Febrero ha sido un mes inestable: las temperaturas han sido de lo más raras, el tiempo ha pasado de un extremo a otro y el ambiente varía a su par. Pero este último no es del todo independiente. Generar un ambiente (sea con música, con colores, con lugares) es algo por demás interesante y enriquecedor.
En febrero, el jazz ha tomado nuestra provincia por asalto y este fin de semana, la base de la montaña se transforma en testigo.
El segundo día del Uco Jazz Festival ofrece la oportunidad de ver talentos únicos, tanto de nuestro país como internacionales, y una mezcla de ambos.
Mariano Loiacono, jazzista cordobés de alto calibre, sonará en el valle junto a la banda que lo acompañó en la creación de su más reciente disco, "Vibrations". Luego de tocar con el pianista Ernesto Jodos en formato dúo, durante el primer día de este nuevo encuentro musical, Mariano se pondrá el chip de quinteto y enriquecerá la noche entre los viñedos.
El grupo, proveniente de Nueva York, está conformado por Antonio Hart en saxo, Anthony Wonsey en piano, Ron McClure en contrabajo y Rudy Royston en batería.
Con la llegada de músicos de primer nivel del jazz mundial, el argentino espera que éste sea un punto de partida de un festival que acerque las mejores expresiones culturales del género.
Mariano además de trompetista es docente de ese instrumento, constantemente se mantiene en gira dando presentaciones y hace un par de años comenzó a cumplir la función de director y arreglador de la Big Orchesta del Centro Cultural Kirchner.
Empezó a estudiar la trompeta a los doce años y, cuatro años después, ingresó a la Orquesta Juvenil de la Universidad Nacional de Rosario en calidad de primera trompeta.
Además de su trabajo como sesionista (que le dio la oportunidad de grabar con Charly García, Gustavo Cerati y Fito Páez, entre otros), en 2008 grabó su primer disco solista.
Hace poco tiempo estrenó su último trabajo discográfico, grabado en la ciudad de Nueva York, lo que significó su primera edición en esa ciudad. Ahora, llega al Valle de Uco para acercar la calidez y la sofisticada calidad de sus sonidos.
-¿Qué cambia en esencia entre los dos formatos de presentación: a dúo y en banda?
-En realidad la idea siempre es un poco similiar. El dúo permite tomar decisiones donde el otro las entiende más rápido, en un quinteto hay más gente para decidir. Con el grupo de Nueva York vamos a tocar bastante de la música de mi último disco que grabé allá, que justamente se está presentando ahora y lo voy a presentar en Tunuyán y San Carlos. También tocaremos composiciones que los músicos van a proponer. Y con Ernesto, en el dúo, tocamos más que nada composiciones de Monk, Billy Strayhorn y otros grandes maestros reconocidos.
-¿Cómo fue la experiencia de grabar en Nueva York?
-Increíble. Sobre todo un desafío muy grande. Llegar al estudio con estos músicos que, si bien son amigos y compañeros, siguen siendo mis ídolos. Hace unos años miraba sus videos y escuchaba sus discos y de golpe estaba en la sesión de grabación. Cuando fui ya tenían toda la música que yo les había mandado, aprendida y estudiada. Estoy muy conforme con el resultado, el disco se escucha muy bien. El estudio graba jazz hace muchos años así que ya tenían muy aceitado como hacerlo funcionar.
-¿Qué diferencia hay con los trabajos anteriores?
-Es difícil la comparación porque cada cual tiene lo suyo y se refleja en su punto por eso ponerlo a comparación resulta difícil. Cada disco me ha dado su alegría y sentía que quería dejar sentado lo que quería transmitir y que quede ahí. Son testimonios que quiero que queden para siempre, cada uno es un paso muy significativo para mí.
-Grabar allá es un intercambio cultural importante, más allá de compartir el idioma de la música. ¿Qué sentís que se haya compartido entre ambas posturas?
-Lo primero que creo que es importante es que cuando uno se dedica al jazz, es tener en cuenta que es una cultura en sí. Entonces, uno tiene que respetar esa cultura y adentrarse, entender qué es el jazz para ellos. Eso hace que cuando vas a tocar con estos músicos, se den cuenta de que vos lo respetas y entendés de qué se trata. Eso lo valoran mucho.
Después, en lo técnico, yo mandé mis partes por correo para que lo vayan mirando y ellos se las habían estudiado. Llegamos al estudio y hablábamos el mismo idioma: el jazz. Pienso también que es más una responsabilidad del que va de afuera, que de ellos, en cómo ir a tocar algo que es puramente de ellos.
-Luego de tantos años dedicándote a la música, ¿en qué posición te encontrás y qué es lo que te gustaría hacer en cuanto a la composición?
-Para ser honesto no soy un gran compositor. No soy un tipo que componga de una manera espontánea y rápida. Hay gente que se sienta en el piano y ya tiene un tema armado. Yo necesito que me llegue el momento de escribir algo que tengo en la cabeza.
Mi fuerte no es la composición. Sí lo hago: tengo mis temas y me gustan, pero son pocos y contados. De acá al futuro, nunca me puse presión con la composición. Creo que componer por deporte es un error. Obligarse a componer, por lo menos a mí, no me funciona. En el momento que siento la necesidad de escribir, que tengo algo que quiere salir, me siento en el piano y lo saco, y casi siempre estoy conforme con eso.
-Además de las presentaciones, formás parte de la Big Orchesta del Centro Cultural Kirchner. ¿Cuál es la situación actual de ese espacio?
-La verdad que el año pasado no tuvimos muchas presentaciones, creo que tocamos sólo una vez. El año anterior, que se armó la orquesta, sí: tocamos varias veces. Incluso cada mes y medio había una presentación. En febrero de 2017 arrancamos muy bien y tocábamos a sala llena.
El año pasado hicimos sólo un concierto para el Día del Jazz con Antonio Hart, después no nos convocaron más por motivos que la verdad no tengo idea: si tiene que ver con recorte presupuestario, con el lugar, con la agenda, no lo sé. No estoy muy adentro de la organización, cuando me llaman estoy ahí, pero los años anteriores se venía tocando, incluso otros ciclos. Los ciclos de jazz se cortaron, una lástima.
-Entre la docencia, los arreglos de la orquesta y tus presentaciones, ¿cómo resulta ordenar todo eso en tu vida?
-Trato de poner cada cosa en su lugar y a todo darle el mismo lugar de importancia. Cuando doy clases a un alumno trato de poner lo mejor de mí, porque es alguien que me está confiando su enseñanza. Mi prioridad es siempre poder estudiar, aprender y tocar cada vez mejor. A partir de eso, generar el espacio para todo lo otro.
-Has tocado con grandes músicos a lo largo de tu carrera. Si tuvieras que elegir una, ¿con cuál te quedarías? O si te es más fácil, ¿cuál es la primera que se te viene a la cabeza?
-Uf, a ver. En estos últimos años ha pasado tanto que ha sido muy intenso realmente. Me cuesta elegir una situación. Diría un concierto con George Garzone en Boston, que para mí fue muy importante porque además estaba John Lockwood tocando el contrabajo, o sea, con los músicos de The Fringe. La verdad fue una experiencia increíble, estuvo buenísimo. No la he repetido y no sé si pasará de nuevo, porque yo no toco esa música.
George es una persona muy importante para mí porque me cambió la forma de estudiar el jazz. Cuando lo conocí fue un cambio musical en mi vida. He compartido con grandes músicos: los conciertos con Antonio (Hard) han sido muy significativos porque me han enseñado además de como músico, como persona. Es un tipo con una personalidad muy particular y he aprendido mucho de él. Estoy agradecido de que me haya dicho que quería venir a tocar conmigo.
-Hace unos años, trabajaste en la banda sonora de la película de Ariel Rotter, "La luz incidente". ¿Cómo fue cruzar tu tarea en el lenguaje cinematográfico? ¿Te gustaría repetir esa experiencia?
-El llamado de Ariel fue una sorpresa. No soy un tipo culto en el cine, por eso yo no entendía por qué me estaban llamando. Ariel me dijo que quería una música bien jazzística, me explicó la situación de la película y lo intentamos. Él venía a casa, me contaba las escenas y cómo se imaginaba la música. Yo trataba de, con ejemplos, orientar las canciones: más tranquila, en tres cuartos, cuatro cuartos.
Cuando me hice un croquis de eso, me puse a componer. La película y la música resultaron muy buenas, con grandes nominaciones y algunos premios. Me gustaría volver a escribir música para películas, resultó ser algo muy atractivo.