Cuando hablamos de maridaje nos referimos a la posibilidad de generar la mejor conexión entre vinos y comidas. Muchas son las teorías para lograr la más interesante expresión de sabores; una de ellas es la denominada Maridaje regional, es decir, la posibilidad de combinar las comidas típicas de cada región con los vinos o bebidas de ese mismo lugar.
En el mundo, podemos observar las diferentes uniones existentes entre ambos productos. Las salchichas alemanas, por ejemplo, encuentran su maridaje ideal con la cerveza; o la típica paella valenciana enlaza a la perfección con un fresco Pedro Ximénez (una de las uvas tradicionales de esa zona española).
Los ejemplos abundan: los exquisitos papardelles al pomodoro de la región de la Toscana se comparten sí o sí con un Chianti (vino de los más prestigiosos de Italia). Para ser un poco más explícita, un canguro braseado debe acompañarse del mejor shiraz australiano. Y en Argentina, si vamos a generalizar, un buen asado debe ir de la mano de un sublime Malbec, la bebida nacional.
Pero en nuestra extensa geografía, vamos a encontrar diferentes zonas con distintos climas y suelos y con arraigadas culturas, las cuales van a marcar la diferencia entre una y otra. Si nos trasladamos al Norte argentino, vamos a compartir unos tamales o empanadas salteñas (que tienen el agregado de papa) con un aromático Torrontés. Sí, como lo leyó; con un vino blanco y la experiencia –les aseguro- será exquisita.
Si bajamos un poco hacia La Rioja, también nos encontraremos con sus empanadas típicas que llevan pasas de uva (esta provincia es uno de los principales productores de uvas pasas del país) y se saborean mejor con un Torrontés Riojano o un corpulento Cabernet Sauvignon.
En San Juan, un locro no puede dejar de ser escoltado por un Syrah. Y en la Patagonia no podemos dejar
de comer un cordero con un elegantísimo Pinot Noir.
Mendoza y su diversidad de gastronomía y vinos
Nos detenemos, ahora, en Mendoza para desglosar su mapa:saltan a la vista sus diferentes zonas con sus tipicidades gastronómicas.
Cada departamento tiene su celebración vendimial y, con ella, el agregado del festejo de su gastronomía. Entre otras, el año arranca con el Festival Nacional del Chivo en Malargüe; sus calles se llenan de música
mientras que los chivos son asados por expertos lugareños y se comparten con un buen vaso de vino tinto.
Por otro lado, la Fiesta Nacional de la Tonada en Tunuyán propone, además de un gran repertorio musical, puestos de comidas con empanadas cocinadas en horno de barro, y asado, que son custodiados por los más grandiosos vinos de altura. En la otra punta, Rivadavia Canta al País es uno de los más multitudinarios encuentros y no podemos ir y no probar unas jugosas costillas, acompañadas de sus majestuosos Bonardas.
Más cercanos a la ciudad, el Festival del Camote en Guaymallén, la Fiesta del Melón y la Sandía en Lavalle, y muchos otros acontecimientos más, son también invitaciones para compartir lo mejor del arte
culinario y vinos locales.
Eso es el maridaje regional: no importan las acotadas sugerencias del tipo "los vinos blancos van solamente con carnes blancas" o "los vinos tintos casi en exclusividad son para las carnes rojas". Cada lugar tiene una identidad que lo hace único, una historia que puede tener similitudes con sus vecinos más cercanos, pero siempre va a haber una línea imaginaria llamada frontera. Cada tierra otorga a sus productos los sabores que los van a hacer diferentes; cada clima va a albergar sus frutos para que esos
resultados sean de características distintivas y distinguidas.
Cabe concluir que cada región tiene valores, clima, tierra, cultura y factores humanos que van a entregarnos productos que, solamente combinándolos entre ellos, podemos lograr una fusión perfecta de
lo que puede ser la gastronomía con sus bebidas locales.
Cada vez que estemos en un lugar especial, comiendo y compartiendo -con gente de esa ciudad- los vinos que allí se elaboraron, nos quedará una experiencia que siempre nos recordará que ese fue el mejor maridaje.