"El trazado de una vida es tan complejo como la imagen de una galaxia", decía Yourcenar. Y, en el caso de Marguerite Duras, esa galaxia es aún más difusa: por un lado, juega con los límites entre lo vivido y lo escrito; por otro, su escritura trabaja en la constelación de la pasión exótica. la obsesión por la muerte, la memoria, el olvido, la inevitabilidad del amor, aunque sea ilícito.
En 1984, Marguerite Duras publicó "El amante", asumida como su autobiografía poética en la que narra episodios de su infancia en Indochina. Esa obra le valió el Premio Goncourt, el más prestigioso premio literario de Francia y fue traducida a cuarenta idiomas, un éxito que se expandió con el estreno de la película de Jean-Jacques Annaud.
Y claro, la apasionada historia entre esa colegiala francesa y ese apuesto comerciante chino que se conocen sobre el río Mekong, sedujo al mundo entero.
Pero la adolescencia de Duras, detrás de la novela original, guarda una versión bastante más áspera. Es probable, pues, que los espectadores de "El Amante" se sorprendan al leer "Cuadernos de guerra y otros textos" (editados diez años después de su muerte) o ciertos capítulos de la biografía de Marguerite Duras que escribió Laure Adler. Allí, ese señor chino millonario y refinado que inspiró eróticas escenas aparece, en realidad, como una criatura repugnante a los ojos de la futura autora.
En su letra pequeña y apretada, Marguerite describe al amante real: "Había tenido varicela y le habían quedado las señales. Era, con mucho, más feo que el anamita medio. Era de un snobismo europeo del peor gusto (...). Veía su boca grande y blanda, veía otra vez la fotografía en la que tenía un aspecto tan lamentable y pensaba que la boca, la saliva, la lengua de aquel ser despreciable habían tocado mis labios".
Encima, sus encuentros tenían un precio pautado por su madre y su hermano; ambos enviaban a la adolescente a prostituirse con el cliente adinerado. La madre, por lo general retratada en las obras de Duras como una mujer sometida, asoma en "Cuadernos..." sin atenuantes: una mujer feroz que golpeaba a su hija y que buscaba prosperar a toda costa en unas tierras pobres de Indochina.
Queda claro que nunca despejaremos del todo qué es biografía y qué es ficción en la obra de Duras. Tampoco importa tanto, sobre todo en un universo donde las coordenadas no están marcadas por la geografía sino por la piel.
Así que vale empezar diciendo que su verdadero apellido es otro: Donnadieu. Adoptó el seudónimo al publicar su primera obra: "Los imprudentes" (1943). Duras era el nombre de un pueblo del sudoeste de Francia del cual procedía su familia paterna. Ella, en cambio, nació en Gia Dinh, en los alrededores de Saigón, el 4 de abril de 1914, unas semanas antes de que estallara la Primera Guerra Mundial.
Su padre era un profesor de matemáticas que daba clases Camboya y que murió cuando ella apenas tenía cuatro años; su madre, Marie Legrand, criada en una granja de la región francesa de Picardía, se dedicó a administrar las tierras coloniales que había adquirido en Indochina. Marguerite pasó toda su infancia en Vietnam, una niñez "brutalmente pobre -relató -, donde los niños nacían cada año como la floración y también tantos morían que ya no se los lloraba, y hacía tiempo que ya ni se los sepultaba".
A los 18, emprendió el viaje a Occidente. En Francia estudió derecho pero se interesó, sobre todo, por las letras. Publicó "La vida tranquila" en 1944 y, seis años después, la famosa "Un dique contra el Pacífico". La publicación de esta novela es la que comienza a darle un nombre en el mundo literario. Allí surge el retrato de su madre: una mujer fuerte, obstinada cuyas decisiones rondan el absurdo.
Marguerite atraviesa unas cuantas batallas propias: se casó con Robert Antelme, de quien se divorció tras la muerte de su primogénito, se relacionó con un amigo de su primer marido, Dionys Mascolo, con el que rápidamente tuvo un hijo: Jean. Sin abandonar la novela, comenzó a trabajar en adaptaciones teatrales y cinematográficas de sus primeros textos junto a Gérard Jarlot. Pronto, se aventuró en el primer film por el que se la reconocería como guionista y puestista: "Hiroshima mon amour".
"La historia de mi vida no existe. No existe un centro, un hilo conductor, no hay una línea", reflexionó ante las cámaras, cerca de su muerte, en su casa de París. No hay una línea pero hay recorridos íntimos constantes de su literatura: el erotismo, la soledad y la muerte.
Digamos que Marguerite Duras fue una autora muy conocida en la Francia de los '60 y '70.
Publicó 47 libros, escribió 13 obras teatrales (originales y adaptadas) y participó de 21 películas. A partir de 1969, decidió convertirse en realizadora de sus proyectos audiovisuales. Así encaró los filmes "La música" (1969), "India Song" (1973) y "El camión", donde además actúa.
Su actividad política no fue menos intensa. Perteneció al Partido Comunista Francés hasta 1950, militó activamente contra la guerra de Argelia y su firma se sumó al Manifiesto de los 121, contra la represión colonial en África y a favor del derecho a la insubordinación de ciudadanos y soldados franceses. A su vez, era favorable a Pétain, uno de los héroes de la Primera Guerra que en la Segunda brindó apoyo a los alemanes.
Duras murió de cáncer de garganta el 3 de marzo de 1996. Está enterrada en el Cementerio de Montparnasse. Póstumamente, se recuperaron escritos de juventud (los "Cuadernos de guerra y otros textos", en 2006, y unas entrevistas italianas en 2012) en los que sus palabras adquieren un nuevo espesor.
Los fragmentos de un manuscrito abandonado se vuelven el eco de su obra novelística y se integran de un modo deslumbrante a su composición. Personajes desmitificados y experiencias distorsionadas terminan de iluminar ese cosmos irresistible que supo diseñar.
Marguerite Duras: una vida deshojada
Nació en Saigón apenas unos días antes de que estallara la Primera Guerra Mundial y murió en París el 3 de marzo de 1996. Novelista, guionista y directora de cine francesa, sus obras fueron leídas como autobiografía poética. Sin embargo, la autora de “El
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