Mantenimiento: mala palabra para los argentinos

Mantenimiento: mala palabra para los argentinos

Pareciera que la palabra “mantenimiento” no existe para los argentinos en general, y en particular para los mendocinos, tanto sea a nivel particular como público. Todos queremos tener una casa y nos matamos trabajando para tenerla. Nunca pensamos que luego nos demandará esfuerzos para conservarla bien. Así es como pasa el tiempo y nunca le dedicamos tareas específicas o el dinero necesario para mantener y renovar lo que cumple su ciclo de vida, muchas veces acortado por esa falta de mantenimiento.

Y si por lo general son pocos los que han tomado conciencia del costo que demanda el mantenimiento de una casa (o de cualquier propiedad, o incluso de un bien mueble), menos aún son los que de sus ingresos dedican una porción a mantener sus bienes en condiciones.

Entonces, ¿cómo podemos pensar que las personas que asumen cargos directivos en organismos que deben construir infraestructura pública puedan decidir dedicar esfuerzos y dinero a mantener los bienes que están bajo su responsabilidad (sean nacionales, provinciales o municipales)? Siempre trae más “laureles” el cortar cintas para inaugurar una nueva obra que el destinar fondos para mantener las que existen e inauguraron otros anteriormente.

Y uno se pregunta: en un organismo público ¿quién vela porque se realice el mantenimiento necesario de los bienes a cargo del organismo pertinente? ¿Los empleados, técnicos o profesionales de planta? ¿Los jefes políticos de turno? Si son los primeros, es de suponer que ante prioridades fijadas por sus superiores no tendrán mucha suerte con sus propuestas. Y si son los segundos.… bueno, ya dijimos que se deja más contento a quien lo designó si se le ofrece una cinta que cortar a que la infraestructura esté bien mantenida y nadie se dé cuenta.

Un claro ejemplo se ve en las calles y rutas que cuentan con iluminación (caso, por ejemplo, de la Costanera, el Acceso Sur, etc.). Luminarias quemadas a montones. Tramos enteros sin iluminación. Los organismos encargados de dichas rutas, ¿no saben la cantidad de focos que se queman por año? ¿No pueden prever los fondos necesarios, comprar las luminarias y cambiarlas cada tanto tiempo?

Yo me pregunto: ¿Quién se hace cargo de los costos que demandan los accidentes que provoca esa falta de mantenimiento en rutas?

Porque en un país leguleyo como el nuestro, es seguro que tales demandan existen, sobre todo cuando es contra el Estado, a quien es fácil ganarle.

Ricardo R. Claverol
DNI 6.898.432

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