Este torturado mundo nuestro es insondable en sus penas. Lo decía muy bien Calderón de la Barca en sus famosos versos de La vida es sueño: “Cuentan de un sabio que un día / tan pobre y mísero estaba, / que sólo se sustentaba / de unas hierbas que cogía. / ¿Habrá otro, entre sí decía, / más pobre y triste que yo?; / y cuando el rostro volvió / halló la respuesta, viendo / que otro sabio iba cogiendo / las hierbas que él arrojó”. Ahora mismo estamos abrumados, aplastados, por la tragedia de Siria, por el acabose de las armas químicas, por la tensión creciente. Nos parece que nos encontramos en lo más profundo del infierno, y desde luego se trata de un drama infernal. Pero la cuestión es que en este planeta hay otras tragedias similares que ni siquiera cuentan con la visibilidad pública. Cierto, de nada le sirve la visibilidad al muerto; al niño gaseado no le importa que su caso salga en los diarios. Pero a los supervivientes sí les sirve. Si nadie mira, si nadie se siente responsable, si nadie conoce tu tormento, entonces no hay esperanza. Sólo queda morir.
Y es lo que está sucediendo ahora mismo en Yemen. El pasado 26 de marzo se cumplieron dos años del comienzo de una guerra brutal que, dirigida por Arabia Saudí y una coalición de nueve países árabes, y apoyada por EE UU, Francia y Reino Unido, está devastando Yemen. Este país, que ya era el menos desarrollado de Oriente Próximo antes del conflicto, ahora está destrozado. Las familias son tan pobres que se están muriendo literalmente de hambre, y desde luego no pueden pagar a las mafias para que las metan en pateras, así que no llegan a las costas europeas, ni como refugiados ni como ahogados, lo que contribuye decisivamente a que no nos acordemos de ellos. Además el país sufre un bloqueo terrible, no se puede ni entrar ni salir. Hay tres millones y medio de desplazados internos a los que nadie parece tener en cuenta. Es un moridero.
Esta guerra silenciada en Occidente acumula ya 15.000 cadáveres y 40.000 heridos. Cada día fallecen 144 niños, muchos de ellos por enfermedades que podrían haberse evitado; 3.000 escuelas han sido bombardeadas o cerradas, sólo funciona el 45% de los centros médicos, 475.000 niños sufren desnutrición aguda y medio millón de mujeres embarazadas están en grave riesgo de morir por falta de alimentos o en el parto. En total, 21 millones de personas (el 83% de la población) necesitan ayuda humanitaria urgente. Y apenas la reciben, porque no les tenemos en cuenta, no nos preocupan.
Hay muy pocas ONG que trabajan en Yemen. Y una de ellas es española.
Son un milagro. Se llaman Solidarios Sin Fronteras y tan sólo cuentan con cinco personas, tres en Barcelona, Eva, Noèlia y Blanca, y dos en Yemen, Faten y Hossein. A causa del bloqueo, no se pueden enviar contenedores con medicina, ropa o alimentos, como en otras crisis. Aquí la única opción es mandar dinero al equipo yemení para que compren como puedan lo necesario. SSF da comida, mantas y productos de higiene a familias con niños, priorizando a las mujeres solas con menores. Además instala depósitos de agua potable en campos de refugiados y los llena de agua cada semana. Por último, reconstruye casas en la isla yemení de Socotra, devastada, además de por la guerra, por dos ciclones. Estas personas maravillosas, estas bravas y resistentes hormigas de la solidaridad, han ido reuniendo euro a euro y han conseguido, en estos dos años de guerra, logros increíbles: han repartido alimentos a casi 10.000 personas (un 75% de niños); han proporcionado más de 400.000 litros de agua potable; han reconstruido 120 casas y un orfanato, y han repartido más de 200 mantas y material de higiene y del hogar.
Como además son unos genios de la gestión (¡Solidarios Sin Fronteras a La Moncloa, por favor!), las cuentas están claras y todo el trabajo documentado. Para apoyar esta labor épica podés googlear “Emergencia humanitaria en Yemen. Ayuda urgente a familias”, y sale una página de recogida de dinero. También podés apuntarte a su grupo de Teaming, Solidarios Sin Fronteras, y darles un euro al mes. Como dice Eva, “nadie está ayudando a los yemeníes. Mueren de hambre y sed y el mundo lo ignora”. Algo habrá que hacer.