El esperado y reciente libro de Marta Cwielong (1952), “La orilla” (Ediciones del Dock), nos aproxima una poética fuertemente arraigada a la materialidad del cuerpo. Como si se trataran de murmuraciones, cada verso se articula a través de una claridad expositiva que sabe aliarse, sin embargo, a un decir sugerente, cargado de misterio poético y muchas veces elusivo.
“La orilla” consuma una escritura extasiada, donde lo amoroso le abre paso aun erotismo perturbador. Amor pasión, amor razonado, iniciación en el amor que no excluye el dolor y la pérdida; Cwielong renueva el misterio de lo que huye siempre y sólo a veces se deja rozar.
Entre algunos de sus libros de poesía se encuentran: “Razones para huir” (1991), “De nadie” (1997), “Jadeo animal” (2003), “Morada” (2007), “Pleno de ánimas” (2008), y “Las vírgenes terrestres” (2015). Fue editora de Libros de Alejandría y difusora de poesía durante 15 años en ciclos, eventos, encuentros y debates. Su poesía ha sido traducida al catalán, polaco y francés.
-Marta, tu poesía es muy visceral. Casi como si el cuerpo escribiera el poema. Es más, el poema comprendido como ese instante áurico donde se unen el cuerpo y la palabra. ¿Qué fantasmas habitan esta orilla?
-Los fantasmas existenciales que todo cuestionan y no hallan respuesta. Porque hay humanos que matan y producen guerras. Porque poseo un cuerpo con memoria colectiva, traigo escrito cada dolor, injusticia, laceración, hambre y desamparo. Entonces voy y vengo de una orilla a otra. Pero siempre con uno de ellos a cuesta.
-"La orilla" tuvo una larga espera. Es un libro que gana en el detalle. Desde las citas de autores como Enrique Molina e Idea Vilariño, que se hilvanan con tus poemas; hasta en la meticulosidad con que los versos se disponen –invariablemente, como murmullos- en el margen superior izquierdo de cada página. ¿Pensás que esa demora ahondó los modos de resignificar tu decir?
-Si, la demora fue el tiempo necesario para encontrar la palabra que lo diga. De todos modos no la hallé, y sigo en su búsqueda. Pero fue placentero el tiempo de corrección y poda de esa orilla que se me escapaba.
-Leemos: "mi beso, íntimo/ pleno de aroma/ extraña". Es innegable el sesgo sensual que presenta "La orilla". El recuerdo del goce, su vacío en el cuerpo… ¿De qué modo los sentimientos tejen tus poemas, Marta?
-Es un escozor, la gota que horada la piedra en la noche de rocío. Es el ahogo de querer pronunciar el sentimiento.
-La boca juega un lugar preponderante por su proximidad con la palabra. Escribís: "mi boca fundará el sitio/ exacto/ al costado de todo/ en la comisura que beso/ cuando te miro". ¿Cada poética enseña un modo de leer?
-Son muchos los modos de leer, y no quiero encasillar ninguno, quisiera que muchos leyeran mucho. Que los transportara una línea de un poema, que un pasaje de un cuento fuera inolvidable. Mi boca sufrió silencio, entonces los ojos y las manos aprendieron a comunicarse. Mi cuerpo, mi boca, manos, piel hablan y trato de traducir lo que dicen.
-Por cierto el deseo ha de ser otro de los ejes de este poemario. ¿Cuánto tuvo éste que ver con el modo en que desarrollaste el tono elegíaco del libro?
-El deseo, el placer, temblar de emoción, de ira, desear el abrazo, desear acomodarse en el cuerpo del otro, desear la paz. Sin el deseo no habría podido escribir La orilla y los otros libros.
-La orilla está construida por versos breves y precisos, con una respiración casi epigramática. Decís: "desnudarse en el poema/ en la escritura/ en la mirada". Me gustaría te refieras a ese trabajado despojamiento. Llegar hasta el hueso del poema, si se me permite la analogía.
-Necesito la brevedad, la palabra directa, me molesta todas las palabras que entorpecen llegar al carozo. A la semilla. He intentado escribir de otra manera, extenderme, a pedido de amigas poetas, lo he hecho y luego viene la poda… y sacar toda adjetivación, y sentir que nada cambió.
-Otro aspecto interesante de tu poética: la sugestividad. La capacidad que tienen algunos de tus poemas, de abrir lentamente capa tras capa de significado. Por ejemplo: "si alguna vez descendiera a mis infiernos/ sabrás del sabor de los labios". Lo que no se dice tiene aquí una presencia mayor a lo escrito. ¿Lo creés así?
-Intento traducir, intento poner en palabras esa sensación, eso que pude ver como entre ramas, sin verlo realmente, sino que aquello que imagino que vi cuando ya giré el rostro y queda en ese espacio de recuerdo. Quiero sugerir que veas. Me hiciste recordar a Pizarnik, “explicar con palabras de este mundo que partió de mí un barco llevándome”.
-Sé que sos una consumada melómana. En la elaboración de este libro, ¿te acompañó algún compositor en especial?
-Cuando escribí “Pleno de animas”, en toda su escritura escuche una y mil veces la música de “La mirada de Ulises” de Eleni Karaindrou. En este caso fueron muchos años. No hubo esa exactitud anterior, pero si mucho jazz, latin jazz (Danilo Pérez - John Patitucci - Paquito Rivera). Para nombrar de alguna manera que estaba escuchando.
-¿Cómo fue tu experiencia tras viajar al Uruguay con motivo de la presentación de Las vírgenes terrestres?
-Pues te cuento que de niña viví en Uruguay, volví muchas veces por trabajo, pero en esa ocasión era volver como poeta, fueron tiempos duros cuando estuve allí, era en Punta Ballena, Maldonado. Con lo cual tengo un lazo afectivo muy especial. Volviendo a el motivo de estar en la feria del libro de San José, en la edición de la bienal de poesía.
Debo agradecerlo al poeta Rafael Courtoisie que hizo posible que llegáramos Marlene Zertuche desde México y yo desde la otra orilla para presentar el primer cuaderno de nuestra investigación de poetas latinoamericanas. Trabajo que hacemos desde la mirada que aquellas poetas que lucharon para obtener sus derechos de vida, y analizar como en una misma época desde diferentes tierras se dolía y luchaba por lo mismo.
-¿De qué forma pensás que tu labor ante el sello Libros de Alejandría haya dejado huella en tu escritura?
-El responsable era el poeta Enrique Puccia, en nuestros años de amistad y organización de lecturas de poetas, me enseñó a leer, a meterte dentro de los poemas, a no prejuiciar. A ser estricta en la escritura, a no regodearse del poema, no enamorarse de él.
-Un poeta que deberíamos leer y por qué.
-Si bien tengo otros poetas a los que siempre vuelvo, Alberto Girri para mí es la guía a la cual regreso siempre. Es como para los músicos, San Pugliese.