"Esperen que pongo un mantel así queda más coqueto”, nos dice María Domínguez (83), al abrirnos las puertas de su hogar. La referente mendocina de Madres de Plaza de Mayo, que el lunes recuperó luego de 37 años de incansable lucha, a su nieta, nos recibe con gran amabilidad.
Junto a ella está su hijo Osiris, el hermano de Walter que con su esposa Gladys Castro fueron secuestrados por los militares de la última dictadura. Su corazón es enorme, su entrega infinita. Nos cuenta todo lo que queremos saber, mientras su hijo nos ceba unos mates.
- ¿Cómo se sintió cuando le dijeron que había encontrado a su nieta?
- El jueves pasado llego de la plaza a mi casa con mi hijo. Estaba cocinando y suena el teléfono. Atiendo y para mi sorpresa era Estela de Carlotto. Me preguntó cómo estaba, charlamos un ratito y ahí me dice: ‘¿Sabés por qué te llamo? Porque hemos encontrado a tu nieta’. Así nomás me lo largó (ríe). Empecé a llorar (se le caen unas lágrimas pero mantiene intacta la sonrisa). Ahí empezó todo; la curiosidad, la angustia.
- ¿Le sorprendió que fuera mujer su nieta? Tenían pistas de que era varón...
- Sí, me sorprendió mucho. Teníamos información que era un varón. Me trajeron de Córdoba una foto de un chico que pensábamos que era mi nieto, era muy parecido a mi hijo Walter. Le hicieron el ADN y no era. Pero ese chico debe ser hijo de desaparecidos.
- ¿De su nieta no le han contado nada?
- Nada. ¡Es la pregunta del millón! Todos quieren saber. Yo también, quiero conocerla. Pero no se la puede obligar.
- ¿Está esperando que ella decida verla a usted?
- Sí, las Abuelas (de Plaza de Mayo) son muy reservadas. No la quieren forzar, no la quieren obligar a nada. Ella va a decidir si nos quiere ver o no. Nosotros la esperamos con los brazos abiertos. Estamos ansiosos por verla, por conocerla. Sus abuelas, porque ya los abuelos se murieron, y toda su familia. Pero tenemos que tener paciencia y esperar que ella decida.
- ¿Cuando le avisan a ella que estaba la posibilidad que fuera hija de desaparecidos, accedió a hacerse el ADN de inmediato?
- Sí, lo decidió por su propia voluntad. Pero no sé nada más. Nos vamos a enterar cuando la veamos, cuando nos conozca y cuente.
- ¿Cómo se imagina ése encuentro?
- (Suspira) Y, muy emocionante. Que se yo, lloraremos... No sé. Yo no soy muy demostrativa con los sentimientos, de dar besos y abrazos. Soy más tranqui, siempre he sido así. No he sido tampoco de besuquear mucho a mis hijos. Pero cariño ha habido muchísimo.
- El año pasado la llamamos cuando encontraron al nieto de Estela y usted dijo que no perdía las esperanzas de encontrar al suyo. En estos 37 años, ¿sintió en algún momento que perdía la fe?
- No. Aunque yo no estuviera viva estaba segura que si estaba esa criatura, esa persona, y algún día tenía sospecha y quería hacerse el ADN, aunque nosotros no estuviéramos, no estemos, ella lo iba a poder saber. Esa es la tranquilidad que una tiene. Lo lindo es que la veamos nosotros. Era la primera nieta o nieto que iba a tener. Varios años después nacieron los de Osiris.
- ¿Qué le gustaría que su nieta sepa de sus padres?
- Todo lo que ella quiera saber. Eran criaturas transparentes, que no tenían nada que esconder. Los dos trabajaban, estudiaban. Mi hijo quería ser arquitecto, trabajaba para pagarse la cuota de la facultad. Eso fue lo que lo embromó, me parece a mí, cuando con otro compañero quisieron formar el Centro de Estudiantes. Al poco tiempo de eso no siguió más estudiando, que fue un golpe para nosotros. No entendíamos por qué. Era muy buen estudiante, se esforzaba muchísimo. Era muy tranquilo, muy bueno, amiguero. Tenía 22 años (cuando lo secuestraron).
- ¿Se cierra una etapa con el hecho de encontrar a su nieta?
- Este caso es personal, es mío. Porque acá en Mendoza no hay Abuelas (se refiere a la institución), hay Madres. El único caso que había (de nietos) en ésa época, era el mío. Nos empezamos a juntar como Madres y ya quedó. No iba a abandonar a las compañeras. Por eso marchamos todos los jueves en la plaza San Martín. Desde hace ya 36, 37 años. Y vamos a seguir. Esto no se tiene que detener nunca. Hay que seguir conservando la memoria y que la juventud se interese por el tema y que sepa lo que pasó.
Cuando nos veían marchar en la plaza nos insultaban, nos decían de todo. Eso no nos amedrentó. Ha sido muy cansadora y estresante la lucha. Pero muy frustrante también. Salías y pensabas que ibas a tener una noticia. Y nada, al contrario. Por poco se te reían en la cara.
El único abogado que nos abrió la puerta en aquel momento fue el doctor Alfredo Guevara padre. Todas las puertas que golpeábamos estaban cerradas. Ahora Pérez fue el único Gobernador que nos abrió las puertas de Casa de Gobierno. Los otros, ninguno.
El recuerdo de su hermano, el "mejor amigo"
Osiris Domínguez también contó cómo lo vive él.
- ¿Cómo recordás a tu hermano?
- Era mi mejor amigo. Fuimos muy unidos. Yo era más bohemio y volado, él más racional. Tenía toda ordenadita su vida. Nos separamos 2 años cuando yo hice Infantería de Marina en Tierra del Fuego. Me fui en el ‘73.
- ¿Qué sentiste cuando supiste lo de tu sobrina?
- Felicidad por ella. Porque que una persona decida saber quién es realmente y no vivir una farsa toda su vida, es importante. Y después por nosotros, por mi vieja. En ella está mi hermano, mi cuñada. Es tu sangre. Siempre la buscamos.
“Esto se toma como algo individual. Pero todos estos años de lucha han hecho que se socialice. Se ha hecho carne en la sociedad por la lucha de la Madres y Abuelas. Nadie dice que este Gobierno le ha dado carácter de política de Estado a sus reclamos, un cuerpo legal e instrumentos de búsqueda. Eso es lo bueno de este Gobierno. A los milicos los están juzgando, se pueden defender. A mi hermano no le dieron esa posibilidad; se lo llevaron en el baúl de un Falcon, lo torturaron y lo mataron”, cierra Osiris.