Manzano Histórico: una villa de baqueanos, comerciantes y empleados

Unas 120 personas, componen la población estable de este sitio de montaña de alto valor turístico.

Manzano Histórico: una villa de baqueanos, comerciantes y empleados
Manzano Histórico: una villa de baqueanos, comerciantes y empleados

"Aquí hay mucho de supervivencia. Es el placer de adaptarte a lo híbrido y fuerte del desierto y la alegría de poder hacerlo", resume Rubén 'Yagua' Rodríguez. Este porteño -vivía en Mar del Plata-, conoció el Manzano Histórico, se descubrió "hombre de montaña", le mostró el lugar a su mujer y hace casi treinta años se radicaron allí y armaron su familia. "Al principio era una fantasía, ahora somos parte de la cosa", dice el Yagua, mientras cuenta orgulloso que su hijo es un baqueano más.

El Manzano impone esos "a todo o nada" de los parajes de montaña. Ya sea por herencia o por 'adopción', los vecinos que viven allí deben reafirmar con trabajo esa elección todos los días. Las distancias, las fuertes nevadas, la soledad, el viento Zonda -que es un visitante insistente-, la falta de algunos servicios y la 'invasión turística' de cada fin de semana forman parte del combo que eligen quienes han decidido ser parte de esta pequeña comunidad.

Hace 30 años eran unas 80 personas y ahora habrá unas 120 radicadas en lo que sería la villa del Manzano. Excepto por los 'nuevos vecinos' o los 'aquerenciados', los apellidos que se quedan en este sitio de montaña cuando los ajenos vuelven a sus actividades habituales son los de las familias tradicionales, los que siempre sonaron allí: los Martínez, los Silva, los Guiñazú y algunos más.

Los verdaderos 'dueños' del lugar son los baqueanos con su cría de caballos, los que cuidan las cabañas, los empleados públicos, un puñado de comerciantes, los agentes de Recursos Naturales que protegen la reserva y la estación de piscicultura, algunos agricultores y no muchos más.

Hace unos diez años, con el asfaltado de las rutas 94 (que conecta con Tunuyán) y 89 (que viene de Tupungato) ya no se pudo frenar el progreso. El lugar adquirió una dinámica que los lugareños difícilmente hubieran imaginado. También cambió su fisonomía y las instalaciones para los visitantes. "Aquí hay fines de semana que llegan más de 20 mil personas, pero nunca bajan de 5 mil", aseguró Enrique Fernández, dueño del restaurante El Montañés.

Todo este flujo turístico trajo una fuerte movida comercial a la zona. Sin embargo, antes -cuando el Manzano era conocido como la estancia Los Chacayes que pertenecía al gobierno provincial- y hasta no hace tanto la rutina de la comunidad era muy distinta.

La única escuelita funcionaba en "la casita del camping" con 15 alumnos, para toda urgencia médica había que bajar hasta Tunuyán por calles de tierra y "teníamos luz hasta las 12 de la noche, gracias a un motorcito generador que nos dio el Automóvil Club y que funcionaba en el centro de la villa. Después quedaba todo a oscuras", relata Irene Martínez, quien vive allí desde los cinco años.

"No era fácil la vida aquí. Solía nevar quince días seguidos y cuando paraba y queríamos volver al trabajo, volvía a nevar otra semana", recuerda la mujer. Ella pertenece a una de las familias tradicionales del lugar, quienes buscan mantenerse algo 'al resguardo' de la avalancha turística.

"Había un único boliche, que abría cuando quería. También pasaba don Porcel vendiendo en su camioneta.  Don Sánchez había comenzado a proyectar su barrio privado y tenía un guardaganado sobre la ruta 89 para que los caballos no se le metieran a la propiedad", comparte el 'Yagua' las primeras imágenes del Manzano que se le hicieron tan familiares.

Hoy la población del Manzano cuenta con el Centro de Salud 236, donde "sube un médico cada ocho días", explican los vecinos. También posee una moderna delegación -cuyas instalaciones se inauguraron en 2012- que oficia de punto de reunión y hay talleres de danzas folclóricas los sábados. En el medio está la escuela primaria 1-481 Manuel de Olazábal, que tiene una matrícula que ronda los 40 niños.

"Todavía es una comunidad chica. Si el 28 de diciembre tenemos nuestra fiesta vendimial y nos cuesta conseguir dos candidatas", grafica José Silva, subdelegado de la zona. El hombre señaló que una vez al mes llegan las garrafas solidarias para abastecer de gas y que el micro sube hasta el pueblo dos veces por día, excepto feriados y fines de semana que agrega una frecuencia.

Los pobladores nuca tuvieron red de agua. Sin embargo, en la gestión de Jorge Silvano, el municipio elaboró una red como extensión del derecho de riego que tiene Recursos Naturales, para su estación de piscicultura. Hoy se abastecen con aguas del arroyo Las Pircas, las cuales pasan por un clorinador antes de llegar a las viviendas.  La mayoría de los jóvenes asisten a la escuela secundaria de Los Árboles, y ahora tienen una radio propia -la 87.9 mhz- .

Apuesta al turismo

Enrique Fernández abrió su ahora mentado restaurante El Montañés en 1994. El hombre vivía en General Alvear y cuando un día visitó el Manzano vio que "no había nada". Siempre se dedicó a la gastronomía y apostó a que esta era una tierra fértil. Se mudó a Tunuyán. "Venir todos los días y mantener el restaurante abierto fue la manera de hacer que el negocio funcione. Acá no había quien comprara un caramelo Alka. Trabajé muchos años a pérdida, a fuerza de estar nos fuimos instalando", contó el hombre, que hoy ya es parte del paisaje.

Los que viven del turismo tienen ciertas cosas en claro: que después de las 19 no anda nadie por la calle, que en setiembre empieza la temporada y que lo que cuenta es "mostrarse cómo somos". Hay en el distrito hoy unas 120 cabañas en alquiler, un par de sitios de gastronomía top y algunos fines de semana suelen llegar hasta 20 mil turistas.

"Ayudó la mejora de los caminos, los servicios, pero también todas las modificaciones que se le hicieron al paraje", dice Fernández. En los últimos años, el municipio dotó de infraestructura el lugar, abriendo un paseo de artesanos, un mini anfiteatro, una plaza de juegos para niños, reforzando los recorridos turísticos, etc.

Del mar a la montaña

"Yo me reconozco como hombre de montaña, me siento cómodo en su intimidad. La montaña tiene esa apertura que no tiene el mar", sentencia el Yagua y basta conocerlo para dar fe de cómo disfruta el internarse por los senderos andinos, de convivir con sus especies autóctonas y de luchar como vecino autoconvocado para que estos espacios sean preservados, entre otras cosas, de la contaminación de la minería.

Cuando decidió dejar Mar del Plata para instalarse en el Manzano Histórico con su familia, "la comunidad local me adoptó desde un principio”.

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