"El tenis me enseñó que en la vida hay que ser una persona agradecida", comentó Manuel Andrés Campoy en el inicio de la charla con Más Deportes, al hacer un repaso de su exitosa carrera como tenista, porque en las décadas del '60, '70 y parte del '80 (1965-1985) se convirtió en uno de los jugadores más grandes de todos los tiempos del tenis mendocino.
Los nombres de Orlando Girelli, Roberto y Gustavo Hertlein, Alberto Torchia, Daniel Roig, Carlos Bistué, Rodolfo Batistozzi, Roberto Ferrando, Héctor Romani, Ricardo Cano, Juan Manuel Bianchedi y Mario Busca, a los que luego se sumaron Nicolás Becerra (h) y Sergio Gabriel Limina y más recientemente Martín Alund y Francisco Panchito Bahamonde, son algunos de los eternos referentes que figuran en esa selecta nómina de grandes e inolvidables figuras.
La creciente rivalidad con Orlando Girelli, al que recién pudo quebrar por primera vez luego de varias derrotas, en el Club Mendoza de Regatas, el domingo 12 de octubre de 1969 (7-5, 6-3 y 6-3), para encaminarse al primer lugar del ranking local y la ajustadísima caída el 11 de enero de 1974 (4-6 y 4-6) en el Mendoza Tenis Club, durante el desarrollo del "Crepuscular" de ese año frente a Guillermo Vilas, en el debut del marplatense en Mendoza, son dos de los acontecimientos deportivos que lo marcaron para siempre cuando entonces era el indiscutido número uno, aunque prefiera no reconocerlo por su modestia habitual.
Dijo a nuestro diario en aquella oportunidad: "El N° 1 del ranking nacional debió esforzarse para superar al mendocino. Fueron dos sets muy disputados y de elevado nivel técnico, en los que Manuel Campoy cumplió en forma notable obligando a Vilas a ampararse en sus grandes condiciones para lograr superarlo".
A los 63 años de edad (03-12-49) "Manolo", como se lo identificó con estima, admiración y respeto adentro y afuera de los courts, es abogado de profesión egresado de la Universidad de Santa Fe, actividad que no ejerce en la actualidad porque se dedica a la rama empresarial en el orden gastronómico e industrial.
Está casado con María Aguinaga, de quien cuenta es una excelente pastelera que elabora tortas artesanales en "Miss Mery" y es padre de cuatro hijos que "son muy buenos chicos" como comenta con lógico orgullo: Germán (37) que es licenciado en Administración de Empresas, María (21) estudiante de Abogacía, Nicolás (18) que empieza la misma carrera que su hermano mayor y Juana (14) que completa el ciclo secundario.
Hombre de familia y de hacer amigos
"Soy un hombre común, de trabajo, muy familiero y amiguero, muy feliz y reconocido de que después de tanto tiempo pueda recordar y contar los hechos más salientes de mi larga trayectoria. Es realmente hermoso poder hacerlo porque todo deportista tiene cientos de vivencias guardadas en su corazón y en su memoria.
En mi caso tengo la imagen de mi madre Noelia, que ejercía como profesora de Educación Física en distintos colegios y que fuera una de las fundadoras del INEF (Instituto Nacional de Educación Física), quien cuando cumplí los cinco años de edad, me hizo ver la importancia y la necesidad de que cuando creciera debía practicar algún deporte. Me decidí por el tenis y mi mamá fue la persona que con inmenso amor me llevaba todos los días al Mendoza Tenis Club, donde empecé a jugar en infantiles.
Quizá lo traía en la sangre, porque mi papá -Manuel Andrónico Campoy- había jugado al tenis en su juventud y en esa época era dirigente. Crecí en un hogar bien constituido, donde éramos tres hermanos: yo, Marcelo, que eligió el rugby, y Noelia Beatriz, que se inclinó por el hockey sobre césped.
Recuerdo con mucho cariño a mi primer maestro, el profesor Oreste Schulze, un hombre muy comprensivo que me enseñó cada detalle del juego, el modo de tomar la raqueta, de realizar el saque, de aplicar el revés, todo lo que necesitaba aprender para ser un buen tenista en el futuro.
Cuando llegué a menores y juveniles también fue mi mamá quien más me alentó y estimuló para que siguiera jugando, mejorara mi rendimiento y pudiera progresar a la par de jóvenes promesas como Alberto Torchia, Héctor Romani, Carlos Bistué, Daniel Roig, Enrique André, Marcelo Rodríguez y Rodolfo Batistozzi, que era algo mayor.
Entre los consejos que mi mamá me transmitía repetía algo que se me grabó hasta el día de hoy: 'Vos tenés que correr para que las cosas te salgan mejor'. Desde entonces tomé el hábito que todavía conservo de salir a correr todos los días. Y es cierto lo que ella me decía, porque el hecho de correr te ayuda, te equilibra, te ordena, te disciplina, te cambia el humor, te mejora el ánimo, te convierte en mejor amigo, te hace solidario. Cuando llegué a la máxima categoría el rival a vencer era Orlando Girelli, que por algo se había mantenido tanto tiempo en el primer lugar, con fama de invencible, porque difícilmente se le podía ganar.
En mi caso me llevaba 15 años y aunque le jugaba de igual a igual, con temperamento y agresividad, con toda la energía y potencia física posible, tampoco podía derrotarlo. En mi interior, porque no lo comentaba con nadie, sentía y temía que esa superioridad pudiera convertirse en un complejo de inferioridad hasta que un 12 de octubre de 1969 logré vencerlo por primera vez en una final que disputamos en el Club Mendoza de Regatas.
Aquella victoria es una de las que más recuerdo por la jerarquía del rival como así también la posibilidad de enfrentar a Guillermo Vilas cuando hizo su debut en Mendoza poco antes de que cambiara el tenis en el mundo.
Porque él adoptó una revolución técnica para darle velocidad al juego, presionando sobre el error del rival. Un verdadero atleta, enorme ser humano, de excelente madera, que vivía para ese deporte y al que tuve el honor de enfrentar en dos sets muy parejos" comenta "Manolo" en su reencuentro con Los Andes después de tanto tiempo.
Manuel Andrés Campoy: hizo un culto del buen juego y la amistad
Se destacó en las décadas del ’60 y ’70 por su alta técnica, agresividad y espíritu ganador, en una época dorada del tenis mendocino. Los consejos de su mamá Noelia en sus comienzos, el crecimiento a la par de Alberto Torchia...
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