"Spinetta está mirando a través de nuestros ojos”, dice señalando sus gruesísimas gafas un Marciano Cantero nostálgico, después de tomarse unos buenos tragos de Felipe Staiti.
Todos creían que Cantero no iba a llegar la noche de la presentación del vino de Staiti, pero a último momento el Enano Verde que vive en México cambió de plan y decidió volar desde el desierto de Sonora, donde reside desde hace una década, al desierto cuyano donde lo esperaba el guitarrista amigo.
Y, mientras los flashes siguen a Staiti, acá está él, contando que ya no piensa perderse más nada de su vida social: “Imaginate que hasta me perdí el bautismo de mi hijo, porque ese día justo teníamos un show en Rosario”.
- ¿Y qué decía Spinetta de Felipe?
- Ah... lo respetaba mucho como guitarrista.
En la vinería donde circulan fotógrafos, invitados, fans de los Enanos y curiosos, todos apretados pero sonrientes, todos acalorados pero tomando tinto, Marciano nota la presencia de Gerardo Lucero.
“Mirá, ése es un bajista”, dice cuando le estira el abrazo. Un segundo atrás, estaba contando que en su casita de Hermosillo (México) se ha puesto ha fabricar sus propios bajos, un hobby más productivo que la fabricación de avioncitos para aeromodelismo, pasión que, en sus años mendocinos, lo llevaba a planear en Lavalle, médanos adentro. Pero el abrazo con Lucero se lo llevó. Y Felipe sigue brindando con viejos conocidos.
Tras el giro de una bandeja de empenadas que hace equilibrio entre el pequeño tumulto ahora quedamos cara a cara con Rocío, la guapa mexicana que desde hace diez años es pareja de Marciano.
Antes que nada, la pregunta ¿cómo se conocieron?
“En una comida como ésta, pero en una radio”, sonríe. La cosa fue así: Los Enanitos Verdes habían sido entrevistados en una radio mexicana que esa noche celebraba su cierre de temporada. Rocío se había infiltrado en el festín radial porque sabía que esa noche iban a estar “ellos”.
- Pará, pará ¿eras una fan?
- Totalmente, desde chiquita. Allá en México el nombre de Enanitos Verdes es ufff, yo crecí escuchándolos.
Sigamos con la historia. La noche siguiente, Rocío se fue a ver el show de su banda favorita. Esa vez llevó unos discos que había comprado aquí, en un viaje previo a Mendoza. Al final del show, se decidió a hablar con el vocalista, que había dejado su nombre anotado en la lista de oro. Rocío iba con sus gafas.
“Te quedan bonitas”, piropeó Marciano en el reencuentro. Los discos comprados en Mendoza terminaron de impresionarlo y los firmó con la promesa de una amistad virtual. Mail va, mail viene, la relación floreció en noviazgo. De hecho, a ella le dedicó el tema “Cuarto poder”.
- Te deben hacer el chiste acá: 'esa es la mexicana que se lo llevó'
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- No, porque en realidad fue él quien insistió en quedarse a vivir en Hermosillo. Yo no tenía problemas en venir, me encanta Argentina.
La charla se interrumpe porque los Staiti empiezan a afinar. Felipe suelta en el micrófono el clásico “qué mejor que acompañar un buen vino con buena música” y dos de sus hijos (Juan Pablo en guitarra y Natalio en batería), se alinean con el bajista Lucero para jazzear la intro. En el nombre del vino, Staiti padre demuestra el arte de la púa (cuyo diseño figura en la etiqueta) y la noche continúa con su compadre Cantero cantando clásicos como “Mariposas” que se pierden en el coro etílico del familión.
Vino para tocar
Después de la velada, ayer a la mañana, el hombre de las cuerdas dio una entrevista para Radio Mitre Mendoza (“Primero Mendoza”, 100.3). Confesó entonces, que estaba un tanto dormido. Que había vivido una noche de aquellas.
-¿Cómo empezó la historia del vino Felipe Staiti?
-Empezó a principio de 2013, que nos juntamos con el enólogo Marcelo Peleritti, y de visita en su bodega Monte Viejo, él me dijo: ¿por qué no te hacés un corte y hacemos un vino, porque mucha gente viene acá hace vinos y no hay ningún músico de rock que tenga uno con su identidad? Y le hice caso.
Primero hicimos el corte, y así nació este malbec con un poquito de syrah 2010 llamado directamente “Felipe Staiti”. Habrá luego otra línea de alta gama que será 80% de syrah y un poquito de malbec, que estará listo en cuatro meses. Todavía está en barrica.
-El vino tiene algo mágico, así como quienes hacen el vino tienen mucho de artistas, ¿lo ves de esa manera?
- Sí, es muy parecido al arte de combinar los sonidos lo que hicimos con Marcelo. Haciendo un paralelismo musical, este malbec te deja un sabor en boca como cuando creo una nota sostenida de la guitarra; esas grandes canciones donde una nota te hace sentir como que estas sostenido en el espacio. Y este vino tiene un poco de eso.
-¿De Los Enanitos Verdes sos el único que tiene este gusto por el vino o lo compartís?
-No, a todos les gusta el vino…
-Me lo imaginaba….
- (Ríe con ganas) Somos grandes tomadores de vino y eso que el rock, por ahí, está más asociado a la cerveza, ¿no? Pero nosotros somos tomadores de vino y siempre, en nuestros camarines, hay un par de botellas de vino.
-¿Seguís viviendo en Mendoza?
-Sí, sigo en Mendoza. La presentación del vino se hizo en la esquina de La Paz (Gutenberg y España de Ciudad), que le decíamos, donde hoy hay una vinería. Ayer fue un lugar de encuentro donde ensayábamos de chicos. Estuvo Marciano, estuvimos tocando, con mis hijos, Gerardo Lucero y fue algo hermoso.
-Había dudas de que Marciano pudiera llegar al evento…
-Sí, él vino a pasar las fiestas con el padre, y como era un poco temprano, él tenía unos compromisos... Pero fue. No falló.
-El año que viene se cumplen 30 años del primer disco, "Enanitos Verdes"...
-¡Mierda! Tenés razón, como pasa la vida. También se cumplen 20 años del disco “Bing Bang”. Motivos para festejar siempre sobran y eso está bueno. Ojo, pero mi vida tampoco ha sido tan fácil, no es que pasé de los 19 a la actualidad de un salto.
Las cosas se fueron dando de a poco, pero yo me siento la misma persona, la esencia es la misma... En ese momento mi norte era toca la guitarra y mi norte hoy es seguir tocándola.