Todos los días nos anoticiamos de la ocurrencia de accidentes de tránsito, algunas veces con víctimas fatales y otros de proyecciones nefastas.
Más allá de la falta de cumplimiento de las reglas de conducción, imprudencia manifiesta, exceso de velocidad, impericia o producto del alcohol -entre otras causas-, es innegable el aumento de vehículos mientras las rutas y calles están prácticamente igual -o tal vez peor- desde hace décadas.
A fuerza de que se me considere reduccionista, el aumento del flujo de tránsito necesita imperiosamente la ampliación de la superficie para circular.
Imaginemos y tratemos por la vía del ejemplo de aplicar la conocida fórmula de caudal: Q=velocidad.área.
Burdamente, podríamos comparar con el agua de una manguera. Si necesitamos conducir mayor cantidad de agua (más vehículos) es necesario incrementar la sección de la manguera para evitar el efecto indeseado de aumentar la velocidad, causa primordial de la accidentología. Es precisamente lo que ocurre en nuestros accesos.
Es necesario, entonces, abocarse -responsabilidad excluyente del Estado- a crear la infraestructura suficiente (nuevas rutas más anchas y adecuadas) para evitar estos luctuosos sucesos, sin perjuicio de una severa legislación y control, ¡porque la manguera ya no da más!
Alfredo Gustavo Quaglia - DNI 8.107.096