Marcos Niven asumió ayer la presidencia del Partido Demócrata, uno de los más tradicionales de Mendoza. Lo hizo con la fuerte ilusión de volver a instalarse en el imaginario colectivo electoral como una de las principales fuerzas. Como lo fue en el pasado.
Sin embargo no puede decirse que su llegada a la conducción partidaria, en reemplazo de Carlos Balter, se dé en la mejor situación interna.
Es que si bien todos en el PD hablan de la necesidad de unidad, Niven asumió un partido claramente dividido.
Mientras él, su vicepresidenta, Mercedes Llanos, el saliente Balter y un centenar de militantes celebraban el recambio partidario en el Comité Provincia, otro sector interno inauguraba un "centro de estudios" con gran parecido a un comité propio.
Ese otro sector ("Demócratas por el cambio"), el que quedó afuera de la interna por no cumplir -a ojos de la Junta Electoral- con varios requisitos- cuenta con el fuerte apoyo del principal socio en Cambia Mendoza, la UCR del gobernador Alfredo Cornejo.
Ese sector incluso hizo público un documento en el que cuestionó al oficialismo partidario, diciendo que la gestión Balter “fracasó”, por no lograr sumar escaños legislativos y por “descolocar la posición frentista” del PD.
Niven no opina igual. Dio a entender que más allá de un frente de gobierno, lo que hubo en 2015 fue una alianza "para enfrentar a un adversario común", el peronismo. Reivindicó además sus posiciones contrarias a las intenciones cornejistas, como el voto a ampliar la Suprema Corte.
Y si bien invitó al otro sector a trabajar juntos, no dio muchos ánimos de fomentar el frente Cambia Mendoza. “Habrá que ver qué se hace en 2019, hay muchas alternativas”, se limitó a decir.