Las manos juegan un rol fundamental en algunos ceremoniales de la fe, o en los códigos de salutación. Entre estos últimos está el apretón de manos, costumbre que arrastramos de los antiguos romanos cuando querían demostrar amistad y mostraban, de esa forma, que no escondían arma alguna.
En la modernidad, el modesto apretón de manos se ha transformado en algo más elaborado. Los jóvenes se saludan con apretones de mano, caricias, entrechocar de puños. Hay que saber para saludar de esta manera.
Pero también la mano agitada, tipo Reina de la Vendimia, bien sirve para saludar a alguien que se encuentre medianamente lejos. Militarmente la mano sirve para los saludos protocolares, la venia de los militares, por ejemplo, que bien sirve para indicar dónde tenemos la sien.
Políticamente la mano ha jugado un rol protagónico, desde aquel saludo fascistamente terrible usado por los seguidores de Hitler, pasando por la izquierda hecha puño de algunas organizaciones de izquierda, hasta las manos unidas a la altura del pecho, saludo que popularizó Alfonsín en nuestro país.
En cuestiones de fe, las manos juegan un rol fundamental. En todas las religiones cumplen su función enteramente, ya sea unidas, como en los rezos católicos, como separadas mirando al cielo en algunos ceremoniales islámicos.
Futbolísticamente hablando, los jugadores encuentran en las manos un modo de expresión particular. No digo durante el partido, porque eso puede significar un penal, pero sí al festejar un gol, entonces el afortunado hacedor extiende sus manos al cielo, agradeciendo el favor, o cierra la mano en puño y le da una trompada al aire, o colocando los pulgares hacia arriba, que significa, siempre lo fue, éxito en la lid, o hace dibujitos, como el corazoncito formado por las dos manos unidas que popularizó el jugador argentino Angel Di María.
Sí, las manos son fundamentales. La cabeza también tiene lo suyo porque también sirve para saludar, práctica muy usada por las religiones del Extremo Oriente, o como señal de sometimiento: me inclino ante usted porque es usted quien me manda, sería la traducción al castellano escrito.
Cabeza y manos coinciden a veces y se juntan, como lo hacemos cuando tocamos la testa de un niño, gesto generoso en ternura. También cuando tenemos fiebre, entonces la mano de la madre bienhechora sabe los grados de temperatura con solo poner la mano en la frente del párvulo afectado.
Solemos arreglarnos los mechones de pelo que se deslizan por nuestra frente con las manos y nos ponemos algunas manos en las orejas cuando está sonando una de esas canciones que más que difundirlas habría que refundirlas.
Pues últimamente ambos elementos de nuestra anatomía están coincidiendo en el mismo objetivo. Ahora vemos que la mayoría de los seres humanos que nos rodean, y nosotros mismos, que también nos rodeamos, coinciden en la cabeza gacha mirándose las manos.
Pero no lo hacen para adivinarse las líneas de la mano y saber qué futuro les espera, no lo hacen porque estén prolijamente atentos al estado de sus uñas, lo hacen porque en las manos tienen un celular.
Religión por un lado, sometimiento por otro, estamos creando otra forma de ceremonial, el que le ruega, le pide, le suplica, al dios de la tecnología.