Markus Gabriel: el filósofo que descree de la IA

El alemán propone una reflexión sobre la esfera privada y pública, el “totalitarismo” virtual y el modelo “Silicon Valley”.

Markus Gabriel: el filósofo que descree de la IA
Markus Gabriel: el filósofo que descree de la IA

Un filósofo alemán que en términos académicos es joven, que reivindica la televisión y al mismo tiempo ataca a las empresas dueñas de las plataformas sociales, que postula una corriente denominada "nuevo realismo" que se desmarca del naturalismo y del constructivismo, y que tiene una mirada crítica del fundamentalismo neurocientífico y de las ideas más ingenuas o cínicas sobre inteligencia artificial. Ese es Markus Gabriel, catedrático de la Universidad de Bonn y autor de libros como "Yo no soy mi cerebro", "Por qué el mundo no existe" y "El sentido del pensamiento". Su "nuevo realismo" sostiene que el "mundo no es ni la totalidad de las cosas, ni la totalidad de los hechos, sino aquel ámbito en que acaecen todos los ámbitos que existen".

Su interés reflexivo está asentado en las relaciones entre las distintas disciplinas científicas, la opacidad de las ideas de ciertos pensadores renombrados y hasta el boom de la divulgación de la filosofía. Además, hace una crítica a la idea de inteligencia artificial. “En realidad no existe, es una ilusión -dice-. De hecho, detrás de ese discurso acerca de la inteligencia artificial hay toda una industria de propaganda, de origen californiano. Es la religión de Silicon Valley. Se vende como un gran avance de la humanidad, pero las máquinas que producimos no piensan ni sienten ni saben nada”.

-¿Por qué tiene tanta difusión esa idea?

-Hay una fantasía muy muy humana de estar en contacto con una inteligencia trascendente, un Dios. Esa fantasía es un sustituto de Dios. Empresas como Facebook son proyectos profundamente religiosos en el sentido de que ocupan el lugar de Dios y plantean una metafísica.

Con este planteo Markus Gabriel se opone a los defensores más entusiastas de la IA, cuando hablan de las personas cuyos trabajos serán destruidos por ella y alegan que al mismo tiempo se crearán nuevas fuentes laborales. Afirma el filósofo: "No sabemos qué va a pasar, no tenemos idea hacia dónde vamos con esos nuevos procesos de autonomización, nadie lo sabe. Es otro ejemplo de pura ideología afirmar que todo se va a reemplazar. ¿Quién sabe? Es pura especulación".

Gabriel ha calificado a las empresas dueñas de redes sociales de "criminales" y explaya su concepto: "el papel de ellas es destruir el imperio de la ley de los Estados. ¿Fueron los rusos los que usaron Facebook para interferir en las elecciones en Estados Unidos o es la lógica de la plataforma la que facilita esas interferencias en procesos democráticos? Estamos hablando de empresas monopólicas. Rusia lo hace, en todo caso, pero es una política global, son las plataformas las que permiten las ciberguerras, las crean y las quieren. Estos monopolios fuera del contexto digital no serían legales, pero ahí no hay ley". Justo se impone este tema cuando Netflix acaba de estrenar el impactante documental "Nada es privado" donde se cuenta detalladamente la operación de Cambridge Analytica. "Tenemos cada día menos espacios neutrales en la red. Hay una nueva forma de totalitarismo, en donde no hay una esfera privada, ese es el lado más peligroso. Nuestros pensamientos tienen la forma de consecuencias políticas, lo que pensamos lo publicamos online, ya no hay distancia entre la esfera pública moderna y la esfera privada. Y ahora la esfera pública está controlada por algoritmos... Recordemos las elecciones de Trump y de Bolsonaro. Las plataformas controlan la forma de pensar, no el contenido. Controlan la manera en la que pensamos, por eso tenemos la ilusión de ser libres al expresar los sentimientos en las redes. Pero si la forma de pensar ya está vendida a alguien a través de los algoritmos, no tenemos verdadera libertad de expresión. Facebook no tiene contenidos si no es el que producimos nosotros, Facebook es el puro vacío. Pero hay espacios de resistencia, la revolución digital no ha tenido lugar, depende de nosotros. Para lo digital falta una revolución como la francesa, que dio la democracia moderna. Necesitamos una revolución de esa nueva esfera pública".

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