Por Fabián Galdi - editor de MÁS Deportes digital -
Los dos futbolistas más extraordinarios que el fútbol argentino le legó al mundo encontraron su punto de partida hacia la consagración en sendas competencias ecuménicas juveniles, las cuales finalizaron con la conquista del título del campeón. Y es más: tales logros les permitieron consolidarse en sus respectivas carreras dentro del sitial de los elegidos a escala premium. Tanto para Diego Maradona en Japón 1979 como para Lionel Messi en Holanda 2005, sendos certámenes constituyeron una bisagra en su su ingreso al lote selecto de los cracks de todos los tiempos.
No les tocó esta misma situación a otras estrellas excepcionales como Alfredo Di Stéfano, Pelé y Johan Cruyff sencillamente porque en sus etapas de juvenil aún no existían los torneos de seleccionados de la categoría y tampoco a Cristiano Ronaldo, porqueéste saltó desde la Eurocopa y el tradicional torneo de Toulon directamente a la selección mayor.
Sí pudieron coronarse en esta división astros de la dimensión del luso Luis Figo en Portugal 1991, los españoles Iker Casillas y Xavi Hernández en Nigeria 1999, el brasileño Dani Alves en Emiratos Árabes Unidos 2003 y el argentino Sergio Kun Agüero en Canadá 2007. Y entre otros jugadores de alto nivel que participaron de estas competencias tampoco disfrutaron del éxito grandes exponentes como Marco van Basten, Ronaldinho, Michael Owen, Kaká, Andrés Iniesta, Luis Suárez, Thierry Henry, Radamel Falcao, James Rodríguez, Alexis Sánchez y Arturo Vidal, entre otros.
Argentina tuvo su ciclo dorado durante la era que comandó José Pekerman, el primer director técnico que ganó un concurso por oposición y antecedentes en la AFA para hacerse cargo de los seleccionados juveniles a partir de diciembre de 1994. Con un cambio cultural manifiesto, el cuerpo técnico que rodeó al hoy DT de Colombia, tuvo al también entrenador Hugo Tocalli y al preparador físico Gerardo Salorio como puntales. Los logros fueron inmediatos, con una generación de futbolistas perfeccionados en su técnica y en su visión estratégica del juego, además de ser generadores del sentido de pertenencia dentro y fuera de la cancha.
Cinco títulos mundiales fueron ganados hasta por decantación: Qatar 1995, Malasia 1997, Argentina 2001, Holanda 2005 y Canadá 2007. Y además, la cosecha incluyó a jugadores perfeccionados en este proceso y de la talla de Juan Pablo Sorín, Ariel Ibagaza, Juan Román Riquelme, Pablo Aimar, Walter Samuel, Diego Placente, Diego Markic, Bernardo Romeo, Esteban Cambiasso, Andrés D'Alessandro, Leandro Romagnoli, Javier Saviola, Maxi Rodríguez, Alejandro Domínguez, Oscar Ustari, Ezequiel Garay, Pablo Zabaleta, Lucas Biglia, Neri Cardozo, Fernando Gago, Sergio Romero, Gabriel Mercado, Ever Banega, Ángel Di María, Lautaro Acosta y Mauro Zárate, entre otros. Ayer, inclusive, se cumplieron diez años de la última Copa conquistada en la categoría, tras el triunfo en suelo canadiense.
El campeón 1997, con Riquelme y Aimar como estandartes. (Archivo).
Lejos de haber ponderado esta brillante escuela formativa, el negacionismo afista condenó al ninguneo y el ostracismo al período más beneficioso que tuvo el fútbol juvenil de nuestro país en su historia. Con argumentos inconsistentes se clausuró un ciclo para darle lugar a diez años de improvisación, manoseos e intromisiones. El resultado fue catastrófico: Argentina cayó en una pendiente de la que aún no se pudo recuperar. El fracaso reciente en el Mundial de Corea del Sur fue otro ejemplo de la incoherencia. Sin embargo, al final del túnel parece empezar a verse la luz. Al menos, la esperanza resurgió de la mano del ambicioso proyecto que dirige Jorge Sampaoli como responsable mayor de las selecciones argentinas. Al igual que durante la gestión de Marcelo Bielsa, el apoyo tiende a ser irrestricto.
El jueves pasado asumió el nuevo cuerpo técnico del Sub20 nacional, bajo la dirección de Sebastián Beccacece como DT, Nicolás Diez de entrenador alterno y Martín Bressán como preparador físico. El método de trabajo que impondrá el ex técnico de Defensa y Justicia se complementará con normativas guiadas por el propio Sampaoli, con la idea de que haya comunión de ideas entre la Mayor y los juveniles. Por algo, catorce jugadores viajaron en la reciente mini gira por Australia y Singapur para acompañar a sus pares con tareas sincronizadas por el cuerpo de entrenadores. En su momento, Gerardo Martino quiso hacer lo mismo pero no recibió ningún respaldo de parte de la dirigencia nacional.
Bajo la mirada de Juan Sebastián Verón - secretario técnico de juveniles - estará su hombre de confianza: Hermes Desio. Éste será acompañado por sus hermanos Carlos, como coordinador general, y Jorge, en la función de ayudante de campo, pero del Sub17, cuya cabeza es Pablo Aimar. El ex campeón mundial'97 tendrá la cercanía de Diego Placente - otro integrante de ese equipo - quien será el encargado del Sub15. La novedad es la creación del Sub13, flamante plantel que trabajará bajo las órdenes de Alejandro Saggese. Mientras, se aguarda la desvinculación definitiva de Claudio Úbeda, cuyo vínculo contractual rige hasta fines de octubre.
Sampaoli supervisará las tareas de cada grupo hasta mediados de 2022, cuando finaliza su contrato. Es más, 2019 será la primera prueba de fuego para el Sub20 con el Sudamericano, mientras que el seleccionado mayor deberá afrontar la Copa América en Brasil. Por eso, los entrenamientos en el predio Julio Humberto Grondona, en Ezeiza, atenderán el corto pero también el mediano plazo. La nueva Selección comenzará a nutrirse de estos futbolistas juveniles ya dentro de un par de años.
La evocación permanente de Diego zigzagueando con sus gambetas en aquél entrañable equipo dirigido por César Menotti y las galopadas electrizantes de Leo en aquella formación conducida por Francisco Ferraro parecían haber quedado sepultadas bajo la década en la cual primó el modus operandi soberbio y egocentrista, que desembocó en la decadencia absoluta.
Ahora, el retorno al plan organizado asoma como un soplo de aire fresco en medio de un ambiente tóxico e irrespirable. Simbólicamente, estamos a las puertas de la resurrección del legado de nuestros dos máximos estandartes en el fútbol argentino. Que así sea: renacer, siempre.
Beccacece y Sampaoli, cabezas del nuevo proyecto en juveniles. (Archivo).