Mario Mátar ha muerto, y con él, el más grande guitarrista de rock que haya nacido alguna vez en estas tierras. Hay que decirlo así. Con todas las letras, como si fuera en voz alta y como si el rasguido de seis cuerdas al aire acompañara desde lo hondo esta noticia.
Mátar fue considerado por sus pares como el más talentoso e influyente de los guitarristas de la provincia, aunque su genio excediera ese instrumento, ya que su enorme capacidad compositiva y su talento musical lo hacían trascender el rol de intérprete.
El "Gordo", como le decían sus cercanos, formó grupos cruciales para nuestro rock, como Altablanca o Zonda Projeckt, y lideró la vanguardia musical con su instrumentación exquisita y su virtuosismo interpretativo. Además, compuso infinidad de jingles, cortinas musicales para TV y radio y música para obras de teatro. Retirado como guitarrista hace diez años por la enfermedad que terminó con su vida, se dedicó a trabajar desde su computadora y a seguir creando música (entre ellas, la de una Vendimia), mientras la comunidad artística comenzaba a reverenciarlo: le dio su nombre a una escuela de rock en Guaymallén, lo nombraron ciudadano ilustre de Godoy Cruz y fue elegido en una encuesta como el mejor guitarrista de nuestra historia.
El jueves, vencido por el dolor de años, murió a las 19.35, en el hospital El Carmen.
Un músico sin igual
Mátar había nacido en San Rafael en 1957, en una familia acomodada del sur. Estudió en la capital mendocina y a fines de los 70 dio a luz uno de los proyectos más fascinantes y decisivos que ha tenido el rock de Mendoza: el grupo Altablanca, del que fue fundador, líder y figura.
Pronto la banda – de la que formaron parte Natalio Faingold, Javier Segura, Jorge Zangheri, y Susana "la Turca" Naldi, entre otros– consiguió convertirse en un verdadero fenómeno local: alguna vez tuvieron que brindar dos conciertos consecutivos en el teatro Independencia, en la misma noche, para darle lugar al público que quería escucharlos. Además, trascendió nuestras fronteras y dio que hablar en Buenos Aires y otras provincias.
Tras la disolución de la banda, Mátar viajó a Estados Unidos para estudiar en el Musicians Institute de Hollywood y volvió cargado de ideas. Piero lo escuchó y se lo llevó a integrar su banda. Luego de una gira por Latinoamérica, volvió para fundar Salsa Blanca (junto a Fernando Ramírez y Gabriel Correas), que gracias a su éxito hizo una gira por Italia.
Tras esa experiencia, Mátar quiso más y se adentró en el acid jazz con el fantástico proyecto de Neptuno Club, al lado del trompetista Marcos Cobo.
Ya entrados los 2000, se sumó al notable grupo Zonda Projeckt, junto a Ernesto Vidal, Tuti Vega. Fue esa la última grupación que integró, hasta que lo retiró la enfermedad.
A la par de toda esa trayectoria, Mátar compuso y grabó siete discos, que aún están inéditos. La Secretaría de Cultura encaró en 2016 el proyecto de grabarlo, pero las dilaciones habituales, que suelen olvidar que el tiempo pasa y desgasta, hicieron que el módico regalo de que Mario Mátar pudiera asistir a su edición, quedara en el deseo.