Justo esta primavera, la campaña presidencial de Marine Le Pen atrajo a enormes multitudes que de manera entusiasta acogieron la visión estridentemente nacionalista y antiinmigrante de su partido Frente Nacional para Francia.
Esta semana en Soissons, una tranquila localidad provincial lejos de los llamativos espectáculos que atraían a miles durante la campaña, Le Pen fue recibida por unas cuantas docenas de activistas sombríos del Frente Nacional en una apagada sala de reuniones. Incluso los más críticos ni se molestaron en asistir: sólo fue un puñado de manifestantes de voz débil que se dispersó rápidamente.
El partido de Le Pen, aplastado por el 66 % de Emmanuel Macron en la segunda vuelta de la elección presidencial en mayo, obtuvo un resultado decepcionante en las elecciones legislativas del domingo pasado. El Frente Nacional muy probablemente confirmará sus pérdidas en una segunda vuelta de votación hoy. Y cada día trae nuevas revelaciones de deslealtades y disputas en torno a la estrategia dentro del Frente.
Es un giro radical vertiginoso que refleja, al menos por ahora, el declive de la fortuna de Le Pen en Francia. La retirada del Frente Nacional también se suma a la impresión de que el populismo de extrema derecha está perdiendo su atractivo más ampliamente.
Trump "colabora"
A esa retirada ha contribuido el debilitamiento constante del gobierno del presidente Donald Trump bajo un aire de escándalo y la tardía percepción británica de que retirarse de la Unión Europea quizá no sea tan rápido, fácil y excelente como se hizo creer a los votantes.
Pero si dura dependerá no en pequeña medida del desempeño de innovadores políticos como el joven presidente de Francia, Macron, de 39 años de edad, un desafío que él mismo ha reconocido.
Le Pen una vez soñó con encabezar al principal partido de oposición a Macron y de dirigir a un ciento o más de diputados parlamentarios para impulsar la intransigente agenda nacionalista del Frente. Ahora, bien pudiera terminar como la única integrante del partido en la Asamblea Nacional.
Es un lugar solitario, y deja a la alguna vez fuerte Le Pen, quien aún luce agotada por la campaña presidencial, a la defensiva y denunciando un “gigantesco escándalo para la democracia” ante los reporteros en Soissons esta semana.
El partido de Le Pen, aplastado por el 66% de Emmanuel Macron, obtuvo un resultado decepcionante en las elecciones legislativas del domingo pasado, lo que se confirmará hoy.
Pero si la paladín de la extrema derecha populista de Francia está contemplando ahora años de marginación política, debe culparse en gran medida a sí misma, en opinión de analistas así como de muchos en su propio partido. Dicen que está pagando un precio amargo por un mensaje incoherente y mal transmitido.
Ahora su partido enfrenta una nueva ronda de dolorosos cuestionamientos existenciales en torno a lo que puede hacer para revivir. ¿Ir a la izquierda? ¿Ir a la derecha? No se han tomado decisiones todavía.
El apoyo para la extrema derecha casi se ha evaporado, al menos en las urnas: de un ya decepcionante 34 por ciento en la votación presidencial el 7 de mayo, descendió a apenas poco más del 13 por ciento en la primera ronda de las elecciones parlamentarias el domingo pasado.
Los votantes del Frente se alejaron en multitud; su tasa de abstencionismo estuvo muy por encima del 50 %, según encuestadores.
El primer culpable es la ola Macron que ha recorrido a toda Francia. El campo de candidatos parlamentarios amateurs no políticos del presidente ha tocado una fibra sensible en un país harto de los partidos establecidos que no aportaron soluciones a los problemas crónicos de Francia.
Su éxito ha parecido demostrar que, al tener una alternativa centrista que sacudiera a la política habitual, los votantes la aprovecharon y rehuyeron los extremos. Macron ha desplazado hacia la insignificancia no solo al Frente Nacional, sino también a los partidos tradicionales de derecha e izquierda.
Todos están lamentando su proyectada pérdida, no sólo de influencia en el Parlamento. Los anteriormente poderosos socialistas muy probablemente pasarán de casi 300 bancas a apenas 20 o 30, sino del financiamiento estatal que conlleva ser un partido importante. Sólo unos 120 de los candidatos del Frente estarán en la segunda ronda de votación para la cámara de 577 escaños.
“Ha habido una recomposición de la vida política francesa”, dijo Jean Messiha, uno de los candidatos parlamentarios del Frente Nacional en el departamento de Aisne, un distrito entre un estado y un condado. “Nos está afectando también”. “Parte de nuestro electorado se abstuvo, y no una parte insignificante”, continuó. “Se abstuvieron porque piensan que con este sistema de votación injusto hemos estado sometidos durante años; el ganador se lleva todo, en vez de la parte proporcional”.
Pero hay un amplio acuerdo en que los problemas del Frente van más allá de la mala concurrencia. Le Pen se reveló como una mensajera imperfecta de un mensaje incoherente, incluso para sus propios simpatizantes, en un desastroso debate televisado en mayo con Macron durante la contienda presidencial.
Los votantes se sintieron “preocupados por su mal desempeño en el debate”, dijo un importante científico político francés, Pascal Perrineau. Como resultado, “una parte del electorado está preguntando: '¿Realmente podemos tener confianza en ella?'”, dijo Perrineau. “Realmente perdió mucho terreno”.
Los analistas dicen que Le Pen está pagando el precio de haber emitido un mensaje "incoherente". Ahora su partido enfrenta una nueva ronda de dolorosos cuestionamientos.
Profunda división ideológica
En parte, sus titubeos reflejaron la profunda división ideológica del Frente Nacional en al menos dos facciones, con Le Pen como una árbitro insegura entre ellas.
Una facción insiste en que el partido necesita continuar con el rumbo izquierdista, anticapitalista, proteccionista, antieuropeo y antieuro que Le Pen trató de impulsar durante la contienda, en un intento por quitar votantes a los comunistas, los socialistas y el ultra izquierdista partido Francia Insumisa.
Esa es la línea del principal teniente y estratega de Le Pen, Florian Philippot, quien es ampliamente odiado dentro del partido. Es un hombre cuyas raíces políticas están en la izquierda francesa y a quien los analistas atribuyen los avances electorales constantes del Frente desde 2011.
Otra facción argumenta que es una locura que el Frente descuide sus raíces xenofóbicas y de ataque a los inmigrantes; la línea establecida por el padre de Le Pen, Jean-Marie Le Pen, quien ha sido virtualmente excomulgado del partido, y encarnada por la sobrina ultraconservadora de Le Pen, Marion Maréchal-Le Pen.
“Hemos renunciado a nuestra posición de ser el partido nacionalista de la derecha”, dijo Pascal Gannat, un veterano del Frente que es miembro de la burocracia política del partido, en una reciente entrevista telefónica.
“Así que esto ha creado un vacío. Y tampoco hemos cumplido nuestro papel en la izquierda”.
“Hemos llegado a redefinir el populismo. Tenemos que definirnos nosotros mismos”, afirmó. “Marine Le Pen tuvo miedo de definirse como de derecha. “Por el momento, estamos estancados”, añadió. “No sé lo que ella quiere hacer. Pero necesita hacer algo. Está bloqueando al Frente, en un tipo de estrategia arcaica”.