ¿pensás que lograste mucho más de lo que imaginabas?
-Sí, fui muy exigente conmigo mismo. No me conformaba nunca con nada. No quería quedarme en lo que ya había conseguido. Pero jamás pensé que las cosas se me iban a dar como se me dieron. Viví de lo bueno y lo malo en demasía, cosas inimaginables.
-Entonces no te quedó ninguna cuenta pendiente…
-No. ¿Qué más puedo pedir? Quería ser campeón del mundo con la Selección. Hubiera sido lo máximo como jugador.
-¿Cómo manejás con tu hijo esto de llevar el apellido Palermo cuando él recién está arrancando en el fútbol?
-Y, cuesta.
-¿Le cuesta a él o a vos?
-No, a él más que nada. Lleva la exigencia desde chico. Hoy tiene 17 años y va asumiendo ese rol que años atrás sufría porque en algunas canchas no había límites en cuanto al insulto y al maltrato por parte de los padres. Siempre estuve cerca para aconsejarlo y que sea él mismo como persona y jugador.
-¿Cómo fue el paso de jugador a director técnico?
-Bueno. Es obvio que tengo que ir sacando el jugador dentro de mí, que es lo que más cuesta. Pero uno ya sabe el rol que cumple, la diferencia de lo que es ser jugador a lo que es ser entrenador; la visión y preparación del día a día son totalmente diferentes. Es un aprendizaje que vivo a diario junto a los jugadores.
-Después del partido con Gimnasia dijiste que te dieron ganas de meterte en la cancha. ¿Alguna vez te dio vueltas por la cabeza volver a jugar?
-Siempre te da vueltas en la cabeza la posibilidad. En ese año y medio del post retiro no le di importancia. Pero cuando volvés a estar de nuevo en el ruedo, te pica el bichito. Te pasa la pelota cerca y la adrenalina del partido te lleva a querer meterte. Pero lo tengo que ir trabajando en la cabeza y saber que ya está, que no puedo volver atrás y ser un jugador profesional. Ya no estoy para eso.
¿Qué título le pondrías a tu película?
-No sé. Siempre estuvo dando vueltas la posibilidad de hacer la película. Se había encaminado cuando estuve sin dirigir y tenía más tiempo. Pero ahora estoy acá y es más complicado. Igual creo que está avanzado el tema.
-¿Qué personas no pueden faltar en esa película de tu vida?
-La gran mayoría, el Pato (Abbondanzieri), el Flaco Schiavi, Cagna, el Pochi Chávez. Amigos del colegio y de las inferiores de Estudiantes, con los cuales sigo manteniendo una relación. Y obviamente mi familia.