Me llevo un tiempo considerable llegar a sentir al espíritu de San Martín conviviendo con mi espíritu en mi cuerpo. La confirmación de la tuve unos años después cuando David Blanco organizó una tenida en el templo masón.
Después de haber interpretado el texto que los integrantes de la logia habían escrito para la ceremonia en la cual participaba el personaje de San Martín, sentí que tenía que el personaje quería decir algo más. En este preciso momento, de pronto, alguien en mi espalda me tira del poncho, como haciéndome una señal de que ya estaba bueno.
No me di vuelta, pero luego corroboré con el mismo David Blanco que nadie estaba detrás mío. Nadie más que el Tino y el espíritu de San Martín..jaja.
Según la astrología, nací con un tercio de Sagitario, un tercio de Géminis y un tercio de Tauro, como nunca había visto antes Doña Alicia Contursi. Esos “ingredientes”, según ella, determinaron un perfil de “actor”.
La que me parió en la calle Catamarca fue mi madre, un 2 de diciembre muy caluroso del siglo pasado mientras mi padre corría a buscarle un helado de canela y coco para endulzar el atardecer.
Mi abuelo paterno Bernardo también me dejó una marca importante en los genes. Porque, siendo de León, como lo fue el abuelo de San Martín, por pertenecer a una familia importante debía elegir entre ser cura o militar como tradición de familia.
Mi abuelo fue desheredado porque, estando ya celebrando misa, decidió irse. Se tomó un barco y se bajó en el puerto de Buenos Aires.
Ahí empieza una nueva vida y si bien no fue el cura que su familia quería llegó a ser presidente de la acción católica en Mendoza, fue un verdadero cura laico.
Trabajé 30 años en el Banco de Mendoza. Un día me calenté y me fui. Dejé hasta el saco en el escritorio. Justo en ese momento me encontré en la calle con Cristóbal Arnold, se enteró y me dijo: “te vas a morir de hambre”. Pero sabíamos que el teatro nos daba de comer al alma. Ahora que saco la cuenta, llevo 25 años en relación con la escena.
Fui dirigente estudiantil en la Facu y luego delegado gremial en el Banco. A partir del ´77 se produce mi segundo alumbramiento. Galina Tolmacheva me enseñó a transitar el camino de la vida...o sea el teatro.
Mi madre docente rural e hija de una directora de escuela fue la encargada de iniciarme en el teatro haciéndome participar de cuanto acto escolar hubiera. Todavía tengo presente la seda verde y amarilla del traje de Aladino.
El CUC también me marcó profundamente con profesores inolvidables.
Yo soy de las personas que creen que todos y todas somos maestros y alumnos a la vez de las personas con quienes compartimos la vida. Y considero además que la vida es el lugar donde nos presentamos entre nosotros encarnando distintos roles.
Cuando llega la época de la gran crisis argentina, capaz de producir varios presidentes en un brevísimo plazo, le pregunto a Ricardo Amorena si se anima a escribir qué diría San Martín hoy, acá, entre nosotros.
En ese entonces, que la consigna era “que se vayan todos”, yo voté a Belgrano y a San Martín. Ricardo no sólo aceptó el desafío sino que se puso a investigar qué decía Tomás Guido del libertador y escribió “José, espíritu libertador”, una obra que fue la que a mí me ayudó a conocer la dimensión humana de San Martín.
Ricardo logró bajarlo del bronce; a partir de ahí lo empecé a comprender y después de un año y medio de trabajo logramos convivir con ese personaje.
Después del estreno, un amigo mío me invitó a actuar en el templo de la masonería. Según él, el espíritu de San Martín estaba arriba del escenario cuando actuaba.
Ricardo Tello, mago del maquillaje, fue fundamental. Es como el gran artista plástico que termina mi trabajo de composición interior. En mi rostro lograba expresar el espíritu del personaje que ya empezaba a convivir conmigo.
Hay veces en la que sentí que el personaje le ganaba al actor. Cuando Menem no había querido ir a la segunda vuelta en las elecciones presidenciales, por ejemplo. La situación del país era bastante delicada. Ya se empezaba a recrudecer la famosa grieta.
Yo sentía por dentro que San Martín quería subirse a un micro, ir hasta la Plaza de Mayo, bajarse y empezar a hablar con la gente.
Fue la época en que justamente la obra escrita por Amorena cobró mayor vigencia. Inspirada en cartas escritas por San Martín, hacía referencia al rol de cada uno de nosotros como ciudadanos y al de los políticos.
“No entiendo cómo algunos americanos negocian con el extranjero sin importarle ver mancillada a la patria”- quería gritar en la Plaza- “tal felonía ni con el sepulcro se paga”. Los que negocian entregándonos a todos nosotros, que somos la patria, no merecen ser enterrados siquiera.
En un Carrusel vendimial, la gente gritaba al personaje que viniera, que los echara a todos. A partir de ahí empezó a surgir un discurso del personaje; cada vez que me encontraba con la gente, le decía que él sólo no hizo nada.
Si hoy es el Padre de la Patria, libertador de América, esto es porque, más allá de su capacidad, encontró en Cuyo gente maravillosa. Cuando habla con los cuyanos insiste en que la gesta libertadora es una gesta de este pueblo y no de él solo.
El convivir con Perón y con San Martín hizo que entendiera mejor lo que pasa por adentro de un estadista y de un libertador.
En "Perón" se logra sentir lo que un político experimenta cuando la gente le manifiesta admiración y en muchos casos idolatría.
Con San Martín la relación con la gente es distinta, porque es un libertador que busca alcanzar con el pueblo un valor espiritual y, a través de las máximas, conductas que trascienden en algunos casos intereses personales que sí se encuentran reflejados en la política.
Conviviendo con Perón, en una parte de la obra reconoce que en vida se equivocó al aceptar que le alimentaran el ego los obsecuentes que lo rodearon.
Donde los siento unidos, más allá de diferencias personales de estilos o modos de ser, es en que los dos son patriotas: uno es el libertador de América y el otro es el primer trabajador argentino.
Ambos quieren la unidad latinoamericana y los dos se refieren a los enemigos externos. Ambos defienden la soberanía nacional y la igualdad sin discriminación
Aparte de actuar, dirigí cinco Fiestas de la Vendimia de la Ciudad. Presenté innumerables libros de poetas mendocinos. Difundo y comparto toda la poesía que pasa por mis manos y la que seguirá pasando.
Fui basquetbolista, rugbier, voleibolista, futbolista. Según pasan los días sigo viviendo, a veces con dolor, a veces con alegría. Cada vez más libre. Ganándole al “bobo”. Convencido de que hasta mi paso por el Banco me hizo crecer.